Humboldt o la pasión por el conocimiento
6 de mayo de 2009En la época actual, viajar de un continente a otro es algo de todos los días. No así durante el S. XIX, que fue testigo del florecimiento del espíritu científico y universalista de Alexander von Humboldt. Celebrado hoy en Alemania como el mayor pensador e investigador de su época, Humboldt se había propuesto “representar el mundo material en una obra”.
Sus clases sobre el saber científico de la época (1827) forman la base de su obra “Cosmos”, publicada en cinco tomos entre 1845 y 1862. Sus viajes exploratorios lo llevaron a América del Sur, a parte del territorio del México actual, a EE.UU. y a Asia Central. Realizó investigaciones que abarcaron áreas como la física, la química, la geología, la mineralogía y vulcanología, la botánica, zoología, oceanografía y astronomía.
Humboldt, el hombre ilustrado
Hijo menor de Alexander Georg von Humboldt y Marie Elizabeth von Hollwegen, nació en Berlín el 14 de septiembre de 1769. Su padre era un oficial al servicio del rey Federico II de Prusia y puso gran énfasis en brindar a sus hijos, Wilhelm, el mayor, y Alexander, el menor, una educación integral. La familia vivió en el castillo de Tegel, en Berlín, donde aún moran sus descendientes, y allí Alexander y su hermano recibieron clases particulares de idiomas, ciencias naturales, geología, anatomía, botánica y filosofía. Se formó en las universidades de Fráncfort, Berlín y Gotinga.
Alexander von Humboldt mostró tempranamente un gran interés por la naturaleza. Al terminar sus estudios en Freiberg, Sajonia, pasó a trabajar en una dependencia del Gobierno. Al morir su madre a finales de 1796 heredó una importante cantidad de dinero. Así, renuncia a su trabajo para dedicarse de lleno a sus viajes de exploración científica. Viaja en 1798 a París, donde se relaciona con el científico Aimé Bonpland, con quien realizará sus viajes a América del Sur.
Considerado por algunos como el verdadero descubridor de América, una frase de Simón Bolívar resume su labor científica, su osadía como explorador y su labor multifacética: “Alexander von Humboldt es el descubridor científico del Nuevo Mundo, cuyo estudio ha beneficiado más a América que todos sus conquistadores”. Numerosas calles, escuelas y hasta una corriente marítima llevan su nombre en el continente americano, así como especies de animales y vegetales. Muchos de los experimentos que llevó a cabo, por ejemplo, la búsqueda de la “energía vital” (Lebenskraft) los realizaba en él mismo como conejillo de indias.
Incansable viajero y aventurero osado
Humboldt se dirige en 1798 a Madrid con Bonpland con el objetivo de obtener el apoyo de la Corona Española para sus viajes a Sudamérica. Es, además de científico, un hábil diplomático y logra, gracias también a su excelente dominio del español, cartas de recomendación y un “pasaporte de investigador”, lo cual le aseguró libertad de acción y el apoyo de toda la gobernación en las colonias españolas.
Su pasión por descubrir y explorar nuevos mundos lo llevó a recorrer las Islas Canarias, Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador y el norte de Perú, México (entonces Nueva España) y el este de EE.UU. Llegó a recorrer 10 mil kilómetros en tres etapas. En 1799 se embarca en La Coruña, España, hacia las Islas Canarias con más de 50 instrumentos, entre ellos, telescopios, sextantes, higrómetros y barómetros. Allí asciende al volcán Pico de Teide (3.718 m) en Tenerife. Humboldt y Bonpland registran la vegetación, lo que harían en todos sus viajes, e investigan el cráter del volcán. (Lea en la próxima página qué peligros esperan a la expedición de Humboldt en Sudamérica)
Siguen viaje por el Océano Atlántico hasta Cumaná y Caracas, en Venezuela. Exploran en 1800 el río Orinoco, llegando al sur hasta el Río Negro. Viajan por el río en una piragua, una embarcación formada por un tronco de árbol hueco de 13 metros de largo y apenas un metro de ancho, colmada de instrumentos de medición. “El trópico es mi elemento, y hace mucho que no estoy sano durante tanto tiempo como en los últimos dos años”, escribe Humboldt a su familia. Sus estudios no se limitan a la flora y fauna de la región, sino que además se extienden a las costumbres de los pobladores indígenas de esas latitudes. Incansable, se ocupaba de realizar diversas mediciones, mientras Bonpland se concentraba en las especies vegetales. Ambos dibujaban todo lo que veían.
Segunda expedición
Su segunda expedición a Sudamérica comienza después de una corta estadía en La Habana, donde reúne material para su obra sobre la geografía de Cuba (“Ensayo político sobre la Isla de Cuba”). En Bogotá se relaciona con el botánico José Celestino Mutis, con quien realiza descubrimientos importantes. Allí realiza un peritaje sobre la producción de oro y plata en Colombia, encargado por el Virrey de España. Viaja en 1802 desde Bogotá a Quito, donde asciende al volcán Pichincha, siendo sorprendido por un movimiento telúrico. Y la suerte no quiso que llegara a la cumbre del Chimborazo (6310 m), si bien su ascensión a 5715 m. marcó un récord durante 30 años.
Fiebre, mareos y apunamiento, así como mosquitos y flechas con curare, estaban a la orden del día. Llegó en 1802 al altiplano de los Andes, a Cajamarca y Lima. En 1803 comienza en Acapulco la última etapa de su expedición por el continente americano. Viajó desde Acapulco hasta la ciudad de México y Veracruz, cerrando la aventura en los EE.UU., donde gozaba de renombre y fue huésped del entonces presidente Thomas Jefferson en Washington y Philadelphia.
Pero Humboldt no sólo recorrió territorio americano, sino que explora Asia Central y Rusia. Luego de volver a tocar suelo europeo en 1804, y después de más de 20 años, parte en 1829 para los Urales.
La armonía de la creación
Su obra nació de la transgresión de fronteras entre las ciencias. Según Humboldt, “el saber y el conocimiento son las alegrías y el derecho de la humanidad”. Hans Magnus Enzensberger, escritor alemán, ha dicho de Humboldt que “su prosa es vital, emocionante y comprensible sin concesiones”. Enzensberger es responsable de la nueva edición de “Cosmos” en 2004, que fue un éxito de ventas.
Alexander von Humboldt fue amigo de Goethe y Schiller hasta el final de sus días. Murió a los 90 años, y no había peligro al que no le hubiera hecho frente.
Con su obra “Cosmos”, que comenzó en 1834, dedicó 25 años de vida a su visión integral del universo, una visión cuya descripción podría sonar extraña en la era post-tecnocrática: la de un universalista apasionado para quien la mayor aventura eran la ciencia y el saber.
Autor: Cristina Papaleo
Editor: Enrique López