“Derecha e Izquierda no describen los fenómenos que vemos"
9 de febrero de 2018Tú has estado interesada en el feminismo. Sin embargo, tu protagonista, a pesar de que es bien humana, no es lo que podríamos considerar una heroína. ¿Cuál es tu postura frente a los movimientos feministas? y demos una mirada a esa Lina Meruane que usa tu nombre en la novela.
Tienes razón. Pero hay una diferencia. Una es la Lina Meruane afuera de los libros, que en efecto es una Lina Meruane feminista, comprometida con la causa, preocupada por la muerte, casi genocidio de mujeres en América Latina, en España y en otros lugares. Preocupada incluso por la violencia doméstica que ocurre, en números alarmantes, de niños hacia sus padres, hijos contra sus propias madres. Desde muy joven soy feminista y lo digo con mucho orgullo. También soy muy crítica de ciertos modos del feminismo actual. Entonces soy feminista y también muy crítica del uso del feminismo, fuera de la ficción.
Ahora, lo que me pasa es que, en el mundo de la ficción, me interesan otras cosas y salen otras pulsiones que no tienen tanto que ver linealmente con mi proyecto más político. En mis libros sí aparecen mujeres que son más complejas, no más que las reales, en su posición política y en su modo de ejercer su feminidad. Son mujeres suscritas a un mundo muy complejo. Pero no es la figura que yo quiero ejercer fuera de la novela.
Sin embargo hay un elemento feminista en "Sangre en el ojo”…
Mirado desde otro ángulo, que no es el del personaje en la novela, yo pienso que el aspecto feminista de la novela es que se invierte la pregunta amorosa, la llamada "prueba de amor" que convencionalmente se le hace a las mujeres. ¿Qué estarías dispuesta a hacer por amor? es lo que se le pide a una mujer, como pareja, como madre. Y ponerle límites a aquello que una mujer estaría dispuesta a hacer equivale a no amar "como se debe": con total abandono, con sacrificio absoluto. Este abandono aparece en el relato que cito en el epígrafe: una mujer llamada Lina se quita los ojos para entregárselos, sacrificando su independencia, poder, a su amado. Yo quise invertir la pregunta, ver qué sucedía si a un hombre se le pide algo semejante. Me parecía que al invertir la pregunta se percibía claramente la violencia implícita en esa demanda de amor incondicional.
Pero no es solo la inversión de las ecuaciones lo que te interesa. En tu biografía hay una reconexión con las raíces palestinas de tus abuelos. ¿Qué te motivó a buscar esos orígenes?
Te refieres a mi libro "Volverse palestina”. Es un libro que no planifiqué escribir. Lo que ocurrió es que por una serie de eventos medio fortuitos terminé viajando a Palestina. Me pasó algo extraño con este viaje: nunca me salió el verbo "viajar”, sino el verbo "volver”. Comprendí que había una especie de mandato inscrito, casi en el ADN, que era que yo estaba volviendo en el nombre de mis abuelos que nunca volvieron.
La pregunta sobre el origen se complica cuando empiezo a investigar la historia del conflicto palestino-israelí y comprendo que hay todo un discurso sobre el retorno que han usado los judíos al volver, o al instalarse o al decir que vuelven a ese territorio. También yo estaría volviendo en una manera extraña, medio prestada, en nombre de otra persona.
Tuve que pensar en el origen y en la problemática del origen, que siempre se vuelve nacionalista, y el nacionalismo lleva a unos extremos que son un poco peligrosos. Es toda una reflexión del lugar de donde yo vengo, de la imposibilidad de recuperar el relato original, porque solo se recuerdan pedazos. También la situación de los palestinos, en la que yo me posiciono en un lugar: a la vez parte de la diáspora, a la vez parte del lugar, porque allí todavía hay una casa que fue de mi familia; y al mismo tiempo como extranjera. Pero también me permitió una serie de salidas a diversos temas que tienen que ver con el origen, los nacionalismos, la vida en varias capas, la situación de los palestinos que perdieron su hogar.
Y volviendo a tí… tú misma te has ido. Eres una escritora chilena que vive en Estados Unidos, ¿Cómo ves tu propio tema del regreso?
Con Chile me pasa que no siento que me haya ido. Suena un poco extraño porque llevo 20 años residiendo en Estados Unidos, pero voy mucho a Chile. Además, están las redes sociales. Siento como si estuviera trabajando en una oficina en las afueras de Santiago y que hace tiempo no he ido a la capital, pero que no estoy tan alejada y dentro de mí siguen pulsando los problemas chilenos.
