La ONU en el filo de la navaja
12 de septiembre de 2005Fuentes diplomáticas hablan de una atmósfera de crisis en Nueva York. Un reducido grupo de países trabaja febrilmente contra reloj para encontrar consenso en un documento final que puedan aprobar los líderes de 191 países miembros. Sin embargo la percepción estadounidense y la de la mayoría del resto de naciones del orbe difiere notablemente.
En este cumpleaños redondo se tenía previsto acordar por lo menos una agenda de reformas que conduciría a la reestructuración más profunda del organismo desde su fundación hace 60 años. Estados Unidos tiene una percepción muy diferente al resto del mundo respecto a los contenidos y estrategias para reformar la organización y hacerla competente y capaz de enfrentar los desafíos del siglo XXI.
En tela de duda
El embajador de Washington ante la ONU, John Bolton, ha torpedeado la planeada declaración final con 750 solicitudes de cambio, ejemplo que han seguido otras naciones, lo que ha abierto una discusión interminable. Entre las certezas sobre la mesa es que la tan discutida ampliación del Consejo de Seguridad ha sido pospuesta.
Ya se ha visto en el pasado cómo la superpotencia ha intentado utilizar a la organización mundial como instrumento para imponer sus propios objetivos en política exterior. Como la ONU no se ha prestado a jugar este papel -el ejemplo más claro fue la Guerra de Irak- Washington no tiene ningún interés en que la organización mundial sea fortalecida, prefiere que se mantenga como un foro del diálogo, pero nadamás. Según el experto Nile Gardiner de la Fundación Heritage, la postura estadounidense se puede definir en una frase: "limitar los daños", señala. "La Casa Blanca intenta impedir por todos los medios que la ONU influya en su política exterior, es decir, toda declaración vinculante, que obligue, por ejemplo, a prestar ayuda concreta en la lucha contra la pobreza", explica el experto.
Objetivos del Milenio
Si pudiera, Washington dejaría a un lado los objetivos de la Cumbre del Milenio, celebrada justamente en el 2000, que acordó reducir la pobreza a la mitad, imponer la educación básica y combatir efectivamente el sida hasta el 2015 a nivel global.
Es comprensible que otras naciones y el secretario general mismo no están de acuerdo con la postura estadounidense. Sin duda sería deseable convertir a la ONU en un organismo supranacional, que cuente con la máxima autoridad, también frente a Estados Unidos, para decidir sobre paz o guerra, sobre derechos humanos y justicia global. Cuestiones en las que ya ha habido importantes avances como lo demuestra la instauración de un tribunal internacional en la Haya, el protocolo de Kyoto sobre la reducción global de emisiones de dióxido de carbono, así como los llamados objetivos del Milenio, todos estos han sido avances decisivos en este sentido.
Kofi Annan tenía previsto dar pasos adicionales hacia la cumbre de reformas. Entre los proyectos más importantes del secretario general se encuentra el fortalecer al organismo como garante de paz, instaurar un nuevo Consejo de Derechos Humanos que sustituya a la ineficiente Comisión de Derechos Humanos y encontrar consenso respecto a una nueva definición sobre terrorismo.
Egoísmo y corrupción
El egoísmo de los más corruptos habrá triunfado si a final de cuentas se eliminan importantes proyectos del documento final. Y en este sentido Washington no se queda solo como el "malo de la película". Hay otros poderosos del orbe que no tienen ningún interés en que la ONU sea una organización mundial fuerte, como China y Rusia. También hay un pequeño ejército de naciones que recurre al bloqueo en cuanto está en juego la protección efectiva de los derechos humanos, de dotar al organismo de mecanismos de intervención rápida ante casos de genocidio o de terrorismo.
El martes comienza la Asamblea General en Nueva York y un día después los jefes de Estado y de Gobierno de los 191 países miembros ocuparán la gran sala plenaria. La Cumbre de Reformas que revolucionaría a la organización mundial y la pondría en forma para enfrentar los desafíos del siglo XXI está en el filo de la navaja. Además de la gran reforma de la ONU se hará un balance de los avances en los llamados "Objetivos del Milenio", transcurrido el primer lustro desde que fueron acordados. Una oportunidad única para alcanzar objetivos globales y compromisos multilaterales. De fracasar en llegar a un consenso, expertos vaticinan que tomará muchos años para que nuevamente se presente una constelación favorable para lograr los necesarios avances.