Los alemanes engordan cada vez más
28 de septiembre de 2018El problema que afecta a media Alemania pesa unos 400 gramos y es muy barato. Se trata de la pizza congelada, que tienta el paladar con queso fundido, sabroso salami y una masa crujiente. Solo hay que asomarse a la sección de congelados para que, en un santiamén, este manjar precocinado termine en nuestro carrito de la compra.
"Una pizza de este tipo, o aún peor, rellenas de queso en los bordes, corresponde en realidad a dos comidas, ya que media pizza cubre completamente la necesidad calórica de un adulto. Pero ¿quién se come una mitad y guarda vuelve a congelar la otra? Es lo que se pregunta Gabriele Janthur, defensora del consumidor. Con ella paseamos por un supermercado y comprendimos enseguida por qué en torno al 52% de los alemanes sufren sobrepeso, siendo esta una tendencia alcista.
"Las porciones son demasiado grandes y la información calórica no se entiende y está oculta. Detrás de cada caja de pizza dice 266 kilocalorías, pero ese es el valor que corresponde a 100 gramos de producto” En las pizzas congeladas estándar, de unos 400 gramos, se esconden más de 1000 calorías. Eso es una bomba.
Una misión compleja para Julia Klöckner
En los países industrializados, mucha gente no puede resistirse a las pizzas congeladas. Entretanto ya hay más personas en el mundo afectadas de sobrepeso que de infrapeso, con las terribles consecuencias que esto implica. Mayor riesgo de sufrir enfermedades coronarias, apoplejías, trastornos del metabolismo de las grasas y diabetes. La política intenta contrarrestar esta realidad a la desesperada, sobre todo, con información y prevención. En Alemania, esta labor le corresponde a Julia Klöckner.
Desde marzo, la política del CDU es ministra de Alimentación, Agricultura y Protección de los Consumidores. El nombre del ministerio ya revela que Klöckner se enfrenta a una misión prácticamente imposible: en primer lugar, proteger los derechos de los consumidores, después, no descuidar los intereses de la industria alimentaria. "Mi objetivo es hacer que la elección sana sea también la más sencilla”, afirma Klöckner sin vacilar.
Klöckner ha plasmado incluso en el pacto de coalición su intención de mejorar la competencia de los ciudadanos en materia alimentaria, y ha asignado 12 millones de euros para ello en los presupuestos de 2019. La ministra quiere consolidar el plan de acción "En Forma” para una vida activa y una alimentación sana. Este se dirige principalmente a niños y ancianos. Pero Klöckner sabe que los jóvenes y los adultos también se alimentarían de manera más equilibrada si los precios ayudaran.
"En las numerosas iniciativas que organizamos en escuelas y residencias de mayores nos hemos percatado de que una alimentación sana puede ser mejor y a su vez más asequible.” No como en los tiempos de estudiante de Klöckner, en los que "el plato más barato del comedor universitario siempre era una salchicha con patatas fritas y salsa de curry, mientras que el más caro era una ensalada del buffet. No podemos regresar a esos tiempos”
¿Semáforo a favor de la industria en lugar de en pro de los consumidores?
A Darío Sarmadi ya se le habría ocurrido una idea para evitar esto. "Los productores de bebidas ultra azucaradas deberían pagar un impuesto añadido y esto les incitaría a desarrollar recetas más saludables,” plantea el experto de la organización "Foodwatch”. "En Gran Bretaña, a los productores se les grava desde abril con un impuesto por las bebidas con un alto contenido de azúcar. Por eso, Coca Cola ha modificado su receta y ha reducido el azúcar". El gobierno alemán tiene que despertar, lo que implica vigilar más de cerca la publicidad de la industria. "Tres de cada cuatro productos para niños son bombas de azúcar y tentempiés grasos”.
Sostiene que hay que implantar el semáforo nutricional en Alemania, con el color rojo para alimentos con mucho azúcar, sal y grasas; amarillo cuando los niveles sean aceptables y verde cuando sean bajos. No obstante, el Parlamento Europeo ha rechazado la medida, aunque "Klöckner podría implantarla voluntariamente en Alemania”, dice Sarmadi, que también advierte de que la industria mide los niveles en raciones muy pequeñas para salir mejor parada.
Los hábitos de alimentación han cambiado
Hasta ahora, el consumidor solo se orienta por sellos de calidad, como en el caso de la leche. Si es de origen bio, significa que se obtuvo de agricultura ecológica. Pero la leche está al final del supermercado, según Gabriele Janthur, para "tener que pasar por innumerables productos antes de llegar a ella.” También afirma que la alimentación se ha vuelto un asunto muy complejo porque hay mucha oferta. "Es muy difícil irse contenta del supermercado, sobre todo si se busca una alimentación sana”.
Oliver Pieper (PJ/ER)
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