Obama-Netanyahu: disenso y nuevas opciones
2 de octubre de 2014Esta vez, todo podría ser diferente. El presidente estadounidense, Barack Obama, y el premier israelí, Benjamin Netanyahu, se han reunido en múltiples ocasiones. Prácticamente no hay otro gobernante extranjero que haya sido recibido con mayor frecuencia por Obama en la Casa Blanca. Pero estos encuentros nunca se han desarrollado como una armónica reunión familiar. Ya sea que se tratara del antiguo conflicto entre Israel y los palestinos o de las conversaciones sobre el programa nuclear iraní, los frentes de división han sido siempre los mismos: mientras Netanyahu sospecha que el presidente estadounidense está dispuesto a ceder demasiado y en el fondo de su corazón lo considera débil, Obama ve al premier israelí como un cabeza dura, que con intransigencia termina impidiendo acuerdos tendientes a lograr la paz.
Pero esta vez, todo podría ser diferente. El mundo ha cambiado. Se ha vuelto más peligroso, también para Israel. El país se ve más que nunca rodeado de violencia y caos. En Siria y la Franja de Gaza, en el Líbano y en un Egipto estable solo en apariencia: en todas partes acechan peligros. Todo eso pasa incluso a segundo plano ante el peligro terrorista que emana de la milicia del Estado Islámico (EI). Esto ha hecho que el mundo se una más; también los estados árabes y los estadounidenses. Pero es incierto si acercará igualmente a Israel y Estados Unidos.
Intereses similares
De todos modos hay movimiento en las viejas constelaciones del Medio Oriente. El presidente Obama consiguió por primera vez en muchos años que cinco países árabes formaran una coalición con Estados Unidos. Netanyahu aludió a eso en su encuentro con Obama e hizo notar con razón que existen intereses árabe-israelíes compartidos. No solo los une la lucha contra el EI, sino también la enemistad con Irán, país por el que Israel se siente doblemente amenazado: por sus aliados de Hamás en la Franja de Gaza y por su programa nuclear.
Es cierto que los intereses compartidos por Israel y los países árabes podrían abrir nuevas opciones estratégicas. Pero Netanyahu no debería decirlo en voz tan alta. Mientras no haya un acuerdo con los palestinos sobre una solución que contemple dos estados, los potentados árabes no tendrán margen de maniobra política para un acercamiento a Israel. Tampoco Obama puede evitar que las perspectivas se hayan vuelto por ahora más sombrías desde la sangrienta guerra de Gaza. Las críticas estadounidenses por el proceder israelí y las muchas víctimas civiles palestinas surtieron poco efecto. A Obama solo le queda volver a instar con vehemencia a Netanyahu a buscar una solución duradera al conflicto con los palestinos. Con la advertencia de que la prosecución de la construcción de asentamientos alejaría a Israel de sus más estrechos aliados, por lo menos mostró firmeza.
¿Cambios en la situación mundial?
Esta vez, todo podría ser diferente. Pero no da la impresión de que lo sea. Netanyahu no dio en Washington señas de ablandar su postura con respecto a los palestinos. Lo mismo vale para el tema de Irán. Ya en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, exhibió munición verbal de grueso calibre y argumentó que el EI es extremadamente peligroso, pero Irán representa un peligro aún mayor. Su intención era incrementar la presión sobre Obama, para que de ninguna manera acepte concesiones que pudieran permitir a mediano plazo a Irán estar en condiciones de construir una bomba atómica.
Posiblemente Netanyahu no piense de manera estratégica. Tal como la coalición estadounidense con los países árabes contra el EI abre nuevas opciones, también un acuerdo con Irán podría modificar la situación mundial. Toda la región se beneficiaría de una eventual participación de Irán en la lucha contra el EI. Y los aliados de Irán en el vecindario de Israel –Hamás y el presidente sirio- perderían a mediano plazo potencial destructivo. Es poco probable que eso ocurra. Pero no hay que perder la esperanza.