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Espionaje de la NSA: esclarecimiento con obstáculos

Matthias von Hein (MS)6 de noviembre de 2015

El comisionado del gobierno alemán para esclarecer el espionaje de la NSA en Europa deja hasta el momento más preguntas que respuestas. Está por definirse cuán dependiente es Alemania de la información de los espías.

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Imagen: picture-alliance/dpa/P. Kneffel

La trama en torno del esclarecimiento del espionaje estadounidense contra Alemania ganó este jueves (04.11.2015) un absurdo acto más. Lo que podía haber sido un punto culminante en el trabajo de la comisión especial que investiga las actividades de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), marca en cambio su fondo más bajo. Se trata de la comparecencia del comisionado especial, Kurt Graulich, luego de que éste revisó la lista con cerca de 40.000 entradas con las solicitudes de búsqueda por parte de los espías estadounidenses. El acto dejó la impresión de que en vez de ayudar a quienes investigan los actos de espionaje, se protege a los entrometidos. ¿De qué otra manera podría evaluarse, por ejemplo, el que se esgrima el supuesto derecho de propiedad intelectual de la NSA como argumento para negarse a publicar la llamada “lista de selectores”? ¿O cuando Graulich pretende retratar de manera burlona a los críticos del espionaje como “personas altamente sensibles a los derechos fundamentales”?

Descubrimiento accidental

Recordemos: desde hace un año y medio, la comisión que encabeza Graulich tiene la tarea de sacar a la luz la dimensión de las observaciones electrónicas masivas, también a Alemania, por parte de los servicios secretos estadounidenses y británicos. De manera accidental, los parlamentarios se percataron de que los servicios secretos alemanes apoyaron a su contraparte de EE.UU. en las observaciones de comunicaciones de objetivos alemanes y europeos. Por iniciativa estadounidense, los servicios secretos alemanes (BND) almacenaron cerca de 14 millones de solicitudes de búsqueda en su centro de observación de comunicaciones ubicado en Bad Aibling, en el sur de Alemania. Cerca de 40.000 de tales solicitudes de búsqueda fueron denegadas, pero solo después de que durante meses se mantuvieron activas.

El acceso a dicha lista de solicitudes es motivo de una intensa disputa. La comisión especial demanda acceso a ella. El gobierno alemán rechaza el acceso, como consideración al gobierno de Estados Unidos. La última palabra la tendrá al Tribunal Constitucional. Hasta que éste se pronuncie, se mantendrá el compromiso de las autoridades alemanas: éstas nombraron a un “especialista independiente y confiable”, es decir, a Kurt Graulich. El comisionado ha analizado la lista a lo largo de cuatro meses. El 30 de octubre entregó un reporte al respecto y compareció con fines informativos ante la comisión parlamentaria. Aquí surge la pregunta: ¿cuán independiente fue en realidad Graulich en esta labor? Su trabajo lo realizó en las instalaciones de la BND. Su equipo estuvo conformado por empleados de la BND y su informe fue copiado en parte –a veces citando la fuente y a veces no- de documentos de la BND. ¿Sería exagerado reprocharle demasiada cercanía a los servicios secretos alemanes?

Matthias von Hein, periodista de DW
Matthias von Hein, periodista de DW

El dilema alemán

El gobierno germano está ante un dilema. No quiere hacer enojar a su contraparte de Washington, cuyas informaciones considera imprescindibles. Pero es público y notorio que la NSA utiliza sus gigantescos recursos no solo en la lucha contra el terrorismo. Su mandato va mucho más allá, y quizá llega al terreno del espionaje industrial. En Estados Unidos, el espionaje es considerado legítimo en lo fundamental. Incluso el que se practica contra los propios aliados. Es una realidad a la que uno debe resignarse.

Pero en cambio, no es posible aceptar que los servicios secretos alemanes se hayan transformado en herramienta voluntaria de este espionaje contra objetivos alemanes y europeos. Algo de soberanía debe mostrarse, incluso frente a un aliado más poderoso. En este marco es obligatorio un esclarecimiento sin contrapisas. Y si es necesario, contra la voluntad de Estados Unidos.