Alojamiento por ayuda en el hogar
4 de diciembre de 2012Cuando Daniel Klee vuelve a la noche de la universidad su jornada no ha acabado. David tiene alguna tarea para él: ayudarlo con los deberes, hacerle la cena o jugar. Por la mañana lo levanta y se preocupa de que llegue a tiempo a la escuela. Desde hace un año, Daniel –estudiante de deportes- vive en la casa de Sabine Mozanowski y su hijo de nueve años, una familia monoparental.
Mozanowski, con frecuencia, está sobrecargada de trabajo y se alegra de saber a su hijo en buenas manos. Por años solucionó esto trayendo au-pairs del extranjero. Ahora lo intenta con Wohnen für Hilfe, habitación por asistencia, un proyecto alemán que ofrece a estudiantes universitarios alojamiento en familias o casas de personas mayores. “Daniel es independiente y atento, no tengo que decir una cosa dos veces y puedo confiar”, opina Mozanowski. Ambos coordinan agendas para que siempre haya alguien con David. “Jugamos a las cartas juntos, o al bádminton”, cuenta David que ve en Daniel algo así como un hermano mayor.
En muchas ciudades universitarias existe ya este tipo de ofertas. El proyecto piloto se realizó en 1992 en Darmstadt. Al principio se centró en personas mayores, que requerían de un poco de asistencia en su vida diaria. Entretanto, son cada vez más las familias –sobre todo monoparentales- y personas con algún impedimento físico las que optan por este tipo de intercambio. Hacer las compras, limpiar, cortar la hierba, cocinar o cuidar a los niños son parte del programa; los servicios de ayuda sanitaria se excluyen.
No es mano de obra barata
”Si alguien está buscando sólo una habitación barata o sólo mano de obra barata, nuestro proyecto no lo satisface”, explica Heike Bermond de la oficina de Wohnen für Hilfe en Colonia. Los participantes tienen que tener interés en compartir con otras personas.
En efecto, a menudo hay resquemores. Los dueños de casa temen que los estudiantes organicen fiestas en su casa; los estudiantes tienen miedo de ser tratados como hijos de familia que tienen que llegar a una determinada a casa. “Quien a pesar de todas estas dudas opta por el proyecto se lo ha pensado muy bien y, con frecuencia, vemos que no es el caso”, explica Bermond.
La regla de oro es por metro cuadrado de habitación, una hora mensual de ayuda. Los gastos adicionales –agua, luz, teléfono, Internet- corren aparte. Daniel tiene una habitación de 18 metros cuadrados con baño propio. Pero a Mazinowski no le interesa utilizar a pie juntillas la regla, ni le importa que Daniel lleve visitas o que haga una fiesta. Incluso pudo tomarse seis semanas de pausa para hacer una práctica en Ecuador.
De inquilino a amigo
Con el tiempo, estas asociaciones suelen convertirse en amistad. “Un pensionista, por ejemplo, invitó a toda la familia de su inquilino de Uzbekistán”, cuenta Bermond. El proyecto da buenos resultados, aunque por año ha tenido sólo unos 70 clientes. En su banco de datos hay 500 ofertas de habitación, muy poco para una ciudad como Colonia. Con todo, la demanda va al alza y para el 2013 –cuando se calcula que en Alemania habrá el doble de bachilleres que en años anteriores- espera un boom.
También los Mazinowski tendrán una habitación disponible: Daniel piensa hacer un semestre en el extranjero. ¿Y qué opinan David y su madre? “Si tiene que irse, pues ni modo. Pero a mí me gustaría que se quedara”, dice el niño.
Autora: Suzanne Cords/Mirra Banchón
Editora: Cristina Papaleo