Espías de datos: ¿amigos o enemigos?
1 de julio de 2013Las recientes revelaciones de espionaje de datos en Internet por parte de los servicios secretos británicos y estadounidenses dejaron en claro que realmente no tenemos idea de lo que está permitido en la “tierra virgen” llamada Internet. Desde hace décadas, los países espían a ciudadanos e instituciones de otras naciones. Esto no es una novedad, pero Internet y la circulación global de datos ofrecen nuevas y cada vez mejores posibilidades a los servicios secretos.
En todo el mundo, los gobiernos y legisladores permiten a sus servicios de inteligencia la evaluación de datos de comunicación telefónica y por correo electrónico con fines de defensa. Fuera de los EE.UU., por ejemplo, los servicios secretos estadounidenses pueden vigilar a cualquier persona. Por su parte, el servicio de inteligencia alemán supervisa datos fuera de Alemania y Europa, y así sucesivamente. Los servicios secretos de países amigos también intercambian datos y conocimientos, creando una fina red de vigilancia.
De esta manera se pueden eludir elegantemente las normas nacionales: el servicio de inteligencia alemán utiliza los datos de los servicios estadounidenses, que no se ven afectados por la prohibición de recolección de datos del Tribunal Constitucional de Alemania. Los gobiernos y los gremios parlamentarios que supervisan a los servicios secretos son conscientes de ello. Las reacciones sobre los escándalos no son tan fuertes, porque todos salen ganando con ese sistema.
Atravesando la línea roja
Desde hace décadas, los servicios secretos de EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda están llevando a cabo el proyecto “Echelon”, que vigila la comunicación por satélite. Pero con la instalación de micrófonos secretos en las instituciones de la Unión Europea en Bruselas, Nueva York y Washington, los servicios secretos estadounidenses aparentemente han atravesado una línea roja. Esto no se hace entre naciones amigas.
Aún más drástica es la escucha de los participantes de la cumbre de los G-20 en Gran Bretaña, en el 2009. Este es un ejemplo clásico de espionaje y un acto criminal que no tienen nada que ver con el combate al terrorismo.
Asimismo, es escandaloso que empresas estadounidenses pretendan volverse ayudantes de los servicios de inteligencia, poniendo a disposición sus datos, sin informar a sus clientes de ello.
Necesitamos reglas globales
En comparación con países como China, Corea del Norte, Irán o Rusia, donde los servicios secretos posiblemente tienen todas las libertades, en nuestras democracias debería haber un mínimo de vigilancia para los vigilantes. Lo bueno de las democracias es que, de vez en cuando, las actividades de los servicios de inteligencia salen a la luz pública. Pero la aparente sorpresa de los políticos y expertos sobre las posibilidades de espionaje en Internet parecen artificiales. Es algo que al menos pudieron haber sospechado. Ahora, lo esencial sería establecer nuevas reglas claras para la red ancladas en el derecho internacional.
Autor: Bernd Riegert/ VC
Editor: Emilia Rojas Sasse