Exitosa cumbre con efectos de largo plazo
16 de noviembre de 2008Las expectativas en torno a esta crisis financiera y económica eran muy divergentes. Algunos esperaban un big bang y la reinvención del orden financiero global. Otros deseaban poder volver rápidamente al quehacer cotidiano, tras una exhortación biensonante pero vaga de los Estados del G 20.
La cumbre de Washington decepcionó, sin embargo, a quienes sustentaban posiciones extremas. Y justamente por eso fue un éxito. El presidente estadounidense, George W. Bush, tuvo razón al señalar antes del encuentro que la crisis no había surgido de la noche a la mañana y, por lo tanto, tampoco podía ser resuelta en un día. Pero los europeos, y en especial los alemanes, también estaban en lo cierto al insistir en emprender una renovación de la estructura financiera global en la forma más rápida y concreta posible.
El resultado del amplio informe final es considerable: en el documento conjunto no sólo se plasma el acuerdo de erigir nuevos órganos globales de control, una mejor vigilancia de las agencias de Rating y la regulación de los Hedge Fonds de alto riesgo. También se indica que el orden financiero y económico mundial debe volverse más transparente y fiable. Las organizaciones financieras internacionales han de ser reformadas.
Seamos sinceros: ¿Quién hubiera pensado hace pocos meses que precisamente Estados Unidos convocaría a una cumbre en la que tales cosas fueron acordadas? Seguramente nadie.
Al margen de los resultados concretos, la cumbre también constituyó un gran éxito por otro motivo adicional: por primera vez se sentaron a una mesa los jefes de Estado y de Gobierno de las principales potencias industrializados con sus colegas de los países emergentes, para resolver una crisis global. Y este círculo del G 20 no será flor de un día, sino más bien un modelo para el futuro manejo global de crisis. Todos -es decir, también los países industrializados occidentales- estuvieron a favor de otorgar un mayor papel a los países emergentes como India, China y Brasil en los organismos financieros internacionales. Exactamente eso es lo que significa la frase frecuentemente escuchada en Washington en cuanto a que el sistema financiero debe adaptarse a las realidades del siglo XXI. Con la cumbre del G 20 se dio inicio oficialmente al reordenamiento de la correlación global de fuerzas. Tras este encuentro, un retorno al orden previo a la crisis financiera parece prácticamente inconcebible.