Opinión: Así que ahora incluso Hitler...
2 de octubre de 2016Los exabruptos del presidente filipino, Rodrigo Duterte, ya no sorprenden a nadie. Llamó "hijo de puta" al Papa; y eso, en un país profundamente católico. Usó las mismas palabras con que calificó al presidente estadounidense, Barack Obama. Duterte amenazó también con retirar a Filipinas de la Organización de las Naciones Unidas y respondió a los reproches de la Unión Europea a su política antidrogas con el insultante gesto de levantar el dedo corazón.
Duterte es particularmente susceptible a las críticas que llueven sobre su implacable guerra contra las drogas; una campaña que, desde su toma de posesión, a finales de junio, se ha cobrado 3.500 vidas, más de un tercio a manos de la policía. No está claro quién está detrás de las otras muertes. Se habla de escuadrones de asesinos. Duterte no sólo tolera estas ejecuciones extrajudiciales, las celebra públicamente de forma explícita. Y ahí justamente es cuando se ha comparado con Hitler.
"Hitler mató a tres millones de judíos", dijo Duterte en un discurso en su ciudad, Davao. "Hay tres millones de drogadictos en Filipinas: sería un placer ejecutarlos".
Baile de números
Duterte no es muy preciso con las cifras. Reduce a la mitad el número de judíos asesinados por los nazis mientras duplica el de adictos a las drogas en su país. Si confiamos en las últimas evaluaciones realizadas por la Comisión Filipina para el Estudio de las Drogas, hay 1,8 millones de adictos en el país. Según esa misma instancia, en 2004 eran 6,7 millones. Esto significa que, sin los métodos marciales de Duterte, el número se ha venido reduciendo drásticamente durante la última década.
Otra cifra interesante: la gran mayoría de los que asisten a terapias para superar la drogadicción es de sexo masculino y percibe ingresos ligeramente por encima del umbral de la pobreza. Muchos están sin trabajo y tienen un bajo nivel educativo.
En lugar del Estado de derecho
Rodrigo Duterte tiene razón cuando dice que Filipinas tienen un gran problema con las drogas y con la delicuencia, la violencia, la corroción social y económica que deriva de su consumo y su tráfico. También acierta cuando dice que la lucha contra las drogas debe ser la más alta prioridad. Pero eso no justifica ni por un segundo los métodos que utiliza. Su retórica sanguinaria encendió la persecución contra miles de personas con el pretexto de la lucha antinarcóticos. Da pie a asesinatos que muchas veces no son ni investigados ni aclarados. Bajo ningún concepto puede permitirse que la gente haga justicia por su propia mano; eso erosiona el Estado de derecho .
Las cifras sugieren que, con una efectiva política de reducción de la pobreza, así como un enfoque riguroso contra la producción y el tráfico de drogas, Duterte podría potenciar la tendencia aparentemente decreciente en el consumo de drogas, sin un baño de sangre.
Rodrigo Duterte podría ser una oportunidad para Filipinas. La federalización que él propone ya era exigida por una parte de la población desde hacía mucho tiempo. Al ser el primer presidente en la historia de Filipinas que procede del sur del país, muchos esperan que ponga coto, finalmente, a los levantamientos rebeldes de la región, que llevan décadas. Pero si continúa exhortando a asesinatos en masa y poniéndose en ridículo a los ojos del mundo, Duterte perjudica más y sirve menos a su país.
Para aprender: aquí puede Usted leer la versión original de este artículo en alemán.