Opinión: La UE, unida contra Donald Trump
26 de julio de 2018¿Cómo lo logró Jean-Claude Juncker? En su visita a la Casa Blanca, el presidente de la Comisión Europea seguramente alcanzó más de lo que había esperado inicialmente: en la reunión se habló de "una nueva fase de la amistad y de relaciones comerciales más estrechas", así como de negociaciones para reducir aranceles y otros obstáculos comerciales. Y eso, después de semanas y meses de una retórica agresiva de parte del gobierno de Trump contra la UE y, sobre todo, contra Alemania.
De ahí que las expectativas previas al encuentro no fueran muy altas. En las semanas pasadas, el presidente estadounidense, Donald Trump, se había quejado, vía Twitter, en entrevistas y en discursos ante sus seguidores de las prácticas comerciales "injustas" de los europeos, calificando a la UE como enemiga de Estados Unidos y anunciado aranceles punitivos a los automóviles europeos. Un día antes de la visita de Juncker a la Casa Blanca, se había dado a entender desde la UE que no se esperaba ningún éxito.
Aumentan críticas contra Trump en EE.UU.
Sin embargo, -y para responder parcialmente la pregunta inicial de este artículo- Juncker tuvo suerte: su viaje a Washington coincidió con un auge de las críticas contra el rumbo confrontativo de Trump en materia de política de comercio.
Y es que, aparte de la resistencia de los socios de comercio extranjeros de EE.UU., fueron aumentando las críticas desde el Congreso, del propio partido de Trump e incluso de asociaciones empresariales y de los agricultores del Medio Oeste, que normalmente son considerados fieles seguidores de Trump, pero que cada vez sienten más las consecuencias del hecho de que su presidente se esté peleando, al mismo tiempo, con los chinos, japoneses, canadienses, mexicanos y con los europeos.
Desde luego, Donald Trump nunca admitiría haberse equivocado o haber cometido un error. Pero aparentemente el populista imprevisible de la Casa Blanca ha llegado a la conclusión de que es un buen momento para cambiar de la confrontación a la cooperación (por lo menos temporalmente) y de venderles a sus seguidores ese cambio de rumbo como una victoria.
Éxito a través de la unión
No obstante, se trata, en realidad, de una clara victoria de la Unión Europea. Y esa es la otra parte de la respuesta a la pregunta inicial de cómo lo logró Juncker: los europeos se mantuvieron unidos cuando Trump los quiso obligar, a través de insultos y amenazas, a hacer concesiones. A su presión, respondieron con más presión, e incluso no se doblegaron cuando el presidente estadounidense anunció dolorosos aranceles a los automóviles europeos.
Es cierto que hubo algunas concesiones: la UE quiere importar más gas líquido de Estados Unidos, así como soja y otros productos agrícolas. Ante sus seguidores, Trump presentará sobre todo esa parte del "acuerdo" con Juncker como un gran éxito. Hace pocos días, el presidente estadounidense mencionó en Twitter la posibilidad de negociaciones sobre un tratado de libre comercio para productos industriales. Ahora podrá decir: "Vean, yo obligué a los europeos a sentarse en la mesa de negociaciones."
¿Un nuevo "TTIP light"?
En realidad, la UE siempre ha querido un tratado de ese tipo. El resultado de las negociaciones, que pronto podrían comenzar, podría ser una versión "ligera" del planeado tratado de comercio transatlántico TTIP, que Trump abandonó en 2017.
Esto es, desde luego, un comportamiento típico del populista republicano: igual que un niño malcriado, deshace lo que otros han construido para después pegar los platos rotos y anunciar orgullosamente que todo es fruto de su propio esfuerzo. Jean-Claude Juncker ignoró este comportamiento infantil, como un abuelo bondadoso que es indulgente con el nieto que quiere llamar la atención. Eso está bien si le sirve a la economía europea, y a lo que queda de la alianza transatlántica.
¿Ha aprendido algo Trump?
Después de este nuevo capítulo del "show de Trump", los europeos deberían tomarse en serio, sobre todo, una lección: la firmeza y la unidad han llevado a la UE al éxito.
Y es que Trump es lo que los estadounidenses llaman "schoolyard bully", es decir, el matón del patio de recreo, que no se deja calmar ni siquiera si se le demuestra disposición a transigir, ni apelando al sentido común. A él solo lo impresionan la fuerza y la experiencia de que, en el intento de presionar y extorsionar a otros, uno también puede acabar con un ojo morado.
Eso no lo deberían olvidar los europeos cuando a la furia de la Casas Blanca le dé su próximo ataque y deshaga todo lo que hasta ese momento se había alcanzado. Quizás pase mañana, con su próximo tuit.
Carsten von Nahmen (VT/CP)
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