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Guerra de gases

16 de septiembre de 2009

Científicos advierten que la rápida expansión del gas de la risa atenta contra la capa de ozono.

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Imagen: AP

Aunque se le conoce popularmente como el gas de la risa, el óxido de nitrógeno (N2O) genera más preocupación que carcajadas. Estudios recientes revelan que esta sustancia se ha convertido en el principal enemigo de la capa de ozono y que su potencial devastador puede aumentar en un cincuenta por ciento de aquí al año 2050. ¿Pueden los Gobiernos del mundo y la Humanidad en general hacer algo al respecto?

La omisión de una emisión

En 1987 se tuvo la oportunidad de controlar esta emisión con la firma del Protocolo de Montreal, un tratado gracias al cual se redujo el consumo y la producción de sustancias que destruyen esa suerte de parasol que protege a la vida en el planeta de los rayos ultravioleta, y cuya suscripción se conmemora cada año declarando el 16 de septiembre como el día internacional para la protección de la capa de ozono. Pero el N2O no fue incluido en la lista de gases regulados por el acuerdo en cuestión y esa omisión traerá consigo serias consecuencias.

Tras el descubrimiento del agujero en la capa de ozono, no se prestó atención a esta sustancia porque la mayoría de los científicos atribuyó esa lesión de la atmósfera a los clorofluorocarbonados (conocidos bajo las siglas ClFC) y a compuestos orgánicos como los organohalógenos. Comparados con los dañinos efectos de los CIFC, las repercusiones del N2O parecían tener menor relevancia y fueron relegadas a un segundo plano.

Peligroso como el agua mansa

“Nosotros calculamos el potencial del N2O como sustancia destructora de la capa de ozono y llegamos a la conclusión de que, en este momento, él es su enemigo más grande”, explica Ravi Ravishankara, químico de la atmósfera en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, son sus siglas en inglés), con sede en Boulder, Colorado. Su equipo comparó los efectos del N2O con los del tricloromonofluorometano, considerado como una de las sustancias que con mayor intensidad actúan en contra del ozono.

A primera vista, el resultado de esa comparación explica por qué los climatólogos no prestaron atención a la peligrosidad del N2O para la capa de ozono en el pasado: su potencial destructor representa sólo 1/60 de la capacidad devastadora del tricloromonofluorometano. Eso hizo que sus repercusiones no parecieran tan graves. Aquello que no consideraron es que las cantidades de N2O en el aire son inmensas y van en aumento.

Omnipresente y en aumento

“En total, la cantidad de N2O en la atmósfera aumenta en un 0,25 por ciento cada año. Este aumento es atribuido a actividades humanas, sobre todo la agricultura que emplea estiércol de animales como fertilizante y la que propicia la quema de materia orgánica”, dice Ravishankara y agrega: “El hecho de que el gas de la risa se haya convertido en la emisión con mayor capacidad para destruir la capa de ozono se debe, paradójicamente, al éxito del Protocolo de Montreal. Y es que la producción de las otras sustancias dañinas para la atmósfera reguladas por ese tratado han sido reducidas en un 85 por ciento”.

En otras palabras, ya no hay emisión alguna que compita con el N2O en ese rubro. Este gas ataca a la capa de ozono en todos los puntos del planeta y, desde una perspectiva global, se cuenta con que puede reducir el grosor de este manto en un dos o tres por ciento de aquí a finales de siglo. Reducir la producción artificial del N2O es, desde el punto de vista climatológico, una tarea impostergable.

Autor: Dagmar Röhrlich/Evan Romero-Castillo
Editor: Mirra Banchón