La difícil mediación alemana
29 de mayo de 2002
"Me avergüenza que jóvenes judíos ciudadanos de Alemania vuelvan a sentirse amenazados por las manifestaciones antisemitas", dijo el ministro durante su discurso en la Universidad de Haifa, donde fue investido ‘doctor honoris causa’ por su mérito en la búsqueda de una solución al conflicto en Oriente Medio.
Joschka Fischer, quien fue calificado por el rector de la Universidad, como un "valeroso amigo de Israel" es considerado un diplomático europeo que, desde una postura crítica, sabe mantener el balance entre una lealtad inquiebrantable hacia Israel y una empatía con el pueblo palestino.
El conflicto más encarnizado sin resolver
El objetivo de la misión del jefe de la diplomacia alemana en Oriente Medio es dar un nuevo impulso al proceso de paz y detener la espiral de violencia en la región disputada por árabes y judíos. En la agenda de negociaciones políticas se prevén encuentros con el primer ministro israelí, Ariel Scharon y miembros de su gabinete, así como con el liderazgo palestino encabezado por Yasser Arafat. Posteriormente Fischer viajará a El Cairo, donde se reunirá con su homólogo egipcio, Ahmed Maher.
Fischer insistió en la necesidad de eliminar el terrorismo y aseguró que la única manera de hacerlo es a través de una conferencia internacional sobre Oriente Medio, "para la cual, están trabajando duramente estadounidenses y europeos". Alemania, después de Estados Unidos, es el segundo socio estratégico de israel. Fischer afirmó que el compromiso de alemanes no es sólo histórico, sino que tiene también razones egoístas, "ya que Europa es una vecina muy cercana, y lo que ocurra en el Medio Oriente tiene una influencia directa sobre nosotros".
Propuesta de paz alemana
El ministro del partido verde alemán, presentó hace unas semanas una iniciativa de paz para la región que consta de siete puntos y que prevé una retirada inmediata de las tropas israelíes de la franja de Gaza y Cisjordania. Paralelamente se proclamaría y reconocería un Estado palestino y se establecería un plazo de dos años para negociar los puntos en conflicto, entre ellos, el futuro de Jerusalén. La comunidad internacional apoyaría y vigilaría la creación de estructuras democráticas y económicas en Palestina, mientras que Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia actuarían como garantes del proceso, que podría sentar las bases para una paz duradera.