La crisis final entre la UE y Turquía
18 de julio de 2016Un “lo dije desde el principio” no es un argumento político cuando presenciamos terribles acontecimientos seguir su curso en forma inexorable. Desafortunadamente, algunas decisiones políticas se toman casi a sabiendas de que no son correctas, bien sea porque se abrigan esperanzas o porque se necesita una solución rápida a un problema latente. Este último aspecto sedujo a la Canciller Merkel para poner fin, temporalmente, a la crisis de refugiados con la ayuda del presidente Erdogan. Ella necesitaba una salida al problema y apostó a la carta de un cierta estabilidad democrática en Turquía. Esta esperanza resultó ser una ilusión que ahora se ha esfumado.
Purgas a la Stalin
El Comisario de la Unión Europea responsable de las negociaciones de ampliación fue quien dijo con mayor claridad que las listas completas de detenidos tras el fallido golpe estuvieron, aparentemente, desde hace mucho tiempo preparadas por el Gobierno de Turquía y solo las han sacado del cajón. Lo que está sucediendo no es una reacción espontánea contra un intento de golpe militar, sino una eliminación planeada de todos los opositores políticos del gobierno del AKP y de su presidente. En el Parlamento Europeo ya se escuchan las primeras voces que hablan de “purgas stalinistas”. Y el resultado es claro: Recep Tayyip Erdogan quedará finalmente como gobernante indiscutido, la oposición desaparecerá en las prisiones y Turquía se transformará de una democracia en una dictadura.
Ciertamente, los adversarios políticos del presidente aún pueden alegrarse si solo son enviados a la cárcel. Erdogan está trabajando intensamente, y de forma populista, en una reintroducción de la pena de muerte. Al menos en esto, el mensaje desde Bruselas es claro: eso significaría el fin inmediato de las negociaciones de adhesión de Turquía a la UE. Incluso desde Berlín se respaldó esta posición, aunque el gobierno de Merkel actúa con extrema cautela respecto a Ankara y el ministro de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, realiza actualmente un equilibrismo diplomático que llega a ser poco digno. También hay demasiada moderación diplomática.
El presidente de Turquía da curso a sus apetitos dictatoriales muy alegremente, porque está seguro de que Europa y los EE.UU. lo necesitan más que él a ellos. A primera vista es verdad: los europeos se ha puesto en sus manos desde el acuerdo sobre los refugiados. Pero con ello la UE no debe dejarse maniatar. ¿Qué le podría hacer Erdogan a Europa? ¿Abrir la puerta a los millones de refugiados sirios? De todos modos, hay todavía dudas sobre la influencia de Turquía para impedir la entrada de refugiados a Europa o si es más eficaz el cierre de la ruta de los Balcanes.
Europa y los EE.UU. no tienen influencia sobre Erdogan
Mucho más importante es la cooperación con Turquía en la OTAN. Por su posición geográfica, Turquía es el socio más importante en la lucha contra el Estado Islámico y para una posible solución a la guerra civil en Siria. Es por ello que el Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, señaló que la adhesión a la OTAN también implica un compromiso con la democracia. Pero cuando Erdogan, en un delirio todopoderoso, pone en juego de forma agresiva sus relaciones con los Estados Unidos, demuestra que no le interesan ya las consideraciones políticas normales. Y su próximo encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin es otra señal de un cambio de estrategia en Ankara.
Actualmente no se puede detener con medios políticos al sultan del Bósforo. Lo único que sí podría traerle dificultades es una crisis económica. Esto podría comenzar con el colapso de la principal fuente de ingresos como el turismo, hasta el alejamiento de inversionistas y de empresas occidentales. En la actualidad, la UE y los EE.UU. sólo pueden observar estos acontecimientos. Si Erdogan rompe todo tipo de relaciones para aumentar su poder, entonces a los europeos solo les quedará lamentarlo por la población turca.