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Bio a la moda

21 de enero de 2010

Al comprar una prenda muy cara, no se suele cuestionar su procedencia o si en su producción se respetan los estándares medio ambientales o sociales. Cuando se trata de tejidos baratos, menos. La nueva moda es distinta.

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Cuestionar el origen del algodón y el proceso de producción de las prendas está a la modaImagen: picture-alliance/ dpa

Casi un 25 por ciento del volumen anual de las sustancias tóxicas acaba en las plantaciones de algodón. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, unos 28.000 agricultores mueren anualmente a causa de los pesticidas. Después de la cosecha se hila el algodón, se le da color y se lo trata –con muchas sustancias químicas y tóxicas. Las costureras en las fábricas reciben un salario mísero por trabajar casi 100 horas semanales. La alternativa es la vestimenta de algodón bio comercializado a través de las redes de comercio justo. En Alemania crece el mercado eco.

T-Shirts aus kompostierbarer Biobaumwolle
Camisetas de algodón que puede ser desechado en el compostImagen: picture-alliance/dpa/dpaweb

Vestimenta reciclada

Jumble es el nombre de una pequeña marca inglesa: la empresa produce ropa a partir de textiles usados. Por ejemplo convierte camisas usadas en faldas nuevas o adorna una camiseta de algodón bio con aplicaciones. Thorsten Lehmkühler, gerente de una tienda especializada en ropa de tejidos proveniente de cultivos ecologistas y comercio justo, ofrece prendas marca Jumble. Pues comprar camisetas y faldas de tejidos reciclados es una tendencia europea; el comercio justo, lo bio o eco está en plena moda.

Los reportajes acerca de la explotación del personal en las fábricas asiáticas de prendas baratas han remecido a los consumidores y tiendas como la Lehmkühler suben como la espuma y en Internet se multiplican los online-shops de este estilo.

Por la transparencia total

“La diferencia está es que se puede determinar exactamente de dónde provienen las prendas. En parte han sido producidas en cooperativas que están en manos de los propios trabajadores; éstos definen su salario y su tiempo de trabajo. Esto es muy diferente a una fábrica que es controlada externamente. Se trata de un control desde dentro y se puede partir del supuesto de que ellos no se autoexplotan”, explica Lehmkühler.

“Nos tomamos en serio las protestas y revisaremos los casos”, prometieron las cadenas Aldi y Metro después de las protestas de la campaña internacional, apoyada por el Instituto Südwind de Bonn, a favor de una producción limpia.

Los organizadores de la campaña informan, por ejemplo que las costureras en Bangladesch ganan 15 euros al mes. En la fábrica R.L. Denin –que produce para el gran consorcio Metro, entre otros-, a las trabajadoras se las maltrata físicamente y en 7 días tienen que trabajar 97 horas; muchas veces no han recibido sus salarios. Se dio incluso que una trabajadora de 18 años no pudo aguantar el trabajo a destajo y no se le permitió ir al médico.

¿Consorcios a favor de los estándares internacionales?

Cuando se da a conocer tales casos, los grandes compradores, como la Metro, investigan lo sucedido. Pero esto es muy poco en opinión Ingeborg Wick del Instituto Südwind, que recientemente publicó un estudio acerca de las condiciones en la fábrica china que provee a la cadena Aldi.

Debido a las críticas y quejas, los empresarios han creado una iniciativa para gestionar el control. “Han introducido mecanismos en los que incluyen a la sociedad civil, como a algunas organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, ésta no está al mismo nivel de decisión que la empresa. En realidad, es un paso simbólico para demostrar de cara a las críticas que los empresarios están dispuestos a cambiar; un mecanismo eficiente no es”, explica Wick.

Confiar en los sellos de calidad

Entonces, para quien no quiera esperar que lleguen mejores tiempos, están las tiendas que ofrecen algodón de cultivos ecológicos y de comercio justo. GOTS (Global Organic Textile Standards), el nuevo sello “eco” que participa en la Asociación Internacional para Textiles Naturales (IVN), garantiza que las prendas de vestir estén fabricadas por lo menos en un 70 por ciento de algodón de cultivos alternativos.

El sello BEST de Naturtextil IVN garantiza el 100 por ciento. Ambos sellos certifican que a lo largo de todo el proceso de la prenda -desde la cosechas del algodón hasta su venta- se respete los estándares sociales, como la prohibición del trabajo infantil.

“Tenemos que poder confiar en los sellos de calidad. Si en una empresa como Living Quest –una empresa alemana de productos naturales- se da el caso que el algodón ecológico que vende no es en realidad ecológica, pues la empresa tiene un problema grande. Hace años, se comprobó que en la empresa hess natur sus condiciones de producción dejaban bastante que desear. La consecuencia fue que bajó su volumen de ventas”, cuenta Lehmkúhler.

Baumwollpflanzen
Imagen: dpa

Hess natur es, actualmente, miembro de la Fundación Fair Wear, con sede en Holanda, que trabaja con sindicatos y organizaciones pro derechos humanos en los países en los que se produce textiles. Es muy estricta con los estándares del comercio justo.

No obstante, incluso a esta fundación no le queda más remedio que admitir que las prendas a menudos resultan muy caras comparadas a las que se ofrecen en los almacenes de descuentos. Sin embargo, las prendas con sello eco y bio las compran también personas que no tienen mucho dinero.

“No se necesita diez pares de zapatos, me parece. Tampoco tengo que ir todas las semanas al cine. Para mí es más importante comprar este tipo de vestimenta. Creo que para la mayoría es posible, si en realidad les importa”, opina la joven Jasmin Alusch en fairticken una tienda de moda bio. Además, en ningún caso las cosas que llevan el sello fair-trade resultan más caras que las convencionales prendas de marca.

Autor: Robert Fishman (mb)
Editor: Enrique López