Las prisiones como lugares de radicalización
16 de enero de 2015Los hechos hablan por sí solos. Dos de los tres autores de los atentados en París se radicalizaron en prisión. Lo mismo es válido para Mehdi Nemmouche, que asesinó a tiros a cuatro personas en el Museo Judío de Bruselas en mayo de 2014. También Mohammed Merah se radicalizó en prisiones francesas antes de matar a siete personas en Toulouse y Montauban en 2012.
En diciembre pasado, Kreshnik B., de 20 años, el primero alemán que volvió de Siria a Alemania, fue sentenciado en Fráncfort a casi cuatro años de prisión juvenil por pertenecer a la milicia del “Estado Islámico” (EI). Alrededor de 600 alemanes se han unido al EI, lo que indica que en el futuro en las cárceles alemanas se internará a más radicales islamistas, como los sentenciados por intentar realizar atentados con “maletas-bomba” en Colonia y Bonn.
Esto nos lleva a preguntarnos cómo se puede evitar que las prisiones se conviertan en centros de radicalización. Ello preocupa especialmente a Raffaello Pantucci, director del Instituto Internacional de Estudios sobre Seguridad, en Londres, que dice: “es algo que ya lo hemos visto frecuentemente, algunas personas que ingresan a prisión radicalizan a otras”.
Similar al extremismo de derecha
La radicalización en las prisiones no es algo nuevo: los criminales comunes también multiplican sus contactos en prisión, dice Joachim Kersten, criminólogo y profesor investigador de la Universidad de Policía en Münster. Durante una entrevista con DW, Kersten resaltó las similitudes con el extremismo de derecha: "después de la caída del Muro, se pudo ver en las prisiones de los nuevos Estados federados cómo células neonazis afianzaron sus ideas en la cárcel.
Adicionalmente, la escena salafista organiza acciones de apoyo a los prisioneros, como lo demuestra el portal en línea "Ansarul Aseer". Esta página web cuenta con 3.500 seguidores en Facebook, que escriben cartas a los prisioneros, reúnen fondos y hacen propaganda.
Explicaciones simples a vidas fracasadas
El problema consiste en que en prisión los yihadistas encuentran personas susceptibles de ser reclutadas, sobre todo en centros de detención juveniles, acentúa el pedagogo y analista político Thomas Mücke, cofundador y director ejecutivo de la Red de Atención y Prevención de la Violencia. "Les explican el mundo en términos simples: estás en prisión porque no eres aceptado en esta sociedad, los musulmanes son perseguidos en todo el mundo", explica.
Muchos yihadistas radicales han tenido contacto con en el crimen en el curso de sus vidas. “No son pocos los que fueron atraídos por la violencia, el robo y el delito de drogas”, por eso Mücke pide redoblar la prevención en las prisiones. Muchos jóvenes que se afilian a la escena salafista son incultos y no están bien informados sobre sus propias raíces religiosas. Mücke cree que esas medidas preventivas deben incluir el trabajo de clérigos musulmanes en prisiones. Subraya que cuando los presidiarios jóvenes escuchan por primera vez lo que es el islam, no debería ser por parte de extremistas.
Entra uno, salen seis
Esto es algo que también preocupa a Husamuddin Meyer, un converso al islam que trabaja como consejero espiritual desde hace seis años. "Si un ideólogo entra en contacto con otros que están llenos de odio y rabia, estos rápidamente se convierten en seguidores", dice Meyer. "Cuando entra uno, salen seis o siete radicalizados".
Meyer describe como papel clave de su trabajo tratar de evitar que los presos sean ideologizados. Los reclusos confían en él como clérigo musulmán. Por ejemplo: cuando le habla a los presos sobre "el Estado Islámico" y explica que el grupo no tiene nada que ver con el islam. Sus oyentes no le creen a la prensa, pero sí a él.
“Sin embargo, la ideología yihadista ejerce una presión importante. Un individuo puede pasar rápidamente del anonimato a ser un héroe, perseguido por 80.000 policías y objetivo de todas las cámaras", explica Meyer. Recuerda cómo después de los disparos en Toulouse en 2012, algunos presos dijeron que Mohammed Merah había hecho lo correcto y se había convertido en héroe.