¿Olvida EE.UU. a sus veteranos de guerra?
30 de diciembre de 2012
En una noche cualquiera, el número de veteranos de guerra que carecen de un lugar para vivir puede ascender a 60.000 en Estados Unidos. Y la situación no ha cambiado mucho en los últimos tres años, aunque se dice que los esfuerzos para solucionar este problema comienzan a mostrar efectos. Eric Shinseki, secretario de la Administración para los Asuntos de los Veteranos, ha sido elogiado por exigir y obtener más recursos para financiar el programa de los sin techo, pese a la ola de recortes que azota al país norteamericano.
No obstante, los veteranos y sus allegados exigen que se implementen medidas más efectivas para garantizarles una vida digna a quienes hicieron posibles las misiones militares estadounidenses en Afganistán (vigente desde 2001) y en Irak (2003-2011). Muchos soldados se quedan sin dinero rápidamente porque las condiciones en que regresan de la guerra les impiden conseguir empleo. Los que no traen secuelas físicas consigo se ven afligidos por depresiones y otros síndromes psíquicos, como el trastorno por estrés postraumático (TEPT).
Y los que regresan íntegros, física y mentalmente, se percatan rápidamente de que el período que pasaron en el frente no compensa el tiempo que se mantuvieron alejados de las aulas. La hoja de vida de Ryan Charles, por ejemplo, no lo ha ayudado a conseguir empleo ni en empresas de seguridad ni en firmas menos exigentes: al terminar su educación secundaria, Charles voló directamente a Irak para luego combatir en Afganistán. Y no volvió a estudiar. En 2011, la cuota de desempleo entre los veteranos de 18 a 24 años era del 29,1 por ciento.
Marcados por la guerra
La ansiedad que los agobia tras exponerse a sucesos perturbadores durante los conflictos armados puede ser tratada; pero los soldados que han sido expulsados del servicio militar sólo reciben atención médica limitada. Shad Meshad, quien combatió en la guerra de Vietnam (1965-1975) y fundó la Fundación Veteranos Nacionales al regresar a Estados Unidos, conoce bien la historia de los jóvenes cuya vida cotidiana está marcada por lo que vivieron en el campo de batalla y que terminan aislándose, alejándose de aquellos que él o ella más necesita.
Meshad compara la situación de los veteranos con la de un niño que se pelea con sus padres y busca huir de casa, sólo para terminar dándose cuenta de que no hay escape posible. “La diferencia entre un niño y un veterano es que el soldado aprendió a sobrevivir con muy poco. Vivir en Estados Unidos, aunque sea en la calle, es un juego de niños para cualquiera que haya combatido en Afganistán o Irak. Él siempre hallará un lugar en donde esconderse”, explica el creador de la Fundación Veteranos Nacionales.
El desafío es inmenso para la Administración para los Asuntos de los Veteranos. Los servicios ofrecidos a los ex combatientes en 2011 generaron costos cercanos a los 1,3 millones de dólares. “Este sistema ya está sobrecargado”, les aseguró el ministro de Defensa estadounidense, Leon Panetta, a los miembros del Congreso en Washington. Eric Shinseki se ha propuesto poner fin al desamparo de los veteranos de aquí a 2015, pero los escépticos apuntan a que un ex combatiente tienen el doble de probabilidades que un civil de pasar mucho tiempo desempleado.
Autores: Claudia Hennen / Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga