Le Clézio, nobel de Literatura 2008: entre lo genial y lo aburrido
9 de octubre de 2008En sus novelas, Jean-Marie Gustave Le Clézio, quien se convirtió este 9 de octubre en el décimo cuarto francés en ser distinguido con el Premio Nobel de Literatura, busca el paraíso perdido y los rastros de su propia historia personal. Sus obras, críticas de la civilización actual, lo han llevado a repetidas veces a los otros continentes, convirtiéndolo en uno de los escritores más significativos de la actualidad francesa.
Reacciones
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, felicitó al flamante Nobel de Literatura recalcando sus cualidades como “ciudadano del mundo, un hijo de todos los continentes y culturas”. La irradiación de Francia simboliza este escritor, opina el líder francés.
Por el contrario, la crítica literaria Sigrid Löffler calificó la decisión de bizarra: “Nadie contaba con ello. Le Clézio nunca tuvo suerte en el ámbito germanoparlante”, cuenta esta especialista alemana en Literatura.
A pesar de que varias de sus novelas han sido traducidas al alemán, ninguno de ellas pudo despegar nunca. “No se debe sólo a la estrechez de límites de los alemanes”, sigue Löffler, “tiene algo que ver con el autor mismo; de alguna manera es terriblemente aburrido de leer”.
Obras traducidas al español
Entre las obras del escritor se han publicado en español El Africano, en 2007; Diego y Frida: una gran historia de amor en tiempos de la revolución en 2002, El pez dorado en 1999, La cuarentena en 1998, El atestado en 1994, Onitsha en 1992, Desierto en 1991, Viaje a Rodrigues en 1987), El buscador de oro en 1987 y La Guerra en 1972.
Algunas huellas de su vida privada
Nacido en Nizza de madre francesa y un médico inglés, Le Clézio estudió literatura. Trabajó luego como docente en las universidades de Bristol, Londres y Aix en Provence. Su viaje a África en 1948, le dio la llave a mundos primitivos que lo cautivaron y aparecen convertidos en literatura en 1991 en su novela Onitsha y posteriormente, en 2004, en El africano.
Cuando en 1963 publicó a los 23 años su primera novela Le Proces Verbale (El interrogatorio), la crítica especializada lo elogió como uno de los talentos más asombrosos y singulares de la literatura francesa moderna.
Su lenguaje, según explican entendidos, va de lo denso a lo fulgurante para describir la belleza de las regiones primitivas enfrentadas a la barbarie de la civilización. Precisamente por ello, por la densidad de su lenguaje, “la Academia de Estocolmo lo ha escogido”, recalca Löffler y añade: “La verdad es que nadie lo esperaba, ni siquiera los mismos franceses”.