Lucha de “modelos” contra un sólo cambio climático
24 de septiembre de 2007Cuando las urnas les impusieron la actual coalición de gobierno, los socialdemócratas alemanes, acostumbrados a tratar con los verdes, nunca pensaron que formando Ejecutivo esta vez con los conservadores les fuera a tocar una canciller tan ecologista.
Pero Angela Merkel está convencida de que no hace falta ser de izquierdas para combatir el cambio climático, y de que la ideología democratacristiana casa a la perfección con la lucha contra las emisiones contaminantes. Al fin y al cabo, lo que ha creado Dios, que no lo destruya el hombre.
A la Conferencia del Clima que Ban Ki Moon, el secretario general de la ONU, convoca en Nueva York, acuden la canciller y otros 69 jefes de Estado y de gobierno. En el evento, la reunión de mayor rango que para hablar sobre el cambio climático se haya celebrado jamás, participarán un total de 150 países.
Ecologismo para todos
En todos los programas de gobierno, los objetivos de futuro y las agendas de Angela Merkel, el cambio climático tiene reservado un lugar especial. La canciller ha convertido la defensa del planeta en el hilo conductor de su política e incluso se subió a un avión y aterrizó en Groenlandia para cerciorarse de que el hielo realmente se derrite y tanto empeño tiene justificación.
Pero el calentamiento global no se frena desde Alemania. Durante el primer semestre de 2007, como presidenta de turno de la Unión Europea, Merkel se esforzó por convencer a sus socios comunitarios de que esta lucha se debía librar conjuntamente, y en junio, como anfitriona de la Cumbre del G-8, hizo un intento similar con los representantes de los países más ricos del mundo.
Los europeos están en sintonía climática con Merkel, pero de sus amigos estadounidenses la canciller recibe el apoyo dosificado con cuentagotas. Por ejemplo, George W. Bush reconoce ya que el problema existe y que quizás el hombre tenga en él alguna mano puesta, pero se negó a que se fijasen objetivos concretos en la Cumbre de Heiligendamm, como quería Merkel, y a la actual cita con Ban Ki Moon envía a su secretaria de Estado, mientras organiza un encuentro alternativo en Washington tres días después de la Conferencia de la ONU.
“Ningún país puede eximirse, porque el calentamiento global es una amenaza para todos”, declaró Merkel, haciendo referencia especialmente a Estados Unidos y a China: dos países que no han ratificado el Protocolo de Kyoto y sin embargo son responsables del 40% de las emisiones contaminantes que se generan en todo el planeta.
Buscando alternativa a Kyoto
Por supuesto que a los verdes alemanes la Merkel ecologista les huele a demasiadas palabras y poca acción. Está bien que se tematice la cuestión, dicen, pero si sólo se habla y no se aportan soluciones todo se queda en nada más que política. Tampoco de la actual Conferencia Climática pueden esperarse resultados concretos: se trata más bien de ir acercando las posturas para que, cuando la Comunidad Internacional vuelva a reunirse el próximo diciembre en Bali, el camino hacia un tratado que sustituya al de Kyoto esté allanado.
Merkel y el resto de la Unión Europea piden en Nueva York, y con vistas a Bali, que los países de Naciones Unidas se comprometan a reducir hasta mediados de siglo las emisiones de gases contaminantes totales en un 50%. Un objetivo tan ambicioso, piensan los alemanes esta vez con pocas divergencias, y también los europeos en general, sólo puede llevarse a cabo con éxito bajo el marco de la ONU.
Y aquí aparecen las siguientes fisuras: entre los países industrializados y los en vías de desarrollo, que temen que sus economías se vean frenadas si han de preocuparse no sólo por el crecimiento, sino también por el medio ambiente.
Y la brecha entre el “modelo Bush” de que cada Estado se comprometa consigo mismo y se invite a discutir a los 16 principales contaminantes del país en lugar de estar presente en la sede de Naciones Unidas, aunque Condoleezza Rice asegure que su Gobierno cuenta con el organismo, y el “modelo europeo” que espera un compromiso con cifras al que se acojan todos.
En 2012 expira el único acuerdo internacional para controlar las emisiones, el Protocolo de Kyoto, y quienes optan por la segunda postura buscan con urgencia un documento que ocupe su lugar.