Juan Guaidó: un mes de angustias y esperanzas
22 de febrero de 2019"Aunque Guaidó no tiene un poder efectivo de control de los organismos del Estado venezolano, sí goza de un reconocimiento internacional que la oposición nunca logró en los 20 años de la ‘revolución bolivariana'”, dice a DW Ronal Rodríguez, politólogo del Observatorio de Venezuela de la Universidad El Rosario, de Colombia, quien advierte que no se debe despreciar algo que él ha logrado despertar en millones de ciudadanos: "El espíritu de cambio de los venezolanos”. Un aspecto que el experto colombiano considera un capital a la hora de la caída del régimen, que, según Rodríguez, "no se dará desde afuera, sino gracias a la presión interna”. De ahí la importancia de la figura de Guaidó y lo que significa para el consenso sobre las formas pacíficas de la lucha política, recalca.
A pesar de la "politización de la Ayuda Humanitaria”, Ronal Rodríguez destaca que lo que hace el líder parlamentario no es otra cosa que utilizar formas pacíficas de oposición frente a un régimen que no solo cuenta con fuerzas militares sino con milicias armadas dispuestas a atacar a civiles desarmados.
La legitimidad de Juan Guaidó
Para el jurista venezolano Luis Alfonso Herrera Orellana está claro que Guaidó "no se autoproclamó sino que se juramentó conforme al Artículo 233 de la Constitución venezolana, contando con el respaldo de la Asamblea Nacional”. Una legitimidad también reconocida por Benjamín Scharifker, rector de la Universidad Metropolitana de Caracas (Unimet), para quien "la corrupción y arbitrariedad han condenado a hambre, miseria y enfermedad a la gran mayoría de los venezolanos y forzado el exilio de millones”.
Herrera, actualmente profesor universitario en el exilio chileno, considera que Juan Guaidó, a pesar de las grandes dificultades, ha logrado avanzar en tres niveles relevantes: "En primer lugar, en el manejo de las relaciones diplomáticas con los más de 50 países que han reconocido su presidencia interina, en los que ha nombrado autoridades, importantes para canalizar los apoyos. En segundo lugar, en materia petrolera, las decisiones de Guaidó sobre Citgo urgían para poner fin a los manejos ilícitos del régimen de Maduro. Y en tercer lugar, Juan Guiadó ha logrado unificar el país en esa ruta democrática hacia la transición”.
De la polarización a la crispación. ¿Y de aquí a la distención?
También Herrera destaca "el tono directo, respetuoso y conciliador” de Guaidó, importante en "una sociedad que ha pasado de la polarización a la crispación”. Aún así, Guaidó ha sido acusado de ser un "títere del imperio yanqui que pide Ayuda Humanitaria para facilitar una intervención militar”, como lo ha repetido Nicolás Maduro en varios escenarios.
A propósito, el analista Ronal Rodríguez recuerda que no fue Trump el que hizo posible a Guaidó sino los regímenes de Chávez y Maduro con su desdén del deseo de transformación de los venezolanos, los cambios de las reglas de juego, su desconocimiento de los éxitos electorales de la oposición e instrumentalización del diálogo. "Fue necesario que Maduro vaciara de poder las elecciones para que este momento se diera”, concluye el experto. El momento para una figura desconocida, y por construir, como la de Juan Guaidó, que ofrece amnistía a militares y apela a su humanidad para que permitan la ayuda humanitaria.
Un especialista en acciones políticas no violentas
"Juan Guaidó le ha quitado a la oposición venezolana la mezquindad que la ha caracterizado, o le han atribuido, justa o injustamente, a largo de dos décadas”. La figura de Juan Guaidó ha desubicado a más de uno, fuera y dentro de Venezuela: "Como a la ultraderecha en Colombia que lo alaba, sin saber que Voluntad Popular fue el partido venezolano que impulsó la creación del Sindicato de Trabajadores venezolanos”. Por su parte, al antiguo sindicalista del metro de Caracas Nicolás Maduro "le es imposible encasillar a Guaidó como una presunta ficha de la derecha fascista, como lo ha hecho con todos sus oponentes”. Juan Guaidó no es un "prístino caraqueño de roce global, sino un ingeniero de la universidad jesuita Andrés Bello de clase media baja que recibió entrenamiento en acciones políticas no violentas, basadas en estrategias alemanas”, describe Rodríguez.
Por su parte, en Colombia hay líderes políticos que están recateando la gravedad de las tragedias nacionales con las de Venezuela. "Ayudar a Venezuela es desamparar a Colombia, es, según Ronal Rodríguez, el lema de la izquierda dogmática en Colombia, en cabeza del senador Gustavo Petro, quien con sus duras críticas a la oferta del Gobierno de Colombia al pueblo venezolano está creando un peligroso clima de animadversión contra los refugiados sin precedentes en Colombia: "Las expresiones de xenofobia y la capitalización política de la crisis venezolana que esperábamos en las campañas electorales locales de la región fronteriza, se están activando así, a nivel nacional", concluye el analista.
Trump, ¿maldición o bendición de la oposición venezolana?
"Si bien Guaidó no es una creación de Trump, su relevancia hubiera sido imposible sin Donald Trump en la Casa Blanca, con todo lo negativo que eso pueda ser para el proyecto de transición en Venezuela y su imagen internacional”. Esa es la conclusión de Ronal Rodríguez, quien considera que "el pugnaz discurso de Trump le sirve también al régimen venezolano para decir que EE.UU. está tras el petróleo venezolano”. Trump le sirve a la oposición, al tiempo que le hace daño: "¿Cómo decir que el proyecto de la oposición es legítimo si tiene como amigo al personaje, probablemente más odioso del mundo?", se pregunta el analista colombiano.
Sea como sea, Juan Guaidó es un gobernante sin gobierno, en un país descuadernado. Un líder que pide ayuda humanitaria en un país cuyo presidente en funciones niega que haya hambre y desnutrición. Un autoproclamado presidente encargado que no ha podido asegurar que esa ayuda simbólica atascada en Cúcuta, Boa Vista y Curaçao vaya a poder pasar. Guaidó es un presidente interino, sin fecha para convocar elecciones. Pero lo que sí parece ser evidente, es que Guiadó es una figura de la esperanza de cambio, la misma que el politólogo Ronal Rodríguez sugiere "no subestimar”.
(er)