Historia instrumentalizada: Moscú y el 9 de mayo
7 de mayo de 2015El 70º aniversario de la capitulación del Imperio Alemán, el suceso que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa, debería ser celebrado por todo lo alto; pero, justo en este momento, las relaciones entre Rusia y buena parte del Viejo Continente viven horas bajas.
Lucha contra el fascismo, entonces y ahora
El este de Ucrania ha quedado en un estado amorfo y se debate entre la guerra y la paz debido a la agresiva política de desestabilización orquestada por el Kremlin. Y la anexión de Crimea por parte de la Federación Rusa se consumó mediante el desacato flagrante de los principios de inviolabilidad de las fronteras, de respeto a la integridad territorial de los Estados y de renuncia a la amenaza o al uso de violencia. El orden de paz europeo, surgido durante la Guerra Fría y expuesto en la Carta de París de 1990, fue puesto en entredicho por las decisiones de Rusia.
Por si fuera poco, el Kremlin justifica su actuación en Ucrania alegando que está luchando contra el “Gobierno fascista y golpista” de Kiev. Desde hace meses, los medios controlados por el Kremlin le repiten a la audiencia rusa –y también a la extranjera– que, tras el derrocamiento del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, “políticos fascistas apoyados por los servicios secretos estadounidenses” tomaron el poder en Kiev".
Victoria histórica con gran fuerza simbólica
El 70º aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi llega en buen momento para los líderes del Kremlin. Ya en tiempos de la Unión Soviética, la derrota de los nacionalsocialistas germanos era usada para colocar a Moscú del lado de los poderes moralmente solventes, a pesar de los estragos que ya habían causado los crímenes estalinistas y la dictadura comunista.
Nadie puede ni pretende minimizar el rol jugado por la Unión Soviética a la hora de doblegar a Adolf Hitler. Sin embargo, una lectura llana y simplista de la Segunda Guerra Mundial impide que se haga una reflexión crítica de la más grande catástrofe del siglo XX. Y ese es precisamente el tipo de lectura que se ha hecho de aquellos sucesos históricos, incluso tras la disolución de la Unión Soviética.
En Rusia, el triunfo sobre la Alemania nazi no ha dejado de ser instrumentalizado políticamente por el Kremlin. De hecho, este año ha puesto énfasis sobre esa estrategia: la élite política rusa intenta legitimar su injerencia en los asuntos internos de Ucrania y su política exterior anti-occidental apelando al recuerdo de la victoria sobre la Alemania nazi hace setenta años.
La ceremonia pautada para el 9 de mayo en la Plaza Roja será el punto álgido de una conmemoración orquestada con talante belicoso. Por eso, los políticos occidentales de mayor peso han dejado en claro que no asistirán. Y esa es la decisión correcta, porque subraya el mensaje que se viene emitiendo desde hace meses: la política ucraniana de Moscú aisló a Rusia del mundo.
Esa noción no es debilitada ni siquiera por el hecho de que los representantes de China, India y otros países sí estarán presentes en la ceremonia. El contraste con la conmemoración del 65º aniversario de la capitulación de la Alemania nazi no podría ser mayor. Hace un lustro, las figuras políticas más importantes del mundo asistieron a los eventos celebratorios; hasta los soldados estadounidenses y polacos participaron en la marcha militar.
Recordando juntos el sufrimiento de las víctimas
No obstante, para el Estado alemán es importante demostrar que, al conmemorarse el 70º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, los alemanes están conscientes de su culpa histórica y de la responsabilidad que llevan sobre sus hombros por las injusticias que les infligieron a millones de personas. Y es por eso que la participación del ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, en la ceremonia del 7 de mayo en Volgogrado –antiguamente Stalingrado– es una señal correcta e importante para la reconciliación entre los alemanes y los rusos. El nombre de la ciudad de Stalingrado le recuerda a la sociedad alemana los crímenes que los soldados alemanes cometieron contra los rusos.
En ese sentido, también es elogiable que la canciller alemana, Angela Merkel, viaje a Moscú para asistir junto a su homólogo ruso, Vladimir Putin, a las ceremonias conmemorativas del 10 de mayo. Juntos colocarán una corona de flores en el Monumento al Soldado Desconocido. Las visitas de Steinmeier y Merkel son señales importantes para la población rusa; ellas le dejan saber que ni Alemania ni Occidente buscan una confrontación con el pueblo ruso.