Katarina Witt: la cara bonita del socialismo
11 de enero de 2009“Todos los días iba con mis amigas del jardín de infancia a la pista de hielo y ya entonces sabía que eso era lo mío: correr y saltar mientras te miraba todo el mundo. Eso era lo que quería hacer y eso era lo que sabía hacer, de siempre lo tuve claro”, escribe Katarina Witt en su autobiografía Meine Jahre zwischen Pflicht und Kür, Mis años entre la obligación y el deporte, publicada en 1994.
Correr, saltar y embelesar al público: esas eran sin duda las cualidades de Witt sobre el hielo. En 2008, la patinadora artística abandonó las pistas y puso fin definitivamente a su brillante, pero también polémica, carrera, que había comenzado en 1970 en el club deportivo de la Karl-Marx-Stadt, la ciudad Carlos Marx.
Bailando hacia el éxito
Katarina Witt llevaba un año trabajando con la exitosa entrenadora Jutta Müller cuando ganó su primera medalla de oro: la patinadora tenía once años y logró subirse al escalón más alto del podio en la “Espartaquiada Infantil y Juvenil” de 1976. La pequeña Kati era la deportista ideal a los ojos del sistema comunista: miembro de la organización juvenil socialista Freie Deutsche Jugend (FDJ), “Jóvenes Alemanes Libres”, de familia discreta, aplicada en los estudios y disciplinada en los entrenamientos.
Su talento y su carisma, combinados con la constancia y la ambición hicieron de ella rápidamente una triunfadora. Primero se impuso en los certámenes nacionales (de 1981 a 1988 fue campeona de patinaje sobre hielo la RDA), y luego en los internacionales. A partir de 1983 ganó seis veces consecutivas el campeonato de Europa y en 1984 la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sarajevo. Ese mismo año se convirtió por primera vez en Campeona del Mundo, título que revalidó tres veces más.
Entre el socialismo y el capitalismo
Durante los Juegos Olímpicos de Calgary de 1988, la “hija más bella de Marx” culminó su metamorfosis en el ídolo deportivo de toda Alemania: tanto de la del este como de la del oeste. Gracias a ella cae el Muro: al menos en las cabezas de los alemanes amantes del deporte. Pero las fronteras entre ambos sistemas sociales siguen existiendo. Katarina Witt recordará años después su competición por la medalla de oro contra la estadounidense Debi Thomas como “una lucha de clases total: lo era para los estadounidenses [...] y lo era también para nosotros. Era una batalla entre sistemas”.
Ya en aquella época, las excursiones al capitalismo y, gracias al deporte, una libertad para viajar que no alcanzaba a otros ciudadanos de la RDA formaban parte de la vida de Witt. En 1988, la patinadora llegó a la cumbre de su carrera, y al mismo tiempo se despidió de ella: Witt daba el salto al mundo del espectáculo. Entre noviembre de 1988 y marzo de 1989 participó en la revista Holiday on Ice, toda una sensación en la RDA. Unos meses antes de la desintegración de la Alemania comunista, Witt entraba en contacto con el “círculo del famoseo”, que la aceptó al completo caído el Muro de Berlín.
De la niña bonita a colaboradora
Pero antes de que sucediera todo eso, la RDA le sacó buen partido al éxito de Witt. La patinadora era una fuente de divisas para el país: el 80 % de lo que ganaba con las revistas pasaba directamente a engrosar las arcas del Estado. Como contrapartida, Katarina Witt disfrutó de los privilegios que le concedía su estatus de “preferida del funcionariado” como, por ejemplo, un auto o un lavavajillas, cosa que sus compatriotas no tardarán en reprocharle cuando se venga abajo el sistema.
Los años que siguieron al fin de la RDA no fueron en general fáciles para Witt. De ser festejada como “la cara bonita del socialismo” pasó ser blanco de los ataques de los medios. El diario sensacionalista Bild, por ejemplo, la criticó por su cercanía al SED, el partido oficialista de la RDA.
Pero cuando en 1992 la prensa la acuse de colaboración con el Ministerio para la Seguridad del Estado (Stasi), el órgano represor del sistema, Witt ganará un proceso contra varias casas editoras y diarios amarillistas sajones: no hay ningún indicio que justifique una búsqueda de presuntas actas de la Stasi sobre la patinadora, ni tampoco la puesta en marcha de una investigación sobre los supuestos contactos de Katarina Witt con la Stasi, anunció desde Berlín David Gill, portavoz de la oficina que custodia los documentos de la Stasi, BStU por sus siglas en alemán.
Agraciada y espiada
Diez años más tarde, Katarina Witt volvió a situarse en el centro de la discusión política: la patinadora elevó una queja contra la publicación del acta que sobre ella había redactado la Stasi hasta el Tribunal Administrativo de Berlín, aunque luego la retiró.
En febrero del 2002, la BStU hizo pública a través de su representante federal, Marianne Birthler, la siguiente declaración: “El Tribunal Administrativo de Berlín resuelve en procedimiento de urgencia que la BStU no está autorizada para publicar ningún acta que se refiera a Katarina Witt. Marianne Birthler es de la opinión de que, según esas actas, Katarina Witt se benefició del [Ministerio para la] Seguridad del Estado”.
Pero la relación de Witt con la Stasi también tiene otra cara: la deportista, considerada por la BStU como “beneficiaria” de los órganos represores, fue espiada casi ininterrumpidamente desde 1973. Su acta, llamada “Operación Flop", es muy extensa. 181 páginas de la misma son accesibles al público. Para Katarina Witt el contenido de los documentos fue un shock: “hubiera preferido no enterarme nunca de algunas cosas. Yo no trabajé para la Stasi, pero tampoco fui miembro de la resistencia. No fui una víctima. En todo caso, fui un objeto”.