¿Por qué caen las bolsas?
20 de agosto de 2011Publicidad
Dejando atrás una semana de desplomes generalizados, las bolsas europeas cerraron este viernes (19.8.2011) con pérdidas de alrededor del dos por ciento, propiciadas por el temor a un empeoramiento de la crisis financiera en el bloque comunitario, en Estados Unidos y en economías emergentes como Brasil. La jornada del 19 de agosto estuvo marcada también por el nerviosismo ante la referencia negativa de los mercados asiáticos y de Wall Street. El índice DAX 30 de la Bolsa de Fráncfort retrocedió un 2,19 por ciento hasta los 5.480 puntos.
A lo largo de la sesión, el parqué alemán logró moderar unas pérdidas que llegaron a alcanzar el cuatro por ciento en horas de la mañana. El “Jueves Negro”, el peor día para los índices europeos desde la quiebra de la compañía Lehman Brothers, Fráncfort había cerrado con recortes del 5,82 por ciento. En general, todas las plazas europeas perdieron posiciones, continuando una fuerte tendencia a la baja; la situación se ha visto agravada por la decisión del banco Morgan Stanley de rebajar sus previsiones de crecimiento de la economía global.
Por su parte, los inversores volvieron a huir de los valores más arriesgados y se decantaron por activos como la deuda y el oro: tras abrirse la sesión, el precio de la onza de este metal precioso alcanzó los 1.867,3 dólares –un nuevo récord– al afianzarse otra vez como refugio ante la volatilidad de los mercados. Más de uno se ha llevado las manos a la cabeza, espantado por estos sucesos y la perspectiva de una catástrofe económica mundial sin precedentes. Pero, para otros, este sube y baja de los valores de las bolsas no entraña nada nuevo.
El “dedo gordo” y los factores técnicos
“Lo que hoy presenciamos ya lo vivimos en el año 1929”, asegura el historiador económico Werner Abelshauser en entrevista con Deutsche Welle, aludiendo al “Viernes Negro” y otras crisis en la historia de las bolsas en el siglo XX. El experto dice que detrás del efecto balancín que sacude a los parqués se esconden motivos racionales, pero enfatiza que factores técnicos, procesos psicológicos y hasta características corporales pueden jugar un papel determinante en esta materia porque aumentan la probabilidad de errores humanos.
Un “dedo gordo” parece ser responsable de los arrebatos de inestabilidad exhibidos por las bolsas. El “dedo gordo” no es otra cosa que el accidente que ocurre cuando, producto de la prisa, el dedo de un corredor de bolsa resbala en el teclado justo cuando está introduciendo una instrucción de venta en su computadora. De esta manera pueden agrandarse por equivocación las dimensiones de una orden de compra, por ejemplo, y terminar abaratando el papel, haciendo que el curso se hunda considerablemente.
Eso puede ocurrir debido a la presión de tiempo… o porque los dedos del corredor de bolsa son demasiado gruesos para el teclado de su ordenador. Esa fue la causa de un incidente similar en Wall Street en mayo de 2010. En casos como el descrito tienden a activarse mecanismos técnicos con miras a evitar daños mayores: funciones para detener las pérdidas vienen ya incluidas en los fondos de los inversionistas institucionales, lo cual es una decisión razonable. Sin embargo, el efecto de esta medida también puede ser devastador; si llegan aún más órdenes de compra, el precio de la acción desciende aún más. Así, la restricción premeditada de las pérdidas atiza la desvalorización de un papel.
La influencia psicológica
A más tardar en ese instante empiezan a activarse ciertas influencias psicológicas. De golpe, al ver que los cursos están cayendo sin razón aparente, recuerda el corredor de bolsa una de las máximas más sencillas de los parqués: “nunca intentes atajar un cuchillo cuando está cayendo”. Nadie en las bolsas hará esfuerzo alguno por recoger los papeles que están cayendo, el mercado no puede corregirse a sí mismo y los cursos seguirán cayendo. El corredor de bolsa necesita tener una “fantasía”, pero un papel que cae no despierta “fantasías“ o, en todo caso, no alimenta el sueño de un futuro brillante.
En la jerga de los parqués el término “fantasía” no alude a las facultades creativas de un corredor de bolsas, sino a la capacidad de una acción de atraer su interés. El verdadero valor de una acción sólo queda en evidencia cuando el corredor la compra y, en consecuencia, compra muchas otras más. Si un papel no despierta su “fantasía”, ese papel no será comprado, la acción no generará ingresos y los índices bursátiles no subirán. Por otro lado, aparte de la psicología, las especulaciones tras bastidores también traen consigo efectos tangibles.
El problema ético y las deudas nacionales
Uno también puede apostar sobre cursos en descenso y ganar mucho dinero con ventas de acciones al descubierto; de eso saben mucho los Hedge Funds o fondos de capital de riesgo no regulados. Ellos venden acciones que no poseen, el curso de esos papeles desciende y entonces compran las acciones en cuestión a precios más bajos, ganando mucho con esa tendencia a la baja que ellos produjeron. Estos juegos, en los que están involucrados sumas inmensas, atizan aún más la de por sí grande inestabilidad de las bolsas.
Ninguno de estos fenómenos y prácticas son inéditos en el ámbito bursátil. Lo que sí es nuevo –y eso ha quedado demostrado en el marco de esta crisis financiera– es la incapacidad de los políticos para intervenir y alterar esta constelación de factores. Así lo expresa Abelshauser, agregando que los Estados pudieron reaccionar cuando colapsó el mercado inmobiliario estadounidense y quebró el banco Lehman, pero ya no pueden hacerlo. A su juicio, los Estados se han endeudado demasiado y esas “menoscaban su capacidad de maniobra”.
Autores: Dirk Kaufmann / Evan Romero-Castillo (dpa)
Editor: Pablo Kummetz
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