La “bala de plata” rusa, ¿ficción o realidad?
15 de agosto de 2019La primera vez que se habló del misil de crucero 9M730 Burevestnik fue el 1 de marzo de 2018, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, presentó las seis nuevas armas estratégicas del gigante euroasiático durante su discurso sobre el estado de la nación. El "hombre fuerte” de Moscú mostró un video en el que se apreciaba la representación digital animada de un cohete maniobrable, cómo éste evadía sistemas antimisiles mientras se desplazaba sobre el océano Atlántico, bordeaba el Cabo de Hornos –el extremo meridional del continente americano– y luego se dirigía hacia el norte hasta destruir un objetivo en la isla estadounidense de Hawaii. En aquella ocasión, la televisora estatal RT se regodeó en la exhibición del nuevo arsenal de la Federación Rusa.
Desde luego, como las imágenes mostradas eran animaciones similares a las de los video juegos, la pregunta de rigor fue si el arma en cuestión existía realmente, si su construcción era viable o si se trataba de ciencia ficción. La incógnita no fue despejada y volvió a cobrar actualidad el pasado 8 de agosto, cuando se registró una fuerte explosión en una instalación militar de Arcángel, capital del óblast homónimo ubicada a orillas del río Dviná Septentrional. Según la Agencia Rusa de Energía Atómica (ROSATOM), tres trabajadores de la base sufrieron quemaduras y otros cinco perdieron la vida debido al estallido que tuvo lugar cuando un propulsor de cohete a base de combustible líquido estaba siendo sometido a prueba. El comunicado de ROSATOM atizó la curiosidad, sobre todo porque en él se hace alusión a "isótopos”, la mayoría de los cuales son radiactivos.
Indicios de experimentos nucleares
Los isótopos radioactivos no son los carburantes más usuales para un propulsor como el mencionado. Remiténdose a fuentes rusas, un portavoz de la organización ambientalista Greenpeace le dijo a la agencia de noticias Reuters que, poco después de la explosión, los indicadores de radioactividad se multiplicaron por veinte en Severodvinsk, una urbe situada a 35 kilómetros de Arcángel. También esa medición apunta a la liberación de material radioactivo. Y como los cohetes impulsados por combustible líquido no emiten radioactividad alguna, especialistas suponen que el dispositivo puesto a prueba contaba con un propulsor híbrido, a medio camino entre convencional y nuclear. Putin aseguró que el 9M730 Burevestnik ya había superado todos los ensayos en 2017, pero no presentó evidencias de ello.
A finales de marzo de 2019, la televisora estadounidense Consumer News and Business Channel (CNBC) señaló que se habían realizado cinco experimentos con misiles de crucero 9M730 Burevestnik desde febrero de 2018 y que éstos siempre se habían estrellado sin llegar más allá de las 22 millas. Tampoco hay evidencias de que eso sea cierto; CNBC se remitió a informaciones proveídas por funcionarios estatales no identificados cercanos a los servicios secretos estadounidenses. Si el 9M730 Burevestnik existiera se trataría del primer misil de crucero intercontinental del mundo, estratégicamente superior al misil balístico intercontinental (ICBM), cuya trayectoria de vuelo no se puede alterar tras el despegue y que, en teoría –pese a la velocidad que han ganado desde los años ochenta del siglo pasado–, puede ser derrumbado por sistemas antimisiles.
La posibilidad de que un cohete propulsado con energía nuclear expida radioactividad es uno de los grandes riesgos de ese tipo de armamento, no solo para el personal militar que lo manipula u opera, sino también para toda la población civil de las zonas cubiertas por su trayectoria; si uno de esos misiles cae a tierra, las consecuencias serían catastróficas. Lo sucedido en Arcángel, Rusia, puede ser un indicio de los peligros que esa tecnología representa incluso en tiempos de paz.
(erc/ers)
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