Los muchos rostros de la migración
12 de julio de 2006DW-WORLD: La comisión para desarrollo y cooperación presentó ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo un informe, que fue aprobado, pidiendo convertir las migraciones en motor de desarrollo. ¿Se tuvo en cuenta en la Conferencia Euro-Africana de Rabat algún aspecto de ese informe?
Kreissel-Dörfler: Verbalmente, con seguridad. Si se los pone en práctica, eso es otra pregunta. Para ser sincero, desde hace 30 años estamos hablando de los mismos asuntos en la política de migración y de desarrollo y no hemos avanzado mucho. Además opino que un encuentro de esa magnitud con 30 estados africanos sólo puede terminar en declaraciones, que distan mucho de convertirse en política concreta.
Es decir, que usted no cree que salga algo en concreto de esta conferencia…
Creo que se enfocó varios aspectos interesantes, pero que en realidad no son nada nuevos. Tales como aumentar la ayuda al desarrollo, de lo cual venimos hablando desde los años setenta y nunca se ha hecho realidad. Otro punto interesante que se trató: verificar la situación en los Estados de origen de la gente: si veo que Senegal, por ejemplo, por debajo de cuerda impulsa que la gente abandone el país para que envíe dinero. E interesante también fue que se hablara de encontrar vías nuevas para la migración legal. Tenemos que reconocer, también Alemania, que somos una región a la cual se emigra. Aunque el término fuga de cerebros ha caído en desuso, sigue siendo una realidad.
Pero los que llegan a las costas no son los cerebros del Africa.
La mayoría tienen una formación profesional. Con muchos he hablado en los campos de refugiados, sea en las islas Canarias o en Ceuta y Melilla; y la mayoría tiene una formación. En sus países de origen, por las estructuras existentes, no pudieron encontrar trabajo. La Unión Europea tiene que ver con ello, pues son las flotas pesqueras europeas las que vacían las costas y le quitan el trabajo a la gente. También la política agrícola europea y el contingente de importación de productos desde esos países es dañina para esos mercados laborales.
¿Y qué se hace en concreto para paliar el problema?
El problema de Ceuta y Melilla existe desde los años setenta. Lo que ha cambiado es que nos hemos despertado, por la cantidad en aumento de las imágenes televisadas de gente llegando en pateras hacia la tierra prometida europea. Hay una mayor conciencia del problema. Pero sólo incrementar los controles en las fronteras, no va a bastar. Mejorar las condiciones de vida en los países de origen es un buen camino, sin duda alguna, pero eso es a largo plazo.
Yo opino que hay que conceder acceso legal al mercado laboral, y sacar a la gente de la ilegalidad. Como lo que en parte está haciendo España: conceder contratos temporales para que la gente pueda cosechar tomates legalmente, sin que puedan ser explotados en una nueva forma de esclavitud. ¿Por qué no se sigue ese camino, básicamente, en toda la Unión Europea? Los 25 países hablan a ese respecto con 25 lenguas diferentes.
No falta quien diga que es poco realista pensar en conceder visas temporales.
Pues entonces no tiene idea de lo que dice. Los gastarbeiter alemanes llegaron aquí con visas temporales con permiso de trabajo, en los años sesenta y setenta. Cuando los alemanes necesitaron mano de obra y se sintieron demasiado capacitados para limpiar toneles de basura. Se ofreció esos trabajos a España y Turquía y a otros países.
Sin embargo, hay que dejar claro que eso es sólo una parte de la solución, y que no implica que erradique la migración ilegal. Quien esté en su pueblo sin esperanza, siempre estará dispuesto a abandonarlo. Yo lo haría igual, y usted probablemente también.
Esta migración, sin embargo, plantea en este momento grandes problemas, sobre todo a España.
