El torbellino reformista
7 de octubre de 2003En épocas de crisis, lo principal es conservar la mente clara. Pero en Alemania lo que impera es la más amplia confusión; sobre todo entre los ciudadanos, que saben que se les vienen encima reformas y recortes de gasto social, pero no logran atisbar exactamente cuáles de los proyectos llegarán a golpear sus billeteras. Lo único que todos saben a ciencia cierta es que el golpe va a doler.
El aporte opositor
La responsabilidad del enredo no recae únicamente sobre el gobierno. También la oposición ha contribuido con una buena cuota de madera húmeda a provocar la humareda que impide ver el horizonte. A todas luces con el ánimo de no quedarse atrás y replicar a las críticas de que carece de ideas propias, la Unión Cristianodemócrata (CDU) formó su propia comisión para elaborar un paquete de reformas, como alternativa a la "Agenda 2010" a cuyo éxito el canciller Gerhard Schröder ha supeditado su futuro político.
Como se trataba de demostrar eficiencia y seriedad, se le encomendó la dirección de esta tarea a una figura de prestigio: el ex-presidente germano federal, Roman Herzog. El resultado, sin embargo, no ha servido para unir a los demócratacristianos en torno a un proyecto opositor. Por el contrario, desató una polémica tanto o más efervescente que la que está en curso al interior de la gobernante socialdemocracia en torno a la receta para remodelar las anquilosadas estructuras del sistema de seguridad social.
Críticas conservadoras
Los sectores de la CDU próximos a los trabajadores pusieron el grito en el cielo al enterarse de algunos de los puntos claves de la propuesta de Herzog. En el blanco de las críticas de las propias filas conservadoras se encuentra la idea de que cada ciudadano aporte una cuota igualitaria al sistema de seguros de salud, independientemente de sus ingresos. Ello implicaría que un modesto cartero tendría que pagar la misma cantidad mensual que el director de Correos, por ejemplo.
Antiguos jerarcas de la Democracia Cristiana manifiestan sin ambages su rechazo. Según el ex-secretario general de la CDU, Heiner Geißler, estos planes atentan contra el programa básico del partido. También Norbert Blüm, quien fuera por largos años ministro del Trabajo en el gobierno de Helmut Kohl, se mostró indignado con las propuestas, que echan por tierra el principio de la solidaridad de los más acomodados con los más pobres. Pero la oposición no sólo proviene de los líderes de ayer. También la Unión Cristiano-Social, el partido homólogo bávaro de la CDU, ha manifestado ya que elaborará sus propias propuestas, tomando así distancia de las de la comisión Herzog. Cabe esperar, en consecuencia, nuevas piezas para este rompecabezas. Mientras tanto, el gobierno socialdemócrata disfruta de un ansiado respiro. De momento puede limitarse a aconsejar a quienes se resisten a la "Agenda 2010" que piensen lo que ocurriría si los demócratacristianos tuvieran el poder.