Una difícil lucha por la paz
10 de febrero de 2014Difícilmente se pueden encontrar dos lugares más distintos hoy, en febrero de 2014, que Ginebra y Homs. Por un lado, el tranquilo oasis de prosperidad suiza y, por otro, el conjunto de ruinas del bastión rebelde sirio, cuyos habitantes han desafiado durante meses el asedio de las fuerzas gubernamentales y luchan por su supervivencia diaria.
Lo que conecta ambos lugares es la esperanza de que la segunda ronda de conversaciones entre el Gobierno sirio y la oposición obtenga resultados tangibles. Homs se considera un campo de pruebas para mostrar la capacidad y la voluntad políticas de ambas partes para negociar una solución. Sin embargo, los problemas registrados en la entrega de la ayuda demuestra que ni siquiera se pudo llegar a un acuerdo sobre las cuestiones humanitarias básicas entre las partes.
Sin grandes expectativas
La primera ronda de negociaciones entre los representantes de la oposición y el Gobierno sirio a finales de enero en Ginebra terminó sin avances significativos. Pero el hecho mismo de que las conversaciones hayan tenido lugar se puede ya considerar un pequeño éxito. “Sin duda, podría haber sido peor”, dice el experto en Oriente Medio , Mohammad- Mahmoud Ould Mohamedou, del Centro para Políticas de Seguridad en Ginebra (GCSP).
“El denominador común de partida para las negociaciones en Ginebra era muy pequeño: las posiciones están muy alejadas”, dijo a DW Mohamedou. “Por un lado, tenemos un partido que quiere desbancar al Gobierno y que ha llegado a Ginebra para reafirmar su posición y, como sus partidarios afirman, deshacerse de [Bashar al-] Assad; por el otro, hay un régimen que ni siquiera acepta plantear esa posibilidad”, resume Mohamedou. Él es profesor visitante en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra y, antes, fue ministro de Exteriores de Mauritania entre 2008 y 2009.
Objetivo: ¿un gobierno de transición?
Según los observadores, la primera ronda de conversaciones trajo resultados concretos en el sentido de que ambas partes se adhirieron a la declaración de Ginebra en junio de 2012, base común para futuras discusiones. El acuerdo preveía poner fin a la violencia en Siria, mediante un alto el fuego y un gobierno de transición. Mientras que la oposición en las actuales negociaciones quieren entrar directamente a negociar la formación de ese gobierno de transición, los delegados del actual Gobierno sirio quiere ir punto por punto, empezando por atajar la cuestión de la violencia.
Los representantes de Assad en Ginebra es probable que aprovechen la oportunidad para denunciar como terroristas a todos los representantes de la oposición, agitando el fantasma del yihadismo internacional. Si estuviera en sus manos, la formación de un gobierno provisional se pospondría a una fecha muy posterior. “El régimen se demora más y más, retrasando la discusión de ese punto”, dice Mohammad- Mahmoud Ould Mohamedou. “Estoy profundamente convencido de que están intentando ganar tiempo, no dejando así espacio para debatir el tema del gobierno de transición. Pero el tema no va a desaparecer, tarde o temprano se tiene que volver a plantear”.
Mohamedou sostiene que mantener el foco de la discusión en el establecimiento de un gobierno transitorio es la estrategia correcta. Después de todo, el levantamiento contra Assad tenía sus raíces en las protestas no violentas que comenzaron en la ciudad sureña de Daraa en marzo de 2011. “No debemos perder de vista nunca que todo esto empezó como una oposición pacífica a un gobierno autoritario”, advierte Mohamedou. “Hay que recordar que se trataba de un proceso de transición democrática, que hay que preservar a toda costa”.
Emergencia humanitaria
El riesgo de que fracasen las negociaciones es mayor que en la primera ronda, porque esta vez –si todo va bien– habría que pasar de las palabras a los hechos. Para Mohamedou, están entre las negociaciones internacionales más difíciles de las últimas décadas, según el experto en Oriente Medio Mohamedou: podrían durar semanas, si no meses.
En Homs se aprecia lo difícil que es lograr cualquier mínimo progreso. Y Homs es solo la punta del iceberg, dice Jens Laerke, portavoz de la Oficina de Coordinación Humanitaria de las Naciones Unidas (OCHA).
El dilema de la ONU
“Casi un cuarto de millón de personas viven en la zona sitiada de Siria. Esto significa, básicamente, que no tienen acceso a la ayuda humanitaria”, afirma Laerke. Según el derecho internacional, el Gobierno sirio está obligado a permitir el acceso a dicha ayuda a todos los civiles del país. Sin embargo, de hecho, viene de Damasco la orden de no hacerlo. Incluso aunque las Naciones Unidas no están acusándoles abiertamente de hacerlo, sospechan que el Gobierno sirio trata incluso de obstaculizar la entrega de ayuda humanitaria en las zonas controladas por los rebeldes.
Si la ONU acusara abiertamente al Gobierno, se arriesgaría a encontrar más restricciones al reparto de ayuda. De ahí que se limite a hacer llamamientos, en lugar de expresar abiertamente sus críticas. “Es absolutamente imperativo que tengamos acceso a los 9,3 millones de sirios que necesitan ayuda, tenemos que llegar a todos ellos”, dice Laerke. “De momento llegamos a algunos de ellos, pero se estima que más de tres millones de personas se encuentran en zonas de difícil acceso”.