La OEA: un tigre con hambre, pero sin dientes
1 de junio de 2017En el mundo, fuera de la Organización de Estados Americanos (OEA), parece cundir un consenso especialmente difícil de lograr: Venezuela sí sufre una crisis política, humanitaria y sanitaria. El Gobierno de Nicolás Maduro, como antes el del militar Hugo Chávez, llegaron al poder con la ayuda del voto popular, pero una vez allí, lo han usado para debilitar los pilares de la democracia. Hoy, Venezuela es una dictadura basada en la lucha - y en el odio - de clases, así como la aversión a la economía de libre mercado como generadora de empleo y bienestar. Venezuela sí es una dictadura con un dudoso soporte militar.
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Si una dictadura es una dictadura, sin importar su pelaje, ¿por qué entonces la OEA aún no logra un consenso sobre Venezuela? Y, si la OEA hablara con una sola voz, ¿podría "salvar” a los venezolanos?
Este 1° de junio la OEA fracasó de nuevo en lograr una declaración conjunta sobre Venezuela, antes de la Asamblea General que tendrá lugar entre el 19 y 21 de junio en Cancún, México.
El acuerdo no fue posible, porque la OEA está dividida en dos grandes fracciones: los países independientes de Caracas y los que han recibido regalos, en forma de petróleo o subvenciones de Venezuela. Esta vez, la propuesta de EE.UU., México, Colombia, Perú, Canadá y Panamá que pedía al Gobierno de Maduro cancelar la proyectada Asamblea Constituyente encontró una dura resistencia en los 14 países de la Comunidad del Caribe (Caricom). Asímismo, el excanciller boliviano y secretario general de la Alianza Bolivariana (Alba), Fernando Huanacuni, celebró la división como "una victoria para la revolución”.
El chavismo como factor regional
El Caricom es una comunidad de 20 países del Caribe, cuya relegación de los centros económicos y políticos del continente americano fue utilizada por Caracas para formar el bloque que hoy impide en la OEA condenar al unísono el desmonte de la democracia en Venezuela. El Alba, por su parte, fue un engendro del mismo Hugo Chávez que buscó "armar su OEA propia” en vista de la creciente confrontación entre "imperialistas” y "Gobiernos populares”, como llamaba a sus 14 miembros, entre ellos, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba.
La OEA, creada en 1948, pero cuyos inicios se remontan a 1889, se concibe como un sistema común de normas e instituciones "con el objeto de debatir y recomendar a los respectivos Gobiernos el arbitraje para el arreglo de los desacuerdos”. Aunque primero se pensara en los "desacuerdos” entre países, el espíritu del enunciado también incluye los problemas surgidos en el seno de las mismas sociedades.
En esto, justamente, Venezuela basa una de sus reticencias cuando llama "injerencia” las críticas de la OEA, en persona de su secretario general, el uruguayo Luis Almagro. Éste ha denunciado expresamente "la violación de Derechos Humanos en Venezuela y la alteración de su orden constitucional”, además de proponer "su suspensión, si Maduro no convoca a elecciones generales”. Pero el Gobierno de Venezuela pasa por alto el Artículo 1 de la Carta de la OEA, que propende por "un orden de paz y de justicia".
Hoy en día, la OEA reúne a 35 Estados miembro y constituye el principal foro gubernamental político, jurídico y social del hemisferio. La Unión Europea (UE) es uno de sus 69 Observadores Permanentes. Justamente, el presidente del Parlamento Europeo (PE), Antonio Tajani, y el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Julio Borges, pidieron este 31 de mayo que la UE imponga sanciones al régimen de Nicolás Maduro como lo ha hecho EE.UU. Ya en abril la Eurocámara había emitido una resolución sobre Venezuela en la que convoca a "el fin de la violencia, el respeto a los poderes de la Asamblea Nacional y un calendario electoral”.
Unir fuerzas
Lo que la OEA no logre, no lo va a alcanzar la UE. Así como ésta ve atónita el desmonte de la democracia en Hungría y Polonia, mientras gira millonarias subvenciones a Budapest y Varsovia, la OEA enfrenta una división insuperable, hasta que no caiga el muro ideológico. Dicho en otras palabras, hasta que una mayoría no considere que Venezuela es, en efecto, una dictadura. Entonces, los Estados americanos podrán hablar con una voz. Pero, ¿de qué servirá?
Aparte de apelar por el regreso a la democracia o expulsar a Venezuela de la organización, su efecto será meramente simbólico. El antidemócrata deseo de algunas corrientes ultraderechistas venezolanas que piden a Colombia servir como punta de lanza de una incursión de marines estadounidenses que entren para salvarlos, solo le da la razón al régimen socialista de contar con una oposición errática.
A pesar del descrédito del diálogo nacional, ¿por qué no promover una cooperación entre la ONU, la OEA y la UE para que, unidas, ofrezcan a los venezolanos una mesa de diálogo internacional en territorio neutral en busca de una salida para la construcción de una verdadera democracia? Al fin y al cabo, el diálogo es la única manera civilizada de superar las diferencias, o de aceptarlas.
José Ospina-Valencia (EL)