Los “top ten” del teatro en alemán
5 de mayo de 2009Un jurado compuesto por siete críticos decide qué 10 montajes, de los 5.000 que cada año se estrenan en los teatros de Alemania, Austria y Suiza, reciben una invitación para acudir al Encuentro del Teatro Berlinés. El evento es una verdadera fiesta del género y al mismo tiempo un buen lugar para que las carreras de los artitas reciban el impulso necesario.
Su amplio programa lo convierte además en un foro de debate sobre el teatro en idioma alemán: hay discusiones (como en la que, con el título de “Política y privacidad: identidades y biografías bajo los focos”, participarán el ministro alemán de Exteriores y dos directores) y a cada representación le acompaña un intercambio de pareceres entre el público y los miembros de la compañía.
Tras la última puesta en escena, el jurado se enfrenta a la valoración de los espectadores; en las llamadas “piezas de mercado” se presentan, en forma de lecturas, obras de toda Europa que después son igualmente debatidas y en el Foro Internacional entran en contacto durante dos semanas 45 artistas teatrales de todo el mundo.
El arte es vida
En la edición de este año se desplazarán a Berlín nueve compañías teatrales en lugar de 10: una de las obras, la del director Christoph Marthaler, dependía en exceso del escenario original, un hotel rural suizo. Todos los restantes montajes proceden de teatros situados en grandes ciudades.
Pese a que la labor del jurado no es elegir las mejores, sino las puestas en escena más destacadas, gran parte de las obras no han logrado superar su control de calidad (o su recato a la hora de mostrar sobre las tablas berlinesas montajes atrevidos pero no perfectos procedentes de casas pequeñas), lo que es de lamentar, aunque las escenificaciones presentes sean magníficas: dos de Viena, dos de Hamburgo y una de Múnich, Colonia, Zurich y Berlín.
Directamente de la Trienal de la Región del Ruhr llega a Berlín la obra de Christoph Schlingensief Una iglesia del miedo al extraño que hay en mí (Eine Kirche der Angst vor dem Fremden in mir), en la que este provocador dramaturgo, enfermo de cáncer, se pregunta de manera tan personal como profunda sobre la elemental relación entre el arte y la vida.
Hamburgueses ricos, suicidio y radio
Acompañado de un coro de desempleados, el director Volker Lösch se enfrenta con Marat, qué ha sido de nuestra revolución (Marat, was ist aus unserer Revolution geworden), una pieza de Peter Weiss, a las diferencias sociales en Alemania. Los coros gritan su rabia y su miseria, principios ideológicos que van de Lenin a Castro flotan en el ambiente y, al final, se leen los nombre de los ciudadanos más adinerados de Hamburgo seguidos de la exigencia de que se establezca un impuesto para ricos.
Con esta controvertida puesta en escena, Lösch muestra una forma completamente nueva de hacer teatro político. Mientras tanto, la representación de la inglesa Katie Mitchell en Wunschkonzert, de Franz Xaver Kroetz, que se mete en la piel de una mujer que en su monótono día a día escucha la radio antes de proceder a su suicidio, aparece como un espectáculo multimedial con orquesta en vivo e imágenes grabadas en directo de lo que sucede sobre el escenario.
Bailando sobre el abismo
En el biográfico montaje vienés Todos los muertos vuelan alto (Alle toten fliegen hoch), el genial actor Joachim Meyerhoff es a un tiempo su propio autor, director y personaje; y en la vienesa adaptación de Martin Kusej de la obra de Karl Schönherr El diablo de las mujeres (Der Weibsteufel), la furiosa actuación de Birgit Minichmayr se convierte en un existencial baile sobre el abismo.
El director Jürgen Gosch desarrolla su búsqueda de lo veraz en la vida y de la fuerza interpretativa sobre el escenario por partida doble: con el montaje berlinés La gaviota (Die Möwe), de Anton Tschechow, y con el estrenado en Zurich de Aquí y ahora (Hier und jetzt), en el que diferentes personas expresan sus deseos en un banquete de boda.
La adaptación muniquesa de El proceso, de Franz Kafka, puesta en escena por Andreas Kriegenburg, es un virtuoso juego de imágenes protagonizado por Josef K., mientras que el Nicolas Stemann dirige la obra de Schiller Los bandidos (Die Räuber) en una escenificación hamburguesa en la que le da la oportunidad a Fanz Moor de articular sus repetidas quejas.
En general, con sus muchos estilos y formas, el programa de esta edición, como ya sucediera los años anteriores, sigue una única tendencia: en el centro de las escenificaciones se sitúa el actor, y no tanto el director.
Autor: Hartmut Krug/ Luna Bolívar
Editor: José Ospina Valencia