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Opinión: Una llamada de atención

Joscha Weber22 de agosto de 2016

Cerca de 10.000 atletas, 306 competencias, 26 deportes: la dimensión de los Juegos Olímpicos de Río es enorme, demasiado enorme. Las graderías a medio llenar también son una señal elocuente, opina Joscha Weber.

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Olympische Ringen
Imagen: picture-alliance/dpa/M. Kappeler

La carrera de los 100 metros es lo más destacado de los Juegos Olímpicos. Y esto lo confirman la mayoría de los aficionados al deporte. Muy rara vez una competencia fascina tanto a la mayoría de la gente de todas las culturas por igual como los casi diez segundos de espectáculo. Pero si ni siquiera se agotan los boletos para esta competencia, entonces algo está funcionando mal en la organización de los Juegos Olímpicos.

Otros días, el Estadio Olímpico pudo llenar solo el 60 por ciento de su capacidad durante las competencias de atletismo. En las arenas de lucha libre, esgrima, ciclismo de pista, fútbol o incluso natación pasó lo mismo. La razón: para muchos brasileños los boletos olímpicos costaban simplemente demasiado. Pero esa no es toda la explicación. Un poco más de la mitad de las entradas gratuitas distribuidas a cerca de 280.000 niños en edad escolar no fueron utilizadas. ¿Han perdido las Olimpiadas su atractivo?

La gente se cansó de la majestuosidad

Y Río, una ciudad entusiasta en el deporte, no es la única. Otras fueron mucho más lejos: Múnich, Cracovia, Estocolmo, Oslo y Hamburgo dijeron “No” a los Juegos Olímpicos en el proceso de solicitud. Costos muy altos para el contribuyente (en Río fueron diez mil millones de euros), demasiadas peticiones especiales del Comité Olímpico Internacional (COI) y al final, probablemente, quedaran ruinas deportivas inutilizables como en Atenas. La gente ya se cansó del gigantismo olímpico.

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Joscha Weber

Además de los altos funcionarios del COI, como el irlandés Patrick Hickey, que proporcionaba entradas en el mercado negro y que luego fuera detenido por la policía, confirma la imagen de las autoridades deportivas corruptas y ostentosas que tienen que soportar cada país anfitrión.

Si se suma también los atletas como el nadador estadounidense Ryan Lochte y James Feigen, quienes inventaron un robo para distraer su propio vandalismo, queda claro que Olimpia tiene actualmente un serio problema de imagen. ¿Cuán creíble es la llamada familia olímpica con todo esto?

El juego limpio es una ilusión

La sospecha corrió, tiró, saltó y avanzó como siempre. Un dudoso crecimiento de rendimiento, sobre todo en ciclismo de pista, dopaje en levantamiento de pesas. Además, en los controles algunos inspectores mal entrenados confundieron los nombres, e incluso el sexo, de los atletas. Algunos voluntarios anunciaron, sin querer, pruebas de doping con anticipación. De modo que detrás del sistema de control de Río 2016 quedan grandes interrogantes. Y decenas de pruebas repetidamente positivas en Pekín, Londres y Sochi demuestran que la factura llegará en el futuro y que el juego limpio queda como una ilusión.

No se puede dejar de mencionar, incluso, las torpezas de los funcionarios deportivos que nos sorprenden una y otra vez. No sólo el hecho de que se permita que la mayor parte del equipo de Rusia pueda comenzar los Juegos Olímpicos y no los Paralímpicos, da mucho que pensar sobre la lógica olímpica. La decisión de nombrar a la rusa Yelena Isinbáyeva como portavoz de los atletas olímpicos, teniendo en cuenta que fue impedida de participar por una sospecha de doping, deja mucho para las críticas.

Sin embargo, estos juegos juveniles siguen siendo una idea brillante. El reunir a los pueblos del mundo en una lucha deportiva pacífica y lograr intercambios culturales en un solo lugar hacen que la idea sea fantástica. Pero hacer de este encuentro algo cada vez más grande y más caro es un gran error. Con los escenarios a medio llenar Río, ha enviado una señal de advertencia al COI. Esperemos ahora que el mensaje llegue.

Para leer el artículo en alemán, siga el enlace.