La maratón de Los Verdes
7 de agosto de 2002Joschka Fischer sigue siendo el político más popular de Alemania. Así lo confirman una y otra vez las encuestas de opinión. No deja de ser curioso, en vista de que su partido ha decaído en los últimos tiempos en el favor del electorado. Estos cuatro años de participación en el gobierno, en alianza con los socialdemócratas, no han pasado sin hacer mella en Los Verdes. Un fenómeno explicable cuando una colectividad pasa del bando contestatario de la oposición, al de aquéllos que deben asumir la responsabilidad y justificar, en ocasiones, medidas impopulares.
Avances y desencantos
El partido ecologista ha impuesto, sin duda, un sello en este período. A él se debe, por ejemplo, el acuerdo con la industria para iniciar el abandono paulatino del uso de la energía atómica. Pero los plazos estipulados resultan demasiado largos para los defensores a ultranza del medio ambiente, que el año pasado continuaron bloqueando el paso de los transportes de residuos nucleares, mientras los dirigentes verdes se situaban al otro lado de las barricadas. Aunque algunos de éstos últimos hayan tenido que apretar los dientes, su deber, como parte del gobierno, era garantizar el cumplimiento de los compromisos que incluían el retorno de tales residuos al país, tras haber sido reelaborados en el exterior.
Por otra parte, el partido ha perdido su "inocencia", ya que algunos de sus parlamentarios se han visto implicados en el enfadoso asunto del uso privado de las millas de vuelo acumuladas en viajes de servicio. Un affaire que ha salpicado su imagen de grupo ajeno del todo a la corrupción.
El adiós al pacifismo
Pero lo más duro de digerir para las bases verdes ha sido la despedida del pacifismo absoluto. Fue precisamente Joschka Fischer quien años atrás abrió las puertas al debate interno, planteando la necesidad de un intervención en los Balcanes para evitar un genocidio; el mismo Joschka Fischer que el año pasado, ya en su calidad de ministro de Relaciones Exteriores, se jugó por la operación militar contra los talibanes, en el marco de la alianza internacional contra el terrorismo.
El momento fue extremadamente delicado para los verdes, al punto de que estuvo en duda la subsistencia de la coalición con la socialdemocracia. Pero, una vez más, el carismático Fischer logró que sus huestes lo secundaran, evitando una fractura. Ahora debe ser música para los oídos ecologistas escucharlo advertir de los "riesgos incalculables" de un ataque contra Irak. Por lo menos en esta ocasión, las bases podrán seguirlo sin conflictos de conciencia.
Los argumentos clave
Las encuestas asignan a Los Verdes cerca de un 7% de la intención de voto. Bastante menos de lo que llegaron a obtener en sus buenos tiempos. Sería suficiente para permanecer dentro del parlamento federal, pero quizá no para reeditar la coalición con Schröder, que es su objetivo declarado.
Revertir la tendencia desfavorable es el cometido que se ha impuesto Fischer al inicio de su gira de campaña, que lo llevará a recorrer cerca de 90 ciudades del país. Como buen ecologista, parte del trecho la hará trotando, una de las aficiones personales del ministro. Pero más que gags, el resultado de esta maratón dependerá de que logre transmitir los dos argumentos claves de Los Verdes para los comicios: que deben votar por ellos quienes no estén dispuestos a volver atrás en asuntos como la política energética y quienes quieran seguir viendo a cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores al político predilecto de los alemanes: Joschka Fischer.