Familias binacionales
26 de diciembre de 2011A principios de los setenta, cuando la alemana Renate Michaud-Rustein se casó con un hombre haitiano, las personas de su entorno inmediato reaccionaron asumiendo actitudes racistas y xenófobas sin ninguna reserva. Renate respondía sin perder los estribos y, a veces, hasta con humor, pero nunca se quedó callada.
Por ser negro, la gente hablaba de su esposo como si no estuviera presente; sus compañeros de trabajo hacían bromas sobre la pareja y la pediatra describió a su hijo como “cruzado” (Mischlingskind) en su expediente médico. “Yo siempre tenía que estar preparada para situaciones como esa”, dice Renate, que hoy tiene 73 años.
Esa disposición a defender su relación de pareja y a su familia la llevó a unirse a la IAF, una asociación de mujeres casadas con hombres no alemanes, creada en Fráncfort del Meno en 1972. En un momento en que sólo los hijos de hombres alemanes podían obtener la nacionalidad alemana, Renate necesitaba ayuda legal.
Y es que, dependiendo de las circunstancias, los hijos de padres no alemanes podían llegar a ser apátridas. La IAF organizó protestas contra esa norma e hizo llegar al Parlamento federal una petición para reformarla. “Fue maravilloso descubrir a la IAF y toparme con otras mujeres que enfrentaban problemas similares a los míos”, recuerda Renate.
Alemania, más multicultural que nunca
El derecho que rige la atribución de la nacionalidad alemana no es lo único que ha cambiado tras la fundación de la IAF, que hoy día lleva el nombre de Asociación de Familias y Parejas Binacionales. Su área de influencia ha sido grande en estos tiempos, cuando uno de cada quince matrimonios está formado por una pareja binacional.
La canciller alemana, Angela Merkel, llegó a decir en algún momento que el proyecto “multi-kulti ha fracasado”, como si la composición multicultural de un país pudiera neutralizarse a punta de retórica. Los hechos dicen otra cosa: una de cada cinco personas tiene a un inmigrante en las ramas más cercanas de su árbol familiar.
En un momento en que la interculturalidad ha pasado a ser un asunto cotidiano, la IAF no sólo tiene un nombre más abarcador, sino que también se ha profesionalizado. A medida que iba aumentando el número de mujeres que pedían asesoría, se fueron estableciendo estructuras definidas y estándares claros.
Hoy día, la Asociación de Familias y Parejas Binacionales tiene 22 sucursales en todo el país, ocho de las cuales cuentan con trabajadores a tiempo completo. La asesoría jurídica es un elemento fundamental de su trabajo porque las parejas binacionales suelen enfrentarse con numerosos obstáculos burocráticos.
Lobby para poner al día las leyes alemanas
La asociación recibe la mayor parte de su financiamiento del Ministerio para la Familia, a escala regional y federal. Eso le permite ofrecer también grupos de autoayuda, cursos de formación y grupos de juego para niños. El apoyo del Estado también ha contribuido para que la asociación se consolide políticamente.
“Somos una organización que hace trabajo de cabildeo, de ahí que ofrecer asesoría política es otra de nuestras tareas importantes”, comenta Michaela Schmitt, directora de la sucursal de Renania del Norte-Westfalia, agregando que siguen teniendo vigencia leyes completamente ajenas a un mundo como el actual.
“El mundo está globalizado y es políglota. La sociedad alemana parece no darse cuenta de ello”, dice Schmitt y describe el caso recurrente de familias a cuyos miembros se les prohíbe entrar juntos al país, tras haber vivido en el extranjero, porque la madre o el padre no tienen el documento alemán que autoriza la inmigración.
Los temas abordados por la Asociación de Familias y Parejas Binacionales también se han diversificado en los cuarenta años que tiene de fundada. Entre sus 2.000 miembros se hallan ahora también los hijos de las parejas binacionales que la crearon, y ellos traen consigo intereses y problemas propios.
La experiencia de los hijos de parejas binacionales
Los hijos de parejas binacionales tienden a ser presionados por la sociedad alemana a definir con precisión de dónde vienen, dejando claro que el fenómeno de la interculturalidad –la capacidad de identificarse simultáneamente con elementos de distintas culturas, más allá de lo que diga un pasaporte– sigue sin ser comprendido del todo.
Y cuando el fenotipo de los pequeños no concuerda con el atribuido tradicionalmente a los “verdaderos” alemanes –los de piel blanca–, surgen dificultades de otra naturaleza: durante las actividades realizadas para que los niños desarrollen seguridad en sí mismos, a éstos les cuesta encontrar figuras ejemplares o profesionales prominentes de piel oscura.
“La mentalidad de los alemanes no ha cambiado mucho”, advierte Renate Michaud-Rustein. Recientemente, cuando visitó a la pediatra con su nieto, la doctora escribió en el expediente médico del niño: “garganta irritada, contextura delgada, mulato”. Renate le escribió una carta para que tomara consciencia de su falta de tacto. En Alemania todavía quedan muchas actitudes por corregir.
Autores: Dennis Stute / Evan Romero-Castillo
Editor: Enrique López