"No es voluntad de Dios el papel de sumisión de la mujer"
30 de noviembre de 2022Mariela Pereyra es pastora de la Iglesia Evangélica Luterana Unida —que nuclea a las iglesias de Argentina y Uruguay—, de la que también es su vicepresidenta.
Es, además, la única representante latinoamericana en el Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias, que reúne a más de 350 iglesias cristianas, de más de 120 países.
DW dialogó con esta mujer de mirada clara, carácter fuerte, y agenda más que nutrida, nacida hace 50 años junto a las costas de Mar del Plata, y que hoy vive en Buenos Aires, junto a su marido, también pastor, y a sus tres hijos. Y que, por cierto, no recurre a eufemismos para sentar postura.
DW: Usted es la única integrante latinoamericana del Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias: ¿cuáles son las características propias de las iglesias del continente?
Mariela Pereyra: Las iglesias latinoamericanas tienen un enraizamiento cercano al tema de la defensa de los derechos humanos, a la lucha por la tierra, por el medioambiente y contra el extractivismo. Hacemos una lectura crítica de lo que es la situación ambiental, porque no se trata solamente de decir "la tierra está sufriendo", sino de ir detrás de por qué está sufriendo, de qué ha hecho el ser humano con esta creación que Dios nos ha dado, del mal uso y el abuso de los recursos para llegar a esta situación actual. Porque esto no es voluntad de Dios: es acción humana, y es la sobreexplotación por parte de las grandes potencias de los recursos naturales, sin una visión de cuidado y de renovación.
Las tensiones sociales están muy presentes en toda Latinoamérica y las iglesias tienen una voz profética y de denuncia sobre muchos atropellos que nuestra gente sufre, sea o no miembro de la iglesia.
¿Cuál es el rol actual de la mujer en las iglesias de Latinoamérica, si bien no se puede generalizar?
Muchas iglesias tienen liderazgo de mujeres. Hace entre 40 y 60 años que empezaron a ser ordenadas las primeras mujeres ministras. El liderazgo femenino va llegando. Y no es una cuestión fortuita, sino el resultado de muchas mujeres que han luchado, que han tomado la Biblia y han asumido que no es voluntad de Dios el papel de sumisión de la mujer, sino que es una construcción humana. Nosotros decimos que es el "pecado estructural del sexismo", donde la mujer es inferior al varón.
¿De manera que el machismo y el sexismo no están "prescritos" desde los inicios mismos del cristianismo, desde las Escrituras?
Yo diría, y lo puedo afirmar teológicamente, que estos están presentes solo desde la hermenéutica (N.d.l.R.: interpretación de los textos sagrados) que algunos aplican sobre las Escrituras, porque si uno lee los Evangelios con herramientas críticas, se da cuenta de que Jesús siempre tuvo en su movimiento a mujeres, tuvo una "apóstola", que fue María Magdalena, a la que la Historia ha borrado, la ha dejado de nombrar, pero que fue una de los apóstoles de Jesús. Y, además, el hecho más simbólico, es que el anuncio de la Resurrección, que es la cuna de la fe cristiana, fue hecho en boca de mujeres, y esto incluso cuando, en el tiempo de Jesús, las mujeres no tenían el mismo estatus jerárquico y social que los varones.
¿Cómo evalúa, sin embargo, el accionar de las iglesias en relación con los derechos de las mujeres?
Bueno, también tenemos que hacer autocrítica todas las iglesias, y reconocer que hemos sustentado, y seguimos muchas veces sustentando, un discurso de desvalorización de las mujeres. Y que eso implica, en consecuencia, que la persona es desvalorizada, es violentada y es privada de derechos. También que se decide sobre la vida de las mujeres sin consultarlas, se habla de ellas como si fueran terceras personas, y no se las incluye en las mesas y demás. Pero yo creo que las iglesias estamos haciendo autocrítica, para deconstruir esa adecuación que tuvimos a un modelo totalmente machista y patriarcal.
¿Cómo ve el futuro del continente?
Yo tengo esperanza, porque soy una mujer de fe, pero la esperanza exige que el ser humano haga una autocrítica sobre lo que está destruyendo, porque la esperanza surge a partir de la búsqueda de restauración de lo que hicimos mal. Así que mi esperanza va siempre unida por supuesto a la fe en Dios, y a los diálogos necesarios para construir la paz, a revisar esas posiciones intransigentes que tenemos en Latinoamérica, donde nos están costando mucho los lugares de encuentro.
(rml)