La salud de Merkel es asunto suyo
13 de julio de 2019La protección de los datos es, en Alemania, una vaca sagrada. Sin mi aprobación, ni siquiera las cosas más cotidianas, como mi dirección, mi profesión o mi edad pueden hacerse accesibles a otras personas.
Pero parece que en el caso de los políticos rigen otras normas. La clase política tiene que exponerse y dar a conocerlo todo públicamente, desde una radioscopia hasta las notas a pie de página de sus tesis, así como hasta el ultimo céntimo de sus ingresos adicionales por cargos honoríficos o trabajos secundarios. Y, en el caso de que tengan un problema de salud, muchos medios de comunicación creen que la Oficina de Prensa del Gobierno federal debería enviar a sus redacciones un boletín medico con un análisis íntegro del cuadro sanguíneo.
Y, mientras ello no ocurra, todo tipo de charlatanes se creen con el derecho de elucubrar con telediagnósticos, aunque estén lejos de corresponderse con la realidad. Sinceramente, ¿está justificado?
La salud como una cuestión política
Como es natural, la salud de la canciller de Alemania es una cuestión política y, por lo tanto, pública. Al menos si ello no le permitiera cumplir con pleno rendimiento con las tareas de su cargo, sin duda alguna agotador. Pero eso no es así. "Estoy bien”, dice Angela Merkel.
Lo que pasa es que casi nadie la cree. Todos han visto las imágenes de sus temblores, primero junto al nuevo presidente ucraniano, luego en el nombramiento de la nueva ministra federal de Justicia y, por tercera vez, en un acto con el jefe de Gobierno finlandés. Entonces ¿qué diablos le está pasando?
Lo que queda claro es el diferente papel que los medios han jugado en esta ocasión. Y es que Merkel no es la primera jefa de Gobierno alemana que se ha visto en la tesitura de tener que afrontar problemas de salud. Willy Brandt, ícono de la socialdemocracia alemana, se pasaba semanas sumido en depresiones que le impedían actuar como hubiera debido. Helmut Schmidt, su sucesor en la cancillería, se desmayó alrededor de un centenar de veces durante su mandato. Incluso en el Palacio del Elíseo, en París.
La diferencia con la actualidad es que entonces nadie se enteró. Los periodistas, incluso si llegaron a verlo, no publicaron esas imágenes. Fue el propio Schmidt quien, a los 95, un año antes de su muerte, dio a conocer sus problemas.
Escuchar el himno nacional sentada
Ahora Alemania tiene una canciller que, cuando lo considera necesario, escucha el himno nacional sentada. ¿Acaso ese so un problema? Si Wolfgang Schäuble, -considerado heredero de Helmut Kohl y parapléjico por un atentado- fuera hoy canciller, hace mucho que los alemanes se habrían acostumbrado a esta imagen.
"Me encuentro bien. Estoy convencida de que de la misma manera que esta reacción hizo su aparición, también volverá a desaparecer”. Esta frase de la mandataria Merkel, pronunciada el miércoles durante su rueda de prensa junto a la primera ministra finlandesa, debe tomarse como un seguro. ¿Es algo malo? Para nada. También la canciller tiene derecho a aquello de lo que cada alemán hace uso: el derecho a su esfera privada. Y los problemas que le aquejan en el presente también forman parte de esta.
(eal/ms)
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