Estocolmo, ciudad ecológica 2010
31 de octubre de 2009Hammarby Sjöstad es uno de los barrios modelo de la capital sueca. Con motivo de la candidatura de Estocolmo a los Juegos Olímpicos de verano 2004, esta zona de la ciudad se reconstruyó por completo, siguiendo el declarado objetivo de mejorar en un 50% los estándares ecológicos reinantes. Para las olimpiadas no bastó -éstas le fueron concedidas a Atenas- pero sí para hacerse con el oro europeo en protección del medio ambiente. Hoy, Hammarby Sjöstad atrae a personas de todo el mundo que buscan inspiración ecológica.
Dióxido de carbono bajo mínimos
Mientras que en Estados Unidos o en Australia se genera al año una media de 20 toneladas de dióxido de carbono por persona, cada ciudadano de Estocolmo produce en el mismo periodo de tiempo sólo cuatro, cuenta Stellan Fryxell, uno de los arquitectos que ha hecho de Hammarby Sjöstad un ejemplo de conciencia medioambiental. Aquí, los habitantes emiten anualmente entre 2,5 y 3 toneladas de gases contaminantes.
"¿El secreto de nuestro éxito?", parafrasea Fryxell, y no puede evitar que se le escape una sonrisa mientras responde a la pregunta que más se le formula: "¿Contamos con casas capaces de producir energía por sí solas? No. En este campo, los alemanes son mucho mejores. En Suecia hace demasiado frío. Teníamos que encontrar otra solución. Nuestro secreto es la infraestructura."
Antes un polígono industrial de incierto futuro, hoy una atractiva zona residencial: Hammarby Sjöstad ofrece vistas a instalaciones acuíferas, barcos de vela y verdes parques. Un acristalado centro de información tenía como función inicial informar a los vecinos sobre el nuevo concepto que empezaba a tomar forma. Pero el "Glashuset" se ha convertido en un verdadero lugar de peregrinaje para curiosos y profesionales de todo el mundo. Quienes se acercan hasta aquí quieren saber cómo funciona la calefacción o cómo se tratan y reutilizan las aguas residuales y los deshechos.
La energía sale de la basura
El mantener constantemente informados a los habitantes del barrio es fundamental, asegura Jonas Törnblom, director de relaciones públicas de la compañía de eliminación de residuos Envac, mientras pasea por las calles de Hammarby Sjöstad. Su planta sólo puede funcionar con efectividad si los ciudadanos separan cuidadosamente la basura.
"Nuestro sistema distingue entre restos biológicos, papel y prensa y los demás deshechos", explica. En unos recipientes de un metro de alto situados frente a cada casa se amontona lo que se tira. Sin que sus inquilinos lo noten, éstos son vaciados de dos a tres veces al día a través de un sistema de tuberías subterráneas. En cuestión de segundos, las válvulas de los contenedores se abren y los residuos celosamente separados acaban en el depósito de basura. Entonces, "el papel se envía a la trituradora de papel, lo orgánico es convertido en abono y lo restante pasa a la incineradora, gracias a la cual producimos electricidad, agua caliente y calefacción urbana", dice Törnblom.
Biogas de las aguas residuales. ¡Siga leyendo!
Biogas de las aguas residuales
Pero no sólo la basura encuentra en Hammarby Sjöstad usos secundarios. Las aguas residuales fluyen primero hasta la depuradora y generan el biogas con el que se abastecen los hornillos de las cocinas o los motores de los autobuses. Después, siguen su curso hasta la planta calefactora del barrio, donde su director, Bo Berndtsson, comprueba constantemente la temperatura y la calidad del líquido. "Las aguas depuradas huelen un poco fuerte y una espuma flota sobre su superficie", muestra Berndtsson, "llegan aquí a través de una tubería de dos kilómetros de largo y nosotros las canalizamos hasta nuestras bombas de calor".
Gracias a unos compresores, estas aguas, que aún están tibias, se calientan aún más. Elevada su temperatura, circulan por los canales de casas y edificios de oficinas haciendo funcionar las calefacciones. Este proceso enfría el agua. Tras pasar por el agregado de frío, puede volver a recorrer sus estrechos caminos metálicos pero realizando esta vez tareas de aire acondicionado. Antes de que el agua depurada se vierta definitivamente al Báltico pasa por una turbina y produce con ello electricidad.
Estas plantas de calefacción y refrigeración con las que cuenta Estocolmo funcionan principalmente con energías alternativas, dice Jens Bjöörn, portavoz de la compañía energética Fortum. Incluso la basura que no pudo ser catalogada como orgánica encuentra una última utilidad. "En nuestras instalaciones incineramos 500.000 toneladas de deshechos procedentes de la capital y algunos pueblos cercanos. Este proceso nos permite hacer funcionar nuestra calefacción y generar electricidad". Esto es lo que ha convertido a Estocolmo en la ciudad ecológica de 2010, asegura Bjöörn.
Ecológica planificación urbana
El proyecto de infraestructura inteligente que propone Estocolmo continúa con la planificación urbana, que ofrece lugares de residencia atractivos concentrados en reducidos espacios. Sólo si las distancias son cortas resultan eficientes y baratas, comenta el arquitecto Stellan Fryxell. "Algunos países africanos, China, Corea, Australia… toman como modelo a Estados Unidos, donde las ciudades se expanden y las distancias son muy largas. Aquí, en Europa, viven muchas más personas concentradas en una superficie menor".
Para que el estilo de vida no vaya en contra del medio ambiente, han de buscarse alternativas a las casas unifamiliares y las anchas urbes en las que se depende siempre del coche. "Las ciudades de edificación compacta y el trasporte público son la solución", cree Fryxell. "Los trenes suecos también circulan con energías verdes", añade, "por eso tenemos esos resultados tan buenos en la cantidad de emisiones contaminantes."
Autor: Jutta Schwengsbier/ Luna Bolívar
Editora: Emilia Rojas