“Hackers” atacan Facebook
3 de noviembre de 2011Thilo Weichert es el comisionado del Estado federado alemán de Schleswig-Holstein para la protección de los datos personales de los ciudadanos y su nombre es sumamente conocido en la sede central de Facebook, el sitio web de redes sociales creado por Mark Zuckerberg. Weichert desafió a la compañía al hacer públicas sus críticas a los botones de “I like”, un mecanismo ideado para que los usuarios de Facebook pudieran informar a sus círculos de amigos y conocidos sobre las cosas que les agradan o interesan.
“I like” significa “me gusta” en inglés y, por trivial que su función parezca, el botón en cuestión ha pasado a formar parte de la interfaz de 250 millones de páginas en Internet. Pero, ¿de qué le sirve este botón a los operadores de Facebook? Según Weichert, el solo acto de abrir una página web pulsando ese botón con el ratón le hace llegar a Facebook una inmensa cantidad de información sobre sus usuarios. De hecho, el cibernauta ni siquiera tiene que presionar el botón con el ratón; basta con que el cursor pase por encima de él.
La información que Facebook obtiene de sus usuarios le permite a sus operadores conocer sus hábitos de navegación en Internet y hasta los de aquellas personas que no han abierto perfiles en Facebook. ¿Paranoia? Para nada. El experto alemán asegura que esas prácticas violan las leyes que protegen los datos personales de los ciudadanos y amenaza a los operadores de Internet en cuyos sitios web aparezcan los botones “I like” con hacerles pagar multas exorbitantes.
Crece el número de enemigos de Facebook
Weichert forma parte de la vanguardia de un movimiento que está creciendo lentamente, un grupo de personas que se opone al hambre aparentemente insaciable de Facebook en lo que a la acumulación de datos personales se trata. No es Internet ni las redes sociales en general lo que está en la mira de esta creciente masa crítica, sino específicamente el comportamiento del consorcio estadounidense. Y es que la rentabilidad del negocio de Facebook radica en acumular, almacenar y organizar la información provista por sus usuarios, crear perfiles sobre la base de esos datos y vender sus análisis a clientes de la industria publicitaria.
Facebook gana miles de millones de dólares hasta con la información que los usuarios creen haber borrado del sistema. Sin embargo, esta práctica ha sido poco criticada hasta ahora. Eso se debe, hasta cierto punto, a que Facebook se ha convertido en una parte indispensable de la vida social de muchas personas alrededor del mundo, incluida una enorme cantidad de jóvenes y niños. No obstante, cabe preguntarse si los usuarios de Facebook participarían voluntariamente en este modelo de negocios si éste tuviera lugar en la vida real.
¿Quién aceptaría que el correo transportara sus cartas y paquetes gratis a cambio de que a los carteros y demás trabajadores del correo se les permita leer las cartas y abrir los paquetes para luego informar a otras empresas o agencias de publicidad sobre lo que allí leyeron o vieron? Es probable que quien envíe muchas cartas a Argelia, por ejemplo, tenga familiares o amigos en ese país y esté interesado en comprar boletos de avión baratos para viajar al norte de África. De esta manera, el correo podría financiar su negocio sin cobrarle un centavo a sus usuarios.
“Hackers” al ataque
Al uso comercial que se le da a la información recopilada por Facebook se suma la utilidad que los servicios secretos podrían estar descubriendo en esos datos. Todavía no está claro cuánta información está llegando a manos de los servicios de inteligencia porque éstos escapan a los controles de los gobiernos, al igual que las actas de Facebook. De ahí que la red de “hackers” Anonymous se haya propuesto sabotear el sistema de Facebook este sábado (5.11.2011). La meta: zarandear a los ingenuos usuarios de esa red social para que sepan con qué tipo de empresa están tratando.
Sin embargo, más allá de si la acción de Anonymous tiene éxito o no, la pregunta es cuántos usuarios de Facebook quieren adquirir conciencia sobe los riesgos que corren al exponer sus vidas en esa red social. El propio Thilo Weichert recibe severas críticas de sus propios compañeros. El Estado federado de Schleswig-Holstein, empleador de Weichert, se rehúsa a cerrar su perfil de Facebook. Al parecer, aquel que desee ser rescatado debe reconocer primero que está en peligro.
Autores: Jörg Brunsmann / Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz