Los últimos 12 días de Adolf Hitler
9 de septiembre de 2004Pocas películas han provocado en el pasado tanto interés como el último proyecto del director de cine Bernd Eichinger. “El hundimiento” es uno de los primeros intentos en Alemania de caracterizar a Hitler en un filme. El primero fue hace casi 50 años en la cinta “El último acto” (Der letzte Akt) del 1956, dirigida por G.W.Pabst. El film fue un fracaso y está hoy prácticamente olvidado.
La primera inquietud en Alemania surgió de la pregunta, de si un personaje tan funesto como Hitler “merece” un papel principal en una película de cine, a pesar de ser un semidocumental. Otro temor que se escuchó en este país apunta al posible efecto conmovedor de ver a un Hitler “normal” o “humano”, un pobre viejo que padece de Parkinson y trata a sus secretarias con amable cortesía.
No se trata de mostrar a un Hitler bueno
Eichinger subrayó en innumerables entrevistas que su propósito no es presentar a Hitler como un payaso ridículo o un monstruo con garras. La mayoría de los alemanes –y no sólo ellos- conoce a Hitler únicamente por sus enardecidos discursos.
“Tenemos que ser capaces, en algún momento de nuestras vidas, de poder contar nuestra propia historia”, sostiene Eichinger. “Si uno desea entender la historia, debe entender a las personas que la hicieron”. La cinta de Eichinger no permite entender definitivamente a este personaje nefasto. Sin embargo, intenta retratar un personaje histórico siguiendo fielmente los testimonios de los que vivieron y sobrevivieron los últimos 12 días de Hitler, entre el 20 de abril y el 2 de mayo de 1945, en el búnker del “Führer” en Berlín.
Decadencia total
Que el intento haya resultado bastante logrado y convincente se lo debe Eichinger al actor suizo Bruno Ganz en el papel de Hitler. En la película, Ganz consigue mostrar muchas facetas del “Führer” alemán en sus últimos días. A veces se le ve combativo, en otras ocasiones desesperado, pero siempre con una tendencia decadente. Hitler grita, chilla, culpa a los judíos de todos los males y da órdenes a unidades militares inexistentes para alimentar la idea de la resistencia hasta el último cartucho. Ese es el Hitler tal como una mayoría se lo imagina.
Pero también se le ve amable con el personal femenino del búnker, cariñoso con su perra Blondi o besando en la boca a su amante Eva Braun. No obstante, el filme no permite en ningún momento sentir compasión por el dictador.
El rigor histórico con el que el actor Bruno Ganz trata de aproximarse a la figura de Hitler se manifiesta en la dificultad de imitar el tono normal en su voz. Sólo existe un breve documento auditivo de siete minutos en el que se escucha a Hitler hablando normal, es decir, sin gritos. Se trata de una conversación que mantuvo con un diplomático finlandés en 1942. Ganz estudió intensamente ese documento y se hizo asesorar por un austriaco de la región en la que nació Hitler para perfeccionar su acento.
“Mi pesadilla era pensar que algún día llegara una película de Hollywood que nos mostrara de forma importada qué es lo que pasó”, dice Eichinger.