Los microcréditos impulsan la protección del medio ambiente
24 de enero de 2012En Uganda, pretender realizar acciones tan cotidianas como llamar por teléfono, refrigerar alimentos o leer un libro cuando llega la noche resulta, cuando menos, complicado. Apenas el 12% de la población dispone de acceso a la red eléctrica. En las regiones rurales, la cifra se reduce hasta el 2%, según un estudio del Centro de Investigación en Energía y Conservación de la Energía (CREEC, por las siglas en inglés), con sede en Kampala. Incluso quienes gozan de acceso al suministro optan a menudo por echar mano de las velas y el queroseno debido al elevado precio de la electricidad. Según datos del Banco Mundial, el gasto anual en queroseno en el continente africano se eleva a 13.000 millones de euros. Tal consumo no sólo supone un riesgo para la salud de la población, sino que también significa un claro perjuicio para el medio ambiente.
FINCA, una fundación estadounidense especializada en microcréditos, creó en 2008 un proyecto piloto cuyo objetivo es hacer posible el autoabastecimiento de electricidad. Según su directora de iniciativas de negocios estratégicas, Sonali Rohatgi, el precio final resultante para los clientes es el criterio decisivo a la hora de conceder la financiación. Además, también resulta fundamental garantizar el posterior servicio de mantenimiento y asistencia técnica. En la fase inicial del proyecto se sometieron a prueba diferentes productos, como lámparas con dinamo de mano y hornos de bajo consumo. Finalmente, el programa se decantó por los denominados "Solar-Home-Systems" (SHS), es decir, instalaciones fotovoltaicas que garantizan la autonomía del suministro eléctrico sin necesidad de conexión a la red eléctrica.
Nuevos modelos de negocio a través de una idea ya consolidada
Theo Kayonda ya posee una instalación de ese tipo. Kayonda se vio obligada a levantar de nuevo su pequeña tienda de alimentos después de que una lámpara de queroseno explotara en su interior y la destruyera. A través del Sistema Solar Doméstico (SHS), Theo Kayonda dispone ahora también de electricidad suficiente para la iluminación y el suministro a otros aparatos. Su SHS es tan sólo uno de los 550 que han sido financiados a través de FINCA. Ahora, Kayonda no sólo ofrece alimentos en su negocio. Los vecinos pueden cargar también las baterías de sus teléfonos celulares. Incluso los niños se benefician de ello. Cuando oscurece, hacen las tareas escolares en la misma tienda sin que sus madres deban preocuparse por el peligro que suponen las lámparas de queroseno.
La tienda de Theo Kayonda es un ejemplo entre muchos. Según datos del Banco Mundial, 2.700 millones de personas en todo el mundo no disponen de acceso al sector financiero tradicional. Desde que Muhammad Yunus recibiera el Premio Nobel de la Paz en 2006, los microcréditos se han convertido en un medio popular para combatir la pobreza. El Banco Grameen, fundado por Yunus en Bangladesh, fue una de las primeras entidades del mundo especializada en la concesión de microcréditos. Su modelo parte de la base de que también las personas pobres pueden ser emprendedoras y, por ende, también deben poder recibir crédito para financiar sus iniciativas. Aunque el concepto ha sido criticado en los últimos años, un informe de marzo de 2011 elaborado por el secretario general de la ONU destaca que los microcréditos no solamente generan puestos de trabajo en el seno de familias pobres. Según Ban Ki-moon, los microcréditos suponen sobre todo una oportunidad para que las mujeres desfavorecidas de países en vías de desarrollo puedan convertirse en empresarias con un coste moderado y una burocracia reducida a la mínima expresión.
Ejemplos positivos de microcréditos
La protección del medio ambiente se ha convertido en un nuevo ámbito de actuación para las entidades financieras que conceden los microcréditos. Institutos que ya disponen de una red en funcionamiento en las zonas más pobres del mundo. Una circunstancia de la que también FINCA saca provecho. En Uganda, la fundación apuesta sobre todo por trabajadores altamente cualificados, como explica Joseph Sserwanga, director del proyecto. Los denominados "responsables de energía" visitan las aldeas promocionando los "Microcréditos verdes". Los potenciales clientes son asesorados por un experto financiero de FINCA, quien negocia individualmente las condiciones de devolución del crédito. La cuota mensual no debe superar la cantidad que un hogar gastaría de otro modo en queroseno, velas y baterías. Una compañía privada se encarga de la instalación del equipo. "Una vez instalado, no desaparecemos sin más", explica Sserwanga, quien añade: "si hay problemas con el SHS, los 'responsables de energía' se encargan del mantenimiento del aparato".
Según Sserwanga, una de sus clientas le ha impresionado especialmente. "Primero, abrió una pequeña sastrería en la ciudad. Después, vino un puesto en el mercado. El negocio funcionó tan bien que construyó una escuela en su aldea natal, que ahora dirige su sobrino, que es maestro". Una historia de éxito que no sólo ha influido positivamente en el beneficiario del préstamo, sino también en las personas de su entorno.
Autor: Wiebke Feuersenger / Emili Vinagre
Editor: Pablo Kummetz