Hace 20 años: asalto al cuartel general de la Policía Secreta
15 de enero de 2010Un par de ventanas quedan reducidas a añicos, sillas y mesas son volcadas. Sin embargo, no se registra ningún tipo de violencia física, no se oye ningún disparo. El histórico suceso tiene lugar el 15 de enero de 1990 en el cuartel general de la Stasi (la policía secreta del régimen comunista en la República Democrática Alemana), en Berlín Oriental. Miles de manifestantes se agolpan en el amplio recinto del barrio de Lichtenberg, zona prohibida durante décadas.
A través de medios pacíficos, el pueblo se apodera de un aparato de espionaje que hizo de la información una herramienta de control y que, desde los años 50, ha tenido como principal objetivo la vigilancia de su propia población. La ocupación del cuartel general de la Stasi es, al mismo tiempo, una garantía de que la mayor parte de los expedientes sean guardados y puedan ser reabiertos en la Alemania reunificada. Los políticos occidentales, durante el Gobierno del denominado "canciller de la unidad", Helmut Kohl, prefieren destruir el material o entregarlo al Archivo Federal, donde nadie pueda consultarlo. Algo que los defensores de los derechos civiles consiguen evitar.
En octubre de 1989 aún se permiten las armas de fuego
Si el cuartel general de la Stasi hubiera sido asaltado a finales de octubre de 1989, es decir, poco antes de la caída del Muro de Berlín, quizás se hubiera producido un baño de sangre. Y es que, en aquel momento, aún se contemplaba el uso de armas de fuego por parte de la policía, entre otras circunstancias, para salvaguardar la seguridad de los documentos de la Stasi. Casi tres meses más tarde, el 15 de enero de 1990, las circunstancias han cambiado. El consejo de ministros de la RDA emplaza a la policía a dialogar con los representantes del movimiento pro derechos civiles. Una deferencia sorprendente, pero que ya no satisface a los manifestantes.
La tarde del 15 de enero, miles de personas se reúnen delante de la entrada principal del complejo de la Stasi y reclaman que les dejen entrar. La emisora de televisión de la RDA informa en directo. Se suceden escenas que recuerdan a las vividas anteriormente, en diciembre en Leipzig y en otras ciudades, ante otros edificios de la Stasi. Los defensores de los derechos civiles hacen llamamientos a mantener la calma: "¡Que los culpables respondan por sus actos, pero ninguna violencia!", es la consigna.
El asalto al cuartel general de la Stasi en Berlín pone punto final a una larga lista de ocupaciones en toda la RDA. Naturalmente, es mucho más que un acto simbólico, como opina Christian Halbrock, presente en el acontecimiento del 15 de enero de 1990. Veinte años después, aún guarda en su retina las imágenes de entonces. "El recinto estaba mal iluminado, apenas se veía a unos pocos vigilantes", describe el por entonces técnico en electrónica de 26 años. Se producen algunos daños materiales, por todos lados hay cajas vacías y montones de papeles. Sin embargo, la gente no organiza ningún tipo de alboroto. "En sí misma, una situación extraña", explica Halbrock.
¿Orquestado por la propia Stasi?
Hay un aspecto que a Halbrock le provoca especial extrañeza. El hecho de que los manifestantes no asaltasen las dependencias del director de la Stasi y, en cambio, sí irrumpieran en áreas como las de servicios y suministros. Una circunstancia que ha servido para alimentar las especulaciones sobre si fue la propia Stasi la que movió los hilos del asalto a su cuartel general.
Claro, que escenas grotescas también se sucedieron en otros lugares. Como en Leipzig, en diciembre de 1989, cuando defensores de los derechos civiles y equipos de televisión irrumpieron juntos en el edificio de la Stasi y se toparon con los sorprendidos trabajadores de la policía secreta. "Debo decirles que me sorprendió su visita", alcanzó a balbucir uno de ellos. Y es que nadie había presentado la correspondiente solicitud para poder grabar imágenes en el interior del edificio.
Destrucción de expedientes
La buena disposición por parte de los trabajadores de la Stasi en Berlín bien puede deberse al hecho de que, mientras tanto, habían conseguido borrar pistas. Son muchos los que hablan de las columnas de humo que se elevan desde los edificios de la Stasi. Otros aseguran que los expedientes de la policía secreta son destruidos en vertederos en las afueras de las ciudades.
Salvaguardar los expedientes era especialmente importante para poder buscar a los agentes de la Stasi y que rindieran cuentas por sus actos. "Para poder rehabilitar a las víctimas y hacer justicia", según Halbrock, uno de los ruegos por parte de los defensores de los derechos civiles.
Expedientes abiertos contra las mentiras de la historia
Un objetivo que los manifestantes lograron. A ellos hay que agradecer también el haber podido desenmascarar el pasado en la Stasi de numerosos políticos y trabajadores del servicio público. En ocasiones, incluso 20 años después.
Más allá de eso, la directora del archivo de la Stasi, Marianne Birthler, sabe valorar el libre acceso a la herencia de la Stasi. Tanto si se trata de economía, como de cultura o deporte, los expedientes de la Stasi son una fuente de información muy valiosa, asegura Birthler, nacida en el Berlín Oriental. Con la ayuda de las actas, se tiene la posibilidad de desmontar las leyendas que sobre aquella época se han venido construyendo. "También se pueden confrontar las mentiras históricas y esa tendencia tan extendida de relativizar lo sucedido en la época de la RDA", asegura.
Un suceso histórico de alcance mundial
El asalto al cuartel general de la Stasi fue un acontecimiento histórico de alcance mundial, opina Christian Halbrock, quien, tras el derrumbe de la RDA estudió Historia y hoy en día trabaja en la institución encargada de gestionar los archivos de la Stasi. Acaba de escribir un libro: "Mielkes Revier" ("El dominio de Mielke"). Erich Mielke fue durante 32 años el jefe de la Stasi. Su dominio está situado en el barrio berlinés de Lichtenberg. Un barrio en el que Halbrock vivió cuando el Muro aún estaba en pie. Tras la "Revolución Pacífica", decidió mudarse.
Autor: Marcel Fürstenau / Emili Vinagre
Editor: Pablo Kummetz