La tercera edad en el cine
30 de marzo de 2013
Aunque el fenómeno no es nuevo, la creciente frecuencia con que vemos a personas de la tercera edad en la gran pantalla –y en la chica también– apunta a que los directores de cine y televisión están rodando cada vez más películas protagonizadas por damas y caballeros en el otoño de sus vidas. Hace casi una década, Jon Jones llevó When I’m 64 (Cuando tenga 64) a los hogares británicos, la historia de amor entre Ray y Jim, un ex hooligan y un profesor de latín. “Al escribir sobre dos sexagenarios, yo quise proponer algo distinto y no hablar sobre sus dolencias o jubilaciones”, dijo en su momento el guionista de esta cinta, Tony Grounds.
Ese criterio parece haberse popularizado entre los creadores de la industria cinematográfica, porque el actual retrato que se presenta de los adultos mayores contrasta mucho con el que predominaba hace apenas unos lustros. Sí, la esposa del septuagenario que protagoniza Song for Marion –actualmente en la cartelera alemana– sufre de cáncer y muere; pero el foco de esta tragicomedia no es la enfermedad como secuela inexorable de la vejez, sino la facultad del viudo en cuestión para encontrar alegría y satisfacción cantando en un coro. Song for Marion permite disfrutar de la veteranía actoral de Terence Stamp y Vanessa Redgrave.
Al ser llevadas al cine, las experiencias de las personas por encima de sesenta están atrayendo a una audiencia heterogénea y recibiendo críticas alentadoras. Como muestra, un botón: la cinta chilena Gloria, dirigida por Sebastián Lelio, escrita por Gonzalo Maza y protagonizada por Sergio Hernández y Paulina García, receptora del Oso de Plata a la Mejor Actriz en la Berlinale de 2013. Gloria muestra a una mujer madura en búsqueda del amor tras separarse de su pareja. Otros ejemplos: el éxito de taquilla de John Madden, El Exótico Hotel Marigold, y la co-producción franco-alemana de Stéphane Robelin ¿Y si nos mudamos todos juntos?
¿Cine para una sociedad envejecida?
En Quartet, la comedia dirigida por Dustin Hoffman, un puñado de cantantes de ópera retirados quieren volver a sentir que le está sacando el jugo a la vida; en Amor, la obra de Michael Haneke reconocida con un Oscar, se aborda sin ambages el tema de la eutanasia; y en el documental Vergiss mein nicht (No me olvides), de David Sieveking, se muestran sin tapujos los estragos que causa la demencia.
No siempre son los tópicos de las películas los que lucen novedosos; también la perspectiva desde la que se tratan las ventajas y los problemas de la tercera edad dejan en el aire la sensación de que los cineastas han hallado nuevas historias que contar.
Pero, ¿a qué se debe que, justo ahora, la industria del cine preste tanta atención a los sexagenarios y septuagenarios, como personajes y como espectadores? A razones económicas. En la era digital, los grandes estudios de cine y los autores independientes buscan reconciliarse con la última de sus audiencias confiables: las señoras y señores de la tercera edad. “Estaba claro que la industria del cine acabaría redescubriendo a mi generación: nosotros no solemos ver películas en Internet ni en formato blu-ray. Nosotros seguimos yendo al cine”, sostiene Dieter Hertel, director de la sala de arte y ensayo Rex-Lichtspieltheater en Bonn.
En el cine de Hertel, el 50 por ciento del público está integrado por personas mayores de cincuenta. Pero puede que, hasta cierto punto, también la edad de los artistas influyentes –los actores, directores y productores con acceso a recursos que les permiten rodar películas– ayude a explicar esta tendencia: es posible que Haneke sólo hubiera podido dirigir la película Amor al convertirse en un experimentado hombre de setenta y que Dustin Hoffman o Clint Eastwood sintieran la necesidad de ponerse tras las cámaras cuando la edad empezó a atentar contra sus carreras como actores; ambos han dirigido proyectos protagonizados por otros sexagenarios.
Otra teoría plantea que una sociedad envejecida –como la europea, por ejemplo– se ve proyectada en estas películas. ¿Está el cine reflejando el cambio demográfico? “El cine, como cualquier otra expresión artística, es un generador de discursos. Es decir, un terreno en el que uno puede confrontar situaciones preocupantes o miedos para ofrecer respuestas”, señala la berlinesa Britta Hartmann, conocedora del séptimo arte y experta en el análisis de medios.
Hartmann no cree que “la tercera edad en el cine” sea una moda pasajera. “En una sociedad donde la edad promedio es cada vez más avanzada, las implicaciones de la vejez, del deterioro físico y mental, de la enfermedad y de la muerte serán abordadas con mayor interés y profundidad en los próximos años”.
Autores: Helena Kaschel / Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga