Tecnología punta contra la contaminación plástica
6 de diciembre de 2017En la calle Lindengasse, en el centro de Viena, sopla un frío viento de noviembre, que transporta copos blancos sobre el asfalto, que se arremolinan en las corrientes cercanas a la cuneta de la acera. Pero aún es demasiado pronto para la nieve. Lo que se acumula es plástico, una espuma aislante de poliestireno, para ser exactos.
Cuando la lluvia arrastra las bolitas al sistema de alcantarillado, algunas terminan en el río Danubio y emprenden un largo viaje hacia el mar. Cada día, 4,2 toneladas de plástico llegan al Mar Negro.
Aproximadamente 13 millones de toneladas de plástico al año van a parar a los océanos del mundo. Las tortugas marinas mueren porque confunden las bolsas flotantes con medusas, los cangrejos ingieren partículas microplásticas a través de sus agallas, y las fibras plásticas están apareciendo en el agua del grifo en todo el mundo.
Hornos de plasma y recubrimientos de nanopartículas
Hay una necesidad urgente de limpiar la contaminación plástica y la Unión Europea quiere explorar nuevas soluciones tecnológicas en el marco de su programa de financiación científica Horizonte 2020. Uno de los proyectos piloto consiste en recubrir los plásticos con nanopartículas, que se activan con la luz, para degradar la contaminación generalizada de los microplásticos.
Los ingenieros del proyecto también pretenden extraer piezas visibles de plástico de las desembocaduras de los ríos mediante brazos robóticos controlados por escáneres ópticos. Asimismo, las barcazas de chatarra podrían ser impulsadas por el plástico que recogen, después de convertirlo en gas sintético por hornos experimentales de plasma súper caliente.
Al mismo tiempo, los científicos instalarán instrumentos para medir la contaminación plástica en barcos que viajan por rutas marítimas comerciales muy transitadas. Si consiguen averiguar cómo se distribuye el plástico y dónde se acumula, los datos podrían ser útiles para desarrollar una estrategia a largo plazo para recuperar el desorden que hemos generado.
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"A mí me parece un mensaje equivocado”, dice a DW el hidrogeólogo Christian Schmidt, del Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental (UFZ). "Da a entender que puedes seguir contaminando los ríos, ya que alguien lo limpiará río abajo para que no tengas que preocuparte”.
Las soluciones consideradas muestran lo difícil que es eliminar estos residuos una vez que alcanzan el medio ambiente. La mayoría de expertos afirma que la solución a largo plazo debería evitar, en primer lugar, que los residuos llegaran a los ríos y océanos.
"Los ríos siempre se han usado como basureros. Puedes tirar cosas en ellos, y mágicamente desaparecen, fuera de la vista. La gente, sin embargo, tiene que saber que no desaparece, sino que termina en el océano", añade Schmidt.
Fuera de la vista, fuera de la mente
En un estudio reciente, Schmidt calculó que sólo 10 ríos (ocho en Asia y dos en África) transportan alrededor del 90 por ciento de toda la contaminación plástica que llega a los océanos cada año.
El uso específico de tecnologías de limpieza fluvial podría ayudar a corto plazo en esos lugares, según Schmidt, pero la solución real sería reducir el uso del plástico y asegurar una buena gestión de los desechos en todo el proceso, incluyendo un sistema de recolección y reciclaje que funcione, así como una filtración adecuada en las plantas de tratamiento de agua.
"Creo que es factible. Después de todo, es un proceso estándar en los países industrializados”, aclara Schmidt. Sin embargo, incluso las plantas de tratamiento de aguas residuales más avanzadas, como las de los países europeos altamente desarrollados, no filtran todas las micropartículas de plástico.
El problema del microplástico también ilustra las limitaciones de un enfoque de "filtración posterior”. Sería posible instalar incluso mejores sistemas de filtración, pero Schmidt advierte de las posibles consecuencias no deseadas. Junto con el microplástico, se filtrarían también los compuestos orgánicos necesarios para reponer los ecosistemas río abajo.
Amor oceánico
Para Sabine Pahl, una científica del comportamiento en la Universidad de Plymouth, en Inglaterra, se trata de una cuestión de elecciones humanas, cada paso del camino desde el desarrollo de un nuevo producto hasta el consumidor que compra un exfoliante facial "nuevo y mejorado”.
"Alguien, en algún momento, dijo que sería una buena idea poner microesferas de plástico en el gel de ducha. Yo diría que eso no se pensó realmente”, dice Pahl a DW, instando a científicos de diferentes campos a trabajar juntos para abordar la causa del problema.
Junto con las innovaciones tecnológicas, un plan exitoso para combatir la contaminación plástica debería incluir entender cómo la gente percibe su relación con el medio ambiente, según Pahl.
"La gente obviamente ama la costa, así que probablemente estarían dispuestos a protegerla, así como al océano”, opina la científica. El reto consiste en establecer la conexión entre nuestras actividades y su impacto en el mar. El constructor de Viena, que está tratando de proteger el medio ambiente utilizando el mejor aislamiento posible, debe saber que las partículas de plástico que acaban en el sistema de alcantarillado pueden acabar contaminando la playa donde veranea.
En concreto, esto puede significar educación y debates en las escuelas y familias, pero también puede extenderse al etiquetado de productos e incluso al desarrollo de aplicaciones para teléfonos inteligentes, que los consumidores pueden utilizar para escanear productos en busca de micropartículas de plástico. También es necesario incluir a los responsables políticos, la industria y los funcionarios electos.
"Debemos trabajar todos juntos”, dice Pahl. "Las soluciones técnicas por sí solas son inútiles, tenemos que abordar el problema desde todos ángulos”, concluye.
Autor: Bob Berwyn/Vienna (EL)