Por supuesto, y por eso tenemos que solucionarlo en conjunto. El Gobierno español bajo Zapatero ha hecho enormes esfuerzos por solucionar el asunto de manera humana y justa. Sin embargo, las vallas en torno a Melilla y Ceuta son un anacronismo. Por otro lado, debo decir que si tengo un enclave de 60 kilómetros cuadrados y abro completamente las fronteras, lleno el país. Y eso tampoco puede ser. Por eso hay que encontrar una manera de solucionar el problema. Por decir algo, contratos de un año o dos, volver al país de origen y volver a tener la posibilidad de aplicar a un trabajo. De esta manera se quitaría un poco de presión.
¿Muchos opinan, sin embargo, que si se concede ese tipo de visas la gente se quedaría y se intensificaría el efecto llamada?
El efecto llamada habrá siempre que la gente no sepa si y cómo va a sobrevivir. Sin embargo, con la inmigración ilegal hay muchos más problemas: la gente es esclavizada, bajo el nivel salarial de los demás, no hace aportaciones al sistema social, y se queda cinco o diez años en el país.
¿Qué probabilidades de éxito tiene el Plan de Acción acordado en Rabat?
Tiene algunos aspectos interesantes e importantes. Como por ejemplo, que se diga que se va invertir en ayuda para el desarrollo a largo plazo. O que se acuerde facilitar las remesas de dinero. Si uno ve que alguien enviando 200 dólares a Ghana puede solventar a su familia, ¿por qué tiene que pagar 40 dólares por una remesa internacional? Son puntos en los cuales los bancos hacen un gran negocio, y le quitan a la gente el dinero que ha ganado duramente. Las remesas, sean de gente legal o ilegal, son una parte decisiva del ingreso de las familias en el país de origen. Es el viejo principio del gastarbeiter.
Otro punto importante de la Conferencia de Rabat es que se haya acordado que necesitamos una política común de repatriación de migrantes. No puede ser que Senegal se niegue a acoger a sus propios ciudadanos, después de que los ha echado. Está bien que se haga presión a esa nación, son sus ciudadanos. Y nosotros tenemos fronteras que deben ser respetadas. Ese es un punto, que por más duro o exagerado que suene, no podemos acoger a toda África o Asia.
¿Tienen razón las organizaciones no gubernamentales que han comentado: en esta conferencia se trata de seguridad y de repatriación, no de desarrollo?
En cierta manera sí. Si yo como político decido aquí o en España abrir las fronteras, mañana tengo terribles tensiones sociales en el país. Y eso no puede ser. Debe ser equilibrado, tanto la repatriación como la migración legal y el acceso al mercado laboral. Regularizar a los ilegales que estén, por decir algo, cinco años en el país. Algo está claro: por más alto que construyamos el muro en el Mediterráneo, la gente lo cruzará. La migración ilegal es tan vieja como la humanidad.
Si estuviese en su mano solucionar el problema de los africanos llegando a la costa de España, ¿qué haría?
Dejando aparte los grandes proyectos de ayuda al desarrollo, impulsaría pequeños proyectos, familiares, en los pueblos para que la gente pueda subsistir. No estoy hablando de proyectos a niveles gubernamentales, cuyos dineros no llegan al pueblo. Hay que hacer otro tipo de proyectos, basados en la manpower desde aquí, asesorándolos, como lo hacen las iglesias, algunas ONG´s y la misma GTZ.
A la vez hay que decir en cuanto a la gente que ha llegado a las costas, en caso de no haber acuerdos de repatriación tiene que ser tratada como refugiados y asesorados con miras a la integración. En Lampedusa y Malta hay que hacer algo para crear condiciones más humanas. Y hay que combatir la criminalidad: las bandas de transportistas tienen que ser castigadas, aquí y en los países de origen. Y también debe castigarse a los que emplean fuerza laboral ilegal para explotarla. Pero todo eso no sucederá pasado mañana.
¿Y cree usted que sucederá algún día?
Tomará su tiempo, pero básicamente soy optimista, de lo contrario debería abandonar la política. Además si el ser humano no fuera optimista, todavía seguiríamos en la edad de piedra.
Wolfgang Kreissel-Dörfler, experto en migración del SPD, es parlamentario europeo y miembro de la comisión de libertades civiles, justicia y asuntos interiores, así como de la de desarrollo.