La pseudocrisis del campeón del mundo
15 de octubre de 2014Un triunfo, una derrota y un empate en tres partidos no es el balance que se espera de una selección que hace apenas poco más de 100 días se coronó como la mejor del Mundial 2014. Mucho menos se podía prever que a estas alturas de la eliminatoria a la Eurocopa 2016 Alemania estuviera cuarta en la clasificación del grupo que lideran Polonia e Irlanda, dos equipos que no estuvieron el verano pasado en Brasil y que fueron los rivales contra los cuales el campeón dejó escapar ahora los puntos.
Crisis sí, pero de resultados
La nueva situación ha generado como acto reflejo que se empiece a hablar del alemán como un equipo en crisis. Pese a ello, en este caso no se trata de una crisis de fútbol sino de una crisis de resultados, que no se han obtenido por diferentes circunstancias, algunas de ellas fruto del azar, otras previsibles como parte de un proceso de transformación de la plantilla forzado por el propio entrenador Joachim Löw.
Y es que aunque es cierto que la selección campeona del mundo no ha desplegado recientemente ese fútbol agresivo y dinámico que exhibió en Brasil, también lo es que ha sido muy superior a sus rivales pese a sumar apenas cuatro puntos en la eliminatoria al torneo continental de Francia 2016. Escocia, Polonia e Irlanda –acertadamente- le plantearon a Alemania partidos cerrados en los que regalaron el balón y se concentraron a la tarea de reducir espacios.
Esa táctica, contra la cual Alemania aún no encuentra el antídoto, estuvo a punto de arrojarle dividendos a Escocia (1-1 hasta el minuto 70, cuando Alemania logró el 2-1); le sirvió a Polonia (0-2) pese a que los alemanes tuvieron “suficientes opciones de anotar como para ganar cuatro partidos distintos” (resumen de Mario Götze); y le bastó a Irlanda para llevarse un punto tras marcar en el minuto 90 + 4 un gol después de haber disparado al arco de Manuel Neuer escasamente en cuatro oportunidades.
A Alemania se le puede imputar haber cometido costosos errores individuales, así como también se le puede criticar la falta de contundencia a la hora de transformar sus oportunidades de anotar en goles. Los dirigidos por Joachim Löw ciertamente están acusando falta de efectividad y de cohesión en momentos claves, pero eso solo evidencia que están jugando lejos de su verdadero potencial, no que lo estén haciendo mal.
Balancearse en la cuerda floja
Si Alemania luciera mejor ubicada en la tabla de posiciones de la eliminatoria a la Eurocopa, serían pocos los aficionados preocupados por lo que está haciendo Joachim Löw con la selección. Pero como los resultados no se están dando, entonces se frunce el ceño reprobatorio frente a un entrenador cuya valentía y visión a largo plazo despertaría admiración y elogios en un contexto distinto.
Los campeones del mundo están cambiando de piel. Contra Irlanda, por ejemplo, en el campo estuvieron como titulares cinco jugadores que no fueron protagonistas en el Mundial. Los retiros de futbolistas importantes como Philipp Lahm, Per Mertesacker y Miroslav Klose, así como las bajas por lesión de figuras claves como Bastian Schweinsteiger, Sami Khedira, Mesut Özil, Benedikt Höwedes y Andre Schürrle, no se compensan de la noche a la mañana.
Los alemanes tienen mucho talento a la mano, pero ese talento hay que introducirlo al proceso y otorgarle responsabilidades en el equipo de forma gradual, paso a paso. El caso de Toni Kroos, hasta ahora la gran figura de Alemania en lo que se ha disputado de la eliminatoria, sirve para ilustrar este camino. El jugador del Real Madrid está cada vez más maduro y se echa a cuestas con mayor naturalidad la carga de la selección.
Además, Löw no solo tiene la tarea de clasificar a Alemania al torneo continental del 2016, también es parte de su trabajo garantizar el recambio. Y ambas cosas deben marchar de forma paralela. El seleccionador actúa en ambos frentes: ante la carencia de laterales prueba e intenta darle confianza a dos juveniles (Erik Durm y Antonio Rüdiger); la búsqueda de nuevos delanteros es constante y por eso le da minutos a un novato (Karim Bellarabi); se empeña en encontrar la armonía del nuevo dúo de defensores centrales (Jerome Boateng y Mats Hummels), le varía el libreto a algunos de sus viejos protagonistas (Thomas Müller y Mario Götze); y descubre al suplente de los titulares del futuro (Matthias Ginter y Christoph Kramer).
El próximo mes, cuando se juegue contra Gibraltar por un cupo a la Eurocopa, y contra España, en un amistoso por el prestigio, el panorama será distinto. Alemania cerrará con esos partidos un año exitoso en el que obtuvo la Copa del Mundo y en cuyo epílogo, pese a los abruptos tropezones, deja armado el fundamento para un prometedor torneo en Francia 2016.