¿Justicia social? ¡Agua para los wayuu!
26 de enero de 2021Aura Vidalina Robles es wayuu, maestra artesana. Su trabajo y su defensa de más de tres décadas del río Ranchería y actualmente de su afluente, el arroyo Bruno, la han vuelto un personaje público de la Guajira.
Esa tan árida como extensa región -entre la caribeña Riohacha, el lago de Maracaibo y la Sierra Nevada- es ancestralmente territorio wayuu. Ahora lo atraviesa la frontera entre Colombia y Venezuela, cerrada desde el 2015.
"Es horrible, no nos adaptamos”, dice a DW Aura Robles. "Nuestros cementerios quedaron del otro lado, toda la familia de mi abuelita, de mis tatarabuelos, está pasando la frontera”, lamenta, recordando que las familias wayúu se definen por la línea materna.
De la casta Jusayú, la familia de Aura llegó caminando hace cuatrocientos años desde su territorio ancestral, hoy Venezuela, hasta el centro de la Guajira, hoy Colombia. "La visita al territorio ancestral es obligación, se trata de entender los orígenes. Es nuestra atadura al territorio. Un wayuu que no conoce su territorio ancestral no es wayuu”, explica Aura, añadiendo que, con el cierre de la frontera, tienen que entrar clandestinamente.
Una minera contra una cultura
Originalmente pastores y recolectores semi-nómadas, los wayuu se trasladaban hacia las tierras altas de Sierra Nevada en épocas de mayor sequía, para alimentar al ganado. "Hoy en día se nos dificulta mucho: un ferrocarril atravesó nuestro territorio y mata nuestros animales. A diferencia de los wayuu de la costa, que manejan la pesca y tienen producto para vender permanentemente, la economía de los del centro de la Guajira es muy precaria. Dependemos de los animales y la artesanía”, explica Aura.
Ella misma se recuerda, desde muy niña, tejiendo para su wayúnkerra, la muñeca de barro de los wayuu, para la cual había que tejer su vestimenta. "Nosotros fabricábamos todo lo que necesitamos: desde la mochilita hasta el chinchorro, es decir el bolso y la hamaca”, explica Aura para sus interlocutores arijunas, extranjeros. Recuerda también que su pueblo tenía soberanía alimentaria pues recogía los frutos de la estación: algarrobo, iguaraya, aceituna, guáimaros.
"En este momento en que el Río Ranchería -que bañaba ocho municipios del valle entre las estribaciones de la Sierra Nevada y los Montes de Oca- está seco, las riberas ya no son fértiles, queda muy poco para recolectar y tampoco hay plantas medicinales”, cuenta Aura.
Esto y la polución del río por la industria minera que llegó a instalarse a comienzos de la década de los ochenta y el cambio climático -que deja por años sin lluvia a la Guajira- son corresponsables de miles de muertes infantiles. "Ahora quieren desviar la última fuente de agua que nos queda, el arroyo Bruno”, denuncia Aura.
La lucha sigue. Esta, para Aura, comenzó en 1983 cuando unos empleados de la Morrison-Knudsen le previnieron que iban a desviar el río. Entretato, su defensa de las fuentes hídricas del territorio wayúu le ha valido desempleo para su familia, difamación.
"Comenzaron por afirmar que yo no tenía casta ni territorio. Les he demostrado que sí los tengo. Y que tengo derecho a defender mi río”, dice Aura mientras teje artesanías que se venden en ferias internacionales. "Es que una wayuu que no teje, no es wayúu”, concluye, recordando que la justicia social para su pueblo, de región árida, comienza por su río, por devolverle su agua.