Muerte y duelo en tiempos del coronavirus
24 de marzo de 2020En Bérgamo, en el norte de Italia, los vehículos militares llevan directamente a los muertos a los crematorios, porque las funerarias ya no tienen capacidad para albergarlos. Las fotos de los convoyes han dado la vuelta al mundo. Imágenes desoladoras, con un mensaje amargo: en tiempos del coronavirus, la gente se muere sola. Al virus no le importa la dignidad de los muertos o el dolor de familiares y amigos.
Bérgamo tiene más personas infectadas que cualquier otra provincia de Italia. Solo la semana pasada, se dice que fallecieron 300 personas. Las víctimas murieron sin parientes o amigos que los acompañasen en su último viaje. A los familiares no se les permite ir a los hospitales debido al riesgo de infección. Además, estos están a menudo en cuarentena.
El virus dicta las reglas
El coronavirus tiene sus propias normas. Una es que la muerte causada por él queda totalmente excluida de la vida cotidiana y otra es que los familiares se quedan solos con la pérdida del ser querido. Actualmente se llevan a cabo entierros en el norte de Italia a toda prisa y sin duelo.
Debido a que las personas no pueden visitarse entre sí, los amigos y familiares no pueden reunirse en persona para compartir recuerdos del difunto. No puede darse un abrazo reconfortante y no hay una ceremonia fúnebre para participar juntos. Al parecer, los afligidos deben encontrar apoyo dentro de sí mismos y con llamadas telefónicas y de video a la familia.
La comunidad se entera del fallecimiento en Italia en espacios públicos, como en los tablones de anuncios o las paredes de las casas. El 13 de marzo, el periódico local L'Eco di Bergamo publicó diez páginas llenas de obituarios. El virus vuelve a hacer visible la muerte.
La muerte, ausente en la sociedad
En su investigación "Historia de la muerte", el historiador francés Philippe Ariès demostró que la relación entre los occidentales y la muerte ha cambiado significativamente desde el siglo XIX. Hasta entonces, había sido una compañera de confianza durante casi dos milenios, una parte aceptada de la vida. Según Ariès, sin embargo, el hombre moderno ha reprimido la muerte y la ha alejado de él por miedo. Y es que la muerte no tiene espacio en una sociedad desencantada y orientada al rendimiento. Se trata de un factor disruptivo que puede manejarse con racionalidad, en el mejor de los casos.
Hoy en día, la gente ya no muere rodeada de familiares y amigos, sino alejada de la vida pública. En algunas partes del sur de Europa, las cosas son un poco diferentes, sobre todo porque en muchos lugares todavía hay varias generaciones viviendo juntas bajo un mismo techo, por lo que el ciclo de la vida es omnipresente. Pero sobre todo lo que Ariés describió en 1978 es completamente cierto: la muerte se ha convertido en una extraña para nosotros, ha desaparecido de la vida.
En la vida cotidiana la experimentamos principalmente como un producto cultural, alejado de la realidad, es decir, cuando las personas mueren en escenarios, películas y televisión, a menudo de manera espectacular y con mucha sangre. La muerte se ha degenerado en una forma de arte, reproduciendo incesantemente su propia supresión.
De vuelta en la vida
Pero ahora el coronavirus se ha propagado por el mundo. Y en Lombardía, los muertos deben ser llevados al crematorio en vehículos militares. Muertos de verdad. No hay duda al respecto. Estos agobiantes convoyes los hicieron visibles. Como si la muerte hubiera decidido recuperar su lugar en la vida.
Nadie puede ignorarla. En muchas partes del mundo, la vida pública está inactiva, la producción y el consumo están en punto muerto para contener la enfermedad, por respeto a cada vida. La humanidad ha apostado por la dignidad humana y la protección y se mantiene unida. No importa lo que cueste. Quizás este sea un pequeño consuelo para aquellos, cuyos familiares, amigos o vecinos han muerto. (rmr/few)
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