¿Cómo se llama a un país en el que un solo hombre tiene todo el poder? ¿Cómo se llama a un país en el que no hay ningún contrapeso ante las decisiones de ese hombre? ¿Cómo se llama a un país en el que un hombre puede violar la Constitución y las leyes sin repercusión alguna? ¿Cómo se llama a un país en el que, tras hacer eso, ese hombre es amado por la mayoría?
Hay quienes, muy moderados, le llaman régimen híbrido: un poquito de maquillaje democrático y todo lo demás de régimen autoritario. Hay quienes, con la característica sorna de las redes sociales, le llaman sultanato, aunque ese país esté en Latinoamérica; y quienes, inspirados en otros tiempos y parajes, le dicen reino: un pedazo de tierra, un rey y el resto, súbditos. El hombre que manda, claro, le llama a todo esto democracia. Yo, con la severidad que esa palabra implica en la región centroamericana, y a falta de poder inventarme un concepto nuevo, le llamo dictadura. Pero si no quieren entrar en discusiones conceptuales pueden simplemente llamarle El Salvador.
El tuit de la victoria
Este domingo 4 de febrero ocurrió en ese país lo que todos sabíamos que ocurriría: el día terminó con el presidente Nayib Bukele proclamándose presidente por cinco años más en una plaza del centro capitalino que estaba atiborrada de personas que coreaban su nombre y vestían sus colores. El hombre que violó seis artículos constitucionales para reelegirse cerró esa jornada saludando a sus miles de seguidores desde el balcón del Palacio Nacional.
Todos sabíamos que así terminaría, pero nadie esperaba que ocurriera de esa forma: Bukele, solo dos horas después de que se cerraran las urnas, se proclamó en un tuit como presidente "con más del 85 por ciento de los votos”. Y también proclamó que había ganado 58 de las 60 diputaciones. Se proclamó más todopoderoso de lo que ya ha sido, desde que en mayo de 2021 utilizó a su Asamblea Legislativa para destituir ilegalmente a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, tomarse ese poder estatal y consagrarse como eso: el todopoderoso.
Cuando Bukele escribió aquel tuit sobre su victoria, el Tribunal Supremo Electoral no había dado ni un resultado preliminar. Es más, en los centros de votaciones no se habían abierto las cajas de la votación de diputados y no se había terminado ni de cerca el conteo de las presidenciales. Ahora mismo, más de 24 horas después de cerradas las urnas, no hay resultados, porque el Tribunal dijo que su sistema falló y que habrá que esperar.
¿Cómo se llama a un país donde un hombre puede proclamarse gobernante sin ningún dato electoral?
Bukele lo hizo de nuevo: se adjudicó un poder que no le correspondía, decretó los resultados de la elección y convocó a su gente para celebrar en público. La plaza se iluminó con fuegos artificiales.
El truco funcionó, una vez más: desde el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, la última esperanza democrática de la región, pasando por la dictadura de Nicaragua, hasta el Gobierno de Estados Unidos, todos felicitaron desde sus redes sociales al autoproclamado vencedor de las elecciones de este domingo.
Ninguno cuestionó. Todos concedieron. ¿Qué dice eso de esos políticos?
Mientras esos políticos tuiteaban desde sus países celebrando al presidente reelecto inconstitucionalmente, en El Salvador la incertidumbre era total. Los candidatos de oposición pedían explicaciones, no sabían dónde quedaron las urnas con los votos, quién las cuidaba. Siguen sin saberlo. El Tribunal dio una conferencia escueta de 13 minutos este lunes 5 de febrero, dijo que habría un conteo manual y no aceptó pregunta alguna.
No hay que perder de vista que ese mismo Tribunal es el que inscribió como candidato a la reelección a Bukele, a pesar de las prohibiciones de una Constitución que ya parece poca cosa traer a cuenta. Ese Tribunal aprobó que ocurriera lo que no ocurría en el país en más de 80 años: que se repitiera lo que el dictador Maximiliano Hernández Martínez hizo en los años 30, reelegirse de forma inmediata.
La lucha de esos políticos de oposición a los que nadie les da respuesta no se enfoca en las elecciones presidenciales. Aunque nadie sabe oficialmente con cuántos votos ganó Bukele, todos sabemos que ganó. Ya sabíamos que ganaría. Sus índices de popularidad superan el 80 por ciento desde hace años. Esos políticos se enfocan en las elecciones legislativas, quieren proteger la posibilidad de que al menos uno o dos o diez de ellos sean electos y en el recinto legislativo se escuche algo distinto a los aplausos de los legisladores serviles con Bukele.
Ataques desde el balcón
Pero no hubo respuestas. Lo que hubo es ataques desde la plaza. Bukele, entre vítores y fiesta popular, volvió a cargar contra los periodistas y las organizaciones de derechos humanos. Ofendido porque un periodista español le había preguntado más temprano si respaldaba las declaraciones de su vicepresidente -que dijo al New York Times que estaban "eliminando” la democracia, sustituyéndola por "algo nuevo”- Bukele atacó desde el balcón del palacio.
"Le pregunto a esos periodistas, ¿por qué desean que nos maten? ¿Por qué desean ver sangre de salvadoreños? ¿Por qué debemos morir nosotros y nuestros hijos para que ustedes estén contentos de que estamos respetando su falsa democracia que ni ustedes mismos respetan en sus propios países?”, gritó Bukele.
¿Cómo se llama a un gobernante que considera que una pregunta es una ofensa? ¿Cómo se llama a un pueblo que aplaude a ese gobernante? ¿Cómo hay que calificar a El Salvador de ahora en adelante? Yo ya dije mi postura: una dictadura. Me declaro habitante de una dictadura. (ms)