Francia: el fin del consenso atómico
5 de enero de 2012"Seguridad: la cuestión central” rezó un titular del diario Direct Matin a comienzos de diciembre. Un día antes, integrantes de la organización ambientalista Greenpeace habían entrado, disfrazados de trabajadores, en la central atómica de Nogent-sur-Seine y colocado un cartel en el edificio con la inscripción “La energía atómica es peligrosa”. Su mensaje implícito: así pueden entrar en la central atómica también terroristas.
Electricité de France (EDF) aseguró que los ambientalistas habían sido descubiertos de inmediato. “Vimos que iban desarmados, que se trataba de activistas pacíficos”, dijo Dominique Minière, director de la central. No obstante, algunas horas más tarde, Claude Guéant, el ministro del Interior, anunció para la misma semana una reunión sobre más medidas de seguridad.
Un país pierde los nervios
Desde la catástrofe de Fukushima, Francia ha perdido los nervios con la energía atómica. La situación se agudizó cuando Alemania decidió hace medio año cerrar todas sus centrales nucleares. París intento minimizar los peligros de sus propias instalaciones atómicas. El propio Sarkozy anunció nuevos controles y el cierre de plantas si éstas no cumplían con las pruebas de estrés.
Pero todo ello no termina de convencer a la población. En un sondeo realizado poco después de la catástrofe de Fukushima, el 70 por ciento de los franceses se manifestó a favor de abandonar la energía atómica. Algunas semanas después, ya era el 77 por ciento. A mediados de año, el Gobierno municipal de Estrasburgo exigió el cierre de la cercana central nuclear de Fessenheim, la más antigua planta atómica del país. Desde entonces, otras comunas han tomado resoluciones similares.
Desde los comienzos del programa atómico, en los años 1970, la política nuclear francesa ha sido apoyada por todos los partidos políticos. Hoy, las 58 centrales nucleares francesas generan el 80 por ciento de la corriente eléctrica que consume el país. Pero desde fines de noviembre, ese consenso comienza a resquebrajarse.
Para las elecciones presidenciales en abril, los socialistas y los verdes anunciaron que en caso de ganarlas reducirían la generación de energía atómica. Los Verdes quieren además detener la construcción del EPR, el reactor de tercera generación, si bien sin el apoyo de los socialistas, que no quieren echar a perder sus relaciones con Areva, la empresa atómica estatal.
La energía nuclear y su impacto
En todo caso, el tema de un abandono de la energía nuclear ya no es un tabú en Francia. En la prensa, todo un estreno en el país, expertos debaten acaloradamente acerca de qué sería más caro: si despedirse de la energía atómica o continuar como hasta ahora, teniendo en cuenta que las mejoras en la seguridad de las plantas atómicas viejas son muy caras.
También la Autoridad Parlamentaria de Estimación del Impacto Tecnológico echa leña al fuego: en un informe que publicó a mediados de diciembre dice que la participación de la energía nuclear en la generación energética puede descender sin consecuencias negativas para el país a un 50 por ciento en 2050 e incluso a un 30 por ciento en 2100. Evidentemente se trata de una retirada estratégica”, comenta Yves Marignac, director del independiente “Servicio de Información sobre Energía Mundial”, con sede en París.
También Areva tiene problemas: a mediados de diciembre, la empresa atómica estatal francesa anunció un radical plan de ahorro, luego de pérdidas por un monto de 1.500 millones de euros en 2011. Obtener dinero fresco en el mercado de capitales no le será fácil: su calificación de riesgo no es muy buena.
François Hollande, el candidato socialista a la presidencia, anunció ya que en caso de ganar las elecciones iniciará un debate nacional sobre el tema. Una serie de discusiones públicas ya están planeadas para los próximos tiempos. Hasta 2013 debe aclararse la cuestión de un depósito permanente para los residuos atómicos. Hasta ahora, todos los intentos de solución han fracasado debido a la resistencia de la población local. Los momentos de idílico consenso entre Gobierno, Areva y la población pertenecen definitivamente al pasado en Francia.
Autora: Suzanne Krause/PK
Editora: Claudia Herrera Pahl