Las sombras del cruento colonialismo alemán
18 de junio de 2020La estatua del comerciante de esclavos inglés Edward Colston fue arrojada al agua desde el puerto de Bristol. La figura de Cristóbal Colón fue decapitada en Boston, EE. UU. Las autoridades de Amberes, en Bélgica, removieron por mano propia una escultura del rey Leopoldo II –a quien se responsabiliza de las peores crueldades en su colonia "privada" en el Congo– por temor a que fuera destruida. Los símbolos coloniales representan el racismo ejercido por personas blancas, y están en la mira. Durante mucho tiempo, nadie se interesó por ellos, pero ahora se han vuelto más actuales que nunca. Sobre todo, luego de la muerte del afroestadounidense George Floyd a manos de la policía, en Nueva York.
Alemania tiene una breve pero brutal historia colonial, que se extiende desde 1884 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando tuvo que devolver sus colonias en África, Oceanía y Asia Oriental. En su apogeo, el reino colonial alemán era el cuarto en importancia en el mundo, y las huellas de esa época siguen estando presentes en todo el país.
Calles y plazas con nombres de colonizadores
Muchas calles y plazas de Alemania llevan nombres de colonizadores, como el de Karl Peters, Adolf Lüderitz y Gustav Nachtigal. Hasta hace poco, escuelas y cuarteles militares llevaban el nombre del comandante de las tropas de protección en África Oriental, Paul von Lettow-Vorbeck. Igual que en tiempos pasados, una estatua de Hermann von Wissman, un exgobernador de la Colonia, decora aún las calles de Bad Lauterberg, en la región del Harz, y un busto de Gustav Nachtigal –quien fue comisario del reino alemán en África Occidental, hoy Camerún y Tongo– se erige en la ciudad de Stendal, en Sajonia-Anhalt.
La discusión sobre el manejo de los resabios del pasado colonial alemán está en marcha. ¿Qué hacer con las estatuas y calles, y con el delito del robo de obras de arte en tiempos de la colonia? Finalmente, la pregunta sobre si Alemania debe disculparse con las víctimas de los crímenes perpetrados por los colonizadores durante la rebelión de los herero y los nama en África Occidental, e indemnizar a sus familiares, y hacerlo también con las del levantamiento de los maji-maji en África Oriental, actos sangrientos que dejaron cientos de miles de muertos, son sombras que se ciernen sobre este país desde hace 100 años.
Resistencia contra nuevos nombres
En el llamado "Barrio Africano" de Berlín circula desde hace tiempo un debate sobre el cambio de nombre de calles. La asamblea de representantes del distrito resolvió hace casi dos años renombrarlo en homenaje a quienes lucharon en la resistencia contra el dominio colonial alemán. Pero muchos vecinos y dueños de negocios están en contra, a menudo no solo por motivos políticos, sino porque no quieren asumir los costos de un cambio de nombre. Otros, porque se han acostumbrado a ellos. La iniciativa Pro Barrio Africano encontró una manera creativa de cómo preservar los nombres. La calle Lüderitz seguiría teniendo ese nombre, ya que es el de una ciudad en Namibia. La plaza Nachtigal ya no llevaría ese apellido por Gustav Nachtigal, sino por Johann Nachtigal, un teólogo alemán. Y la Petersallee no recuerda, desde 1986, oficialmente al brutal colonizador de África Oriental Carl Peters, sino a Hans Peters, un luchador de la resistencia contra el nazismo. Algunos piensan que con eso se acaban los problemas, pero la disputa por los nombres continúa.
"Contramonumentos" podrían ser la solución
La asociación "Postkolonial", activa en 20 ciudades alemanas, trabaja para lograr una "descolonización abarcadora del espacio público de Hamburgo (…) y una representación de la historia de la resistencia anticolonialista, así como para honrar la memoria de las víctimas del colonialismo y del racismo". Para esta asociación, no se trata de borrar todas las huellas de la época colonial. Según Christian Kopp, su portavoz en Berlín, también se está evaluando erigir "contramonumentos", ya que colocar solamente un afiche crítico con informaciones delante de la estatua de un colonizador le parece demasiado poco. "Como historiador tengo interés en que los monumentos se conserven como fuentes históricas", dice a DW Jürgen Zimmer. "Sin embargo", añade, "deben ser radicalmente deconstruidos y desheroizados, de modo que se anule su función glorificadora. Se podría colocarlas de cabeza, o tiradas en el suelo", propone.
Medir con la vara actual de nuestros valores
Un ejemplo de silenciamiento de los crímenes cometidos es la tumba de Lothar von Trotha, en Bonn. Debido a su "orden de exterminio" fueron asesinados en 1904 cientos de miles de herero y nama que se rebelaron contra la esclavitud y el brutal dominio alemán en África Occidental. Sin embargo, no hay un solo indicio de sus crímenes en su lápida.
Así las cosas, surge la pregunta de si se puede juzgar a personalidades históricas a partir de las normas actuales. Jürgen Zimmer dice claramente que sí se puede. "De otro modo, no podríamos distanciarnos ni juzgar a personalidades como Hitler, Himmler y Cía.", subraya. Pero en el debate actual se trata, sobre todo, de analizar críticamente "si las personalidades históricas son adecuadas como modelo ejemplar de hoy, y para eso, nuestras normas actuales son clave. En los monumentos también se juegan nuestros valores e ideas", sostiene.
(cp/few)
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