Como chilena has vivido dos veces el 11 septiembre. ¿Cómo te han marcado estos dos eventos para construirte como escritora y como persona?
El golpe ocurrió cuando tenía tres años. Toda mi infancia y mi juventud fueron bajo la dictadura. Mi familia no fue afectada directamente, como sí sucedió con millones de chilenos. Pero así y todo el ambiente, la coerción, el miedo, la necesidad de ser buenos hijos, de no "salir torcidos”, el miedo de los padres, la presencia militar, el apagón cultural que tuvo la dictadura por supuesto afectaron mi entorno y de alguna manera están inscritos en mi propia obra. Está presente en mis relaciones, en las relaciones de los personajes y los contextos que viven. Es inevitable que eso se haya filtrado en mi escritura y en la de mis contemporáneos.
Como un espejo torcido, cuando llego a Nueva York ocurre el 11 de septiembre norteamericano. Tiene un eco raro, pero no solo porque yo era una extranjera, sino también porque se activan los discursos anti árabes, anti musulmanes, anti palestinos. Eso me vuelve a poner en una situación de vulnerabilidad, de estar afuera de. Son dos momentos que me inician en mi conciencia política: una como chilena al entender la situación de los desaparecidos, de la violencia, y también de la violencia económica; pero también al llegar a Estados Unidos, volver a pensar esa violencia en los discursos políticos norteamericanos, cómo se urdieron para culpabilizar a unos y volver a poner a Medio Oriente en un lugar de confrontación.
Justamente en este momento en Estados Unidos el discurso anti árabe se ha visto reforzado en la presidencia de Trump y extendido a un discurso anti-latino de los bad hombres. ¿Cómo te ha afectado esta ruptura de tabúes de lo políticamente correcto?
En Estados Unidos esos odios, esos miedos esas rabias, ya estaban en latencia, y a veces también de manera muy explícita. Lo que pasa es que con la subida de Donald Trump se empoderan esos discursos. Se vuelven legítimos en el espacio público. Eso se vuelve muy peligroso. Es como abrir la caja de Pandora y dejar salir todos esos odios y esas rabias y hacerlos parecer como justificados y legítimos. Si el presidente lo dice, yo también lo puedo decir. Entonces se sintió un efecto casi inmediato de una especie de miedo en la calle. A esto se suma una serie de políticas públicas que han consistido en ir retirando fondos para los migrantes, fondos para la educación pública, y dentro de lo posible, al sistema de salud que bajo Obama se había vuelto más democrático. En fin hay una serie de agresiones al ciudadano de la calle y sobre todo a los migrantes de todos los colores, por supuesto también a los latinos. Eso se ha vuelto mucho más presente, al punto de que estoy feliz de estar en Berlín para no sentir este discurso, que además es diario, porque Trump tiene una especie de obsesión comunicativa y los medios responden a esta obsesión, y por eso es muy difícil abstraerse.
Sucede también en Europa, donde las acciones de Trump ocupan primeras páginas. Pero además, en ciertas esferas, las posiciones nacionalistas se sienten respaldadas.
Como efecto propagandístico es impresionante. El péndulo se está moviendo ahora hacia la derecha, si es que podemos seguir hablando de derecha, porque creo que derecha e izquierda ya no describen los fenómenos que estamos viendo. Pero digamos que directamente hacia movimientos más conservadores y más ultras.
Lucina, la protagonista de tu obra, luego de quedarse ciega menciona que, "decía Central Park y la cabeza se me llenaba de patos azules”. ¿De qué se le llena la cabeza a Lina Meruane cuando piensa en su actual experiencia en Berlín?
Creo que aquí se siente, y continuando con lo anterior, una libertad mucho mayor. Siento que las personas circulan por la ciudad con mayor libertad, hay menos miedo, hay muchos bares donde se fuma, -y esto es anecdótico- pero me parece que esto es una sensación de la mayor libertad que existe en Berlín. Sale el sol y la gente está tirada en el parque sin ropa. Esto sería absolutamente imposible en Estados Unidos. Aquí se respira un aire más ligero.
Lina Meruane, escritora chilena radicada en Nueva York, doctorada en estudios latinoamericanos y docente de la Universidad de Nueva York. Actualmente pasa una temporada en Berlín, dentro del programa de residencias y promoción de artistas internacionales del DAAD.
Autora: Juliana González Ríos (ER)