Mascarillas ecológicas: ¿es posible?
24 de noviembre de 2020En 2017, Jean-Marc Neveu y Olivier Civil nunca pensaron encontrarse luchando contra la contaminación de mascarillas desechables, cuando fundaron su empresa de reciclaje Plaxtil, en Châtellerault, Francia. En sus inicios se fijaron en los residuos textiles. Desarrollaron un proceso para convertir tejido en un nuevo material reciclable, que ellos describen como "plástico ecológico”.
Pero tan pronto como las mascarillas se convirtieron en el atuendo estándar para ayudar a combatir la propagación del COVID-19, los socios empezaron a encontrar mascarillas esparcidas por las calles y parques de su ciudad, que habían sido desechadas o perdidas.
"No podíamos simplemente ignorar este desperdicio”, recuerda Neveu. "Habíamos encontrado una solución para reciclar tejidos, tal vez podíamos encontrar una para reciclar mascarillas”, explica.
En julio, la compañía comenzó uno de los primeros programas de reciclaje de mascarillas desechables y desde entonces ha procesado más de 100.000 unidades. Neveu y Civil no trabajan con mascarillas quirúrgicas utilizadas por profesionales sanitarios, que se eliminan por separado como residuos clínicos en los hospitales. Y aunque podrían procesar mascarillas de tela, se han centrado en las desechables fabricadas a partir de plástico.
Como muchas de las telas producidas en masa con las que solían trabajar contienen grandes cantidades de fibras plásticas, fueron capaces de ajustar su proceso existente para tratar con la composición plástica de las mascarillas.
Las partes recolectadas se exponen a luz UV para matar todas las partículas de virus restantes y luego se introducen en una trituradora. Las mascarillas trituradas se mezclan con plástico adicional y se procesan en nuevos productos. Se trata de productos que también son necesarios para combatir la propagación del coronavirus, como las correas de sujeción de las propias mascarillas, los cierres de los protectores faciales o los abre puertas para residencias.
Crecientes montañas de residuos de mascarillas
No solo en las calles de Châtellerault se acumulan residuos de la contaminación pandémica, sino también en las playas y océanos del mundo. Una vez allí, pueden tardar hasta 450 años en degradarse y desaparecer.
Esther Röling, coorganizadora de la campaña de limpieza "Adventure Clean Up Challenge”, que se celebra anualmente en la isla de Hong Kong, ha visto estos residuos de primera mano. En octubre, el desafío deportivo enfrentó a diferentes equipos en una competición para extraer la basura de 13 zonas costeras de difícil acceso alrededor de la ciudad.
Röling informa que encontraron toneladas de mascarillas desechables y reutilizables. "Uno se pregunta cómo han llegado hasta ahí. ¿Se arrojaron simplemente al suelo? O ¿estaban en una bolsa de basura que se abrió y cayeron?”
A casi 10.000 kilómetros de distancia, en Antibes, en la soleada cosa Azul (también conocida como Riviera Francesa), se puede encontrar una imagen similar. Durante los últimos meses, buzos y voluntarios de limpieza, que trabajan con la ONG Opération Mer Propre, han recogido un número creciente de mascarillas en tierra y mar.
"Desde el comienzo del confinamiento hasta hoy hemos recolectado casi 1.000 mascarillas”, cuenta el cofundador, Joko Peltier.
Según estimaciones de la ONU, hasta el 75 por ciento de todo el plástico asociado a la pandemia podría terminar como residuo en océanos y vertederos.
Los límites del reciclaje
Sin embargo, no todos los expertos creen que sea posible el reciclaje de estos residuos a escala mundial.
"Lo que los movimientos ciudadanos están haciendo en las playas es muy beneficioso, pero una vez que se recogen los residuos, deberían ir a un vertedero o un incinerador”, explica Jonathan Krone, ecologista industrial y profesor invitado de estudios ambientales en Boston College. A diferencia de una start-up muy especializada como Plaxtil, Krone explica que los procesos de producción en la mayoría de plantas de reciclaje convencionales no se pueden adaptar fácilmente. Incluso en países con una sólida infraestructura de reciclaje, los sistemas están diseñados para clasificar tipos específicos de residuos como botellas o cartón.
"Imagino que sería técnicamente factible desarrollar un proceso de separación para filtrar las mascarillas, pero no hay suficientes para que este proceso sea económicamente viable”, dice.
Recoger las mascarillas del medio ambiente es una tarea difícil y costosa, así como separarlas de la basura en la que terminan junto con otros residuos, según el ecologista industrial. Y es que cada mascarilla solo pesa una fracción de gramo.
"Se necesitan grandes cantidades de materia prima de calidad para que las inversiones en tecnología y sistema de reciclaje dé sus frutos”, resume.
Cáñamo, caña de azúcar y alternativas sostenibles
Con el fin de evitar el daño ambiental, algunas empresas están dirigiendo su atención a los materiales utilizados en la producción de las mascarillas en lugar de reciclar. Por ejemplo, la empresa francesa Géochanvre ha desarrollado una mascarilla hecha principalmente de cáñamo, mientras que en Australia, los investigadores de la Universidad de Tecnología de Queensland están experimentando con un producto desechable fabricado a partir de desechos agrícolas.
Las opciones biodegradables son alternativas interesantes para reducir el uso de plásticos a base de petróleo en la producción de mascarillas, según Krone, pero no exime al usuario de la responsabilidad de desecharla adecuadamente.
No obstante, las mascarillas de base orgánica a menudo necesitan sus propias soluciones de compostaje altamente especializadas, explica, porque en los vertederos pueden producir grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernadero significativamente más potente que el dióxido de carbono.
"Mientras dediquemos nuestros esfuerzos principalmente a la eliminación de mascarillas, tendremos que aceptar muchas desventajas para el medioambiente”, resume Krone, añadiendo que actualmente considera que las mascarillas de tela reutilizables son la mejor solución.
Precimask, por ejemplo, está desarrollando una cubierta facial transparente con una visera opcional hecha de plástico duro, diseñada para ser duradera, en la que se puede inhalar y exhalar aire a través de dos filtros de cerámica. Para ello se emplea una tecnología que normalmente se encuentra en los filtros de piscina y en los sistemas de escape de los coches, según la portavoz de la compañía, Juliette Chambet. Este proyecto de dos empresas francesas se lanzará al mercado a finales de año.
"Nuestro objetivo era producir filtros de cerámica que pudieran limpiarse y, por tanto, reutilizarse tantas veces como se quisiera, sin tener que comprar un nuevo filtro, reduciendo así los residuos” dice Chambet.
Su compatriota Neveu enfatiza que, en última instancia, es importante pensar en todo el ciclo de vida de una mascarilla.
"Queremos que la gente se dé cuenta de que también son responsables de los residuos”, explica. "Esta pandemia no tiene por qué convertirse en una catástrofe medioambiental”, concluye.
(ar/ers)