Michael Ballack ya es historia
7 de junio de 2013Michael Ballack fue uno de los mejores jugadores del mundo en su época, y el más importante de su generación en Alemania. Pero, a pesar de todo su talento, la enorme calidad de su fútbol se quedó sin la gran recompensa que representan los grandes títulos internacionales: una Champions League, una Eurocopa o un Mundial.
Un grande a la sombra
Son pocos los futbolistas que en Alemania se pueden jactar de haber marcado una era reuniendo caracterísiticas únicas en ellos: calidad técnica, carisma, liderazgo y simpatía. Franz Beckenbauer, Lothar Matthäus y Michael Ballack son los tres nombres que pueden ser citados.
Todos ellos tuvieron en común su capacidad para echarse al hombro al equipo cuando las cosas no marchaban bien, y de convertir en positivas las situaciones adversas. Además, ninguno de ellos rehuyó la responsabilidad que les imponía ser el eje del funcionamiento colectivo de su conjunto, ni tampoco tuvieron inconveniente en privarse de beneficios u honores individuales en bien de los demás.
Pero tanto Beckenbauer como Matthäus ganaron los títulos más importantes que tiene el fútbol internacional a nivel de clubes y de selecciones. Ballack, por el contrario, siempre se quedó a un paso de esos trofeos: perdió la final de la Champions League con Leverkusen en el 2002 y con Chelsea en el 2008, año en el cual también perdió con Alemania la final de la Eurocopa frente a España.
En los Mundiales, su suerte tampoco fue mejor: en el 2002 no pudo estar en la disputa del título (que los alemanes perdieron ante Brasil) luego de haberse sacrificado en el partido de la semifinal, cometiendo una falta sancionada con una tarjeta amarilla que le inhabilitó para el siguiente juego. En el 2006, en su patria, al subcampeonato le sucedió el tercer puesto. En el 2010 se quedó por fuera de la convocatoria por culpa de una lesión, y al equipo nacional ya no regresaría más.
La penosa despedida
En la carrera de Michael Ballack no sólo faltó el resplandor que le negaron los esquivos títulos, también el justo reconocimiento del entorno futbolístico en la recta final, que derivaría en su retiro. De la selección nacional desapareció victima de un relevo generacional y conceptual, tanto en lo deportivo como en lo estructural, y con la Federación Alemana de Fútbol (DFB) y sus directivas, incluido el entrenador Joachim Löw, surgieron diferencias que se transformaron en un agrio conflicto.
Tras su lesión antes del Mundial de Sudáfrica 2010, Ballack no volvió a vestir el uniforme de Alemania, y el sueño de ingresar al selecto club de jugadores con más de 100 partidos internacionales se estancó en 98 apariciones. El seleccionador Löw, pese a pregonar que las puertas estarían siempre abiertas para el excapitán, introdujo en su ausencia modificaciones en el sistema de juego alemán en las cuales el mítico jugador ya no era necesario, ni como eje del equipo, ni como soporte al mismo.
A ello se le suma el traspaso del brazalete como capitán de Alemania a Philipp Lahm, acompañado del discurso de un nuevo liderazgo horizontal, de igual a igual, que se diferenciaba del ejercido por su predecesor caracterizado por una jerarquía piramidal en la que Michael Ballack era el pico de la construcción.
Estos dos golpes no serían los únicos que tendría que asumir Michael Ballack en el ocaso de su carrera. La DFB le negó también, en primera instancia, la posibilidad de un partido de despedida de la selección alemana. Luego, cuando accedió a concedérselo, el jugador, ofendido, declinó la invitación y planeó su propio evento, el que se llevó a cabó esta semana, a poco más de un año del último partido oficial como profesional.
Lágrimas de alivio
Ese último encuentro oficial lo disputó con el Leverkusen, el equipo que lo lanzó a la fama internacional, y al cual regresó en busca de revivir glorias pasadas al terminar su aventura por el fútbol inglés jugando para el Chelsea. Esas páginas finales de la carrera del gran futbolista que fue Ballack tampoco estuvieron marcadas por la felicidad pues el entrenador a cuyas ordenes estába, Robin Dutt, lo mantuvo repetidas veces en el banco de suplentes.
Las temporadas del cierre de la vida profesional de Michael Ballack no le hicieron justicia a una gran carrera, en la que obtuvo cuatro campeonatos en la Bundesliga, uno en la Premiere League, y tres trofeos de copa tanto en Alemania como en Inglaterra.
Quizás esas sean las razones del llanto incontenible y sincero derramado por la estrella del fútbol esta semana en Leipzig. En su despedida formal del fútbol se dieron cita tanto el público que le admiró incondicionalmente, como entrenadores, colegas y amigos que reconocieron su inigualable talento. Después de tantos reveses, Michael Ballack necesitaba entrar oficialmente a la historia del fútbol alemán en medio de una experiencia positiva.
Autor: Daniel Martínez
Editor: Cristina Papaleo