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Opinión: El cuento de la restauración estadounidense

Michael Knigge
31 de diciembre de 2018

Es cierto: la infraestructura pública de Estados Unidos está en muy mal estado. Pero cuando promete dejar de invertir en la protección de otros países para poder reconstruir el suyo, Donald Trump está jurando en vano.

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Donald Trump
Imagen: Getty Images/C. Somodevilla

Tomémosle la palabra a Trump. Por estos días, cuando anunció que su país dejaría de ser el "policía del mundo”, el mandatario estadounidense recurrió de nuevo a un eslogan entinado durante la campaña electoral de 2016. Palabras más, palabras menos, su lema reza: al velar por la seguridad y el orden mundial, asumiendo el rol de "gendarme global” en contra de los intereses de nuestro país, Estados Unidos ha sido blanco de la explotación económica y el abuso militar de amigos ricos y maliciosos desde hace tiempo. Quienes sacan provecho a este servicio ofrecido por Estados Unidos son sus aliados y los perjudicados, los propios estadounidenses.

Esta injusta distribución de las cargas –ese es el núcleo del argumento de Trump desde que decidió optar por la jefatura del Gobierno– llegará a su fin gracias a su estrategia "¡America first!”. Al dejar de invertir recursos en la protección de otros países, él podrá empezar a cumplir su segunda promesa electoral: "Make America great again!”

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Michael Knigge, comentarista de DW.

Un muro por toda infraestructura

Ignoremos por un momento la dudosa manera en que Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, se presenta a sí mismo como víctima. Ignoremos igualmente la debatible argumentación según la cual el rol de "policía del mundo”, sea lo que sea que eso significa, atenta contra los intereses estadounidenses. Simplemente tomémosle la palabra a Trump y preguntemos qué ha hecho él concretamente o qué no ha hecho para reconstruir su país durante la primera mitad de su mandato, cuando su Ejecutivo se vio fortalecido por la mayoría republicana en el Congreso.

La presidencia de Trump habría transcurrido de otra manera, seguramente, si su primera iniciativa legal hubiera servido para cumplir su primera promesa electoral: un paquete abarcador para el financiamiento estatal de obras infraestructurales. Un paquete amplio concebido seriamente para sanear las redes de tránsito en mal estado, reforzar los edificios de instituciones educativas y apoyar a las instancias comunales en aprietos. El saneamiento de la infraestructura hubiera sido una buena idea por dos razones. Primero, porque Trump habría conseguido poner a los demócratas de su parte. Y segundo, porque se habría tratado de una promesa con un sentido visible y tangible para todos sus compatriotas.

Pero Trump no lo hizo. En lugar de impulsar un paquete infraestructural que trascendiera las barreras partidistas, Trump se ha ocupado desde el principio de su mandato de una promesa electoral que divide a la nación: la construcción de un muro en la frontera de Estados Unidos con México.

Elevar el gasto militar en lugar de reducirlo

Pese al anuncio de que Estados Unidos dejará de ser el "policía del mundo”, Trump no ha reducido el gasto militar. Al contrario: el presupuesto para la defensa en 2019, propuesto y autorizado por Trump, ha aumentado en comparación con el año previo en un diez por ciento, con todo y que, siguiendo la lógica trumpiana, la inversión en ese ámbito podría haber sido menor. Y es que, según la Fundación Peter Peterson, Estados Unidos ya invierte más en defensa que los siguientes siete países en su ranking. ¡Juntos! A Washington se le va el quince por ciento del presupuesto nacional –alrededor de la mitad de los recursos no asignados a programas específico– en gastos para la defensa.

Por otro lado, Trump elevó drásticamente el límite de endeudamiento estatal de Estados Unidos; ese fue su único éxito legislativo digno de mención en dos años de Gobierno republicano sin oposición. Y lo logró mediante una reducción de impuestos que benefició, ante todo, a los ricos. Además, a pesar de la política aduanera de Trump, el déficit del balance comercial que él tanto odia va a subir. Ambos factores terminarán reduciendo el margen de maniobra político y financiero para consumar la prometida restauración del país.

Impulsivo, no reflexivo

Trump impulsó con la misma vehemencia la destrucción del servicio de asistencia médica conocido como "Obamacare” por haber sido organizado por su predecesor. Eso no ha dejado de llamar la atención, considerando que Trump siempre se presentó como el presidente de los "estadounidenses olvidados” y que "Obamacare” fue el programa que por primera vez les dio a muchos estadounidenses el acceso a un seguro médico del cual habían sido excluidos hasta entonces.

Estos ejemplos demuestran cuán seriamente hay que tomar las promesas de Trump de reconstruir a Estados Unidos. Tras casi dos años de mandato, este presidente no tiene una estrategia completa para darle sentido concreto a su agenda "America first!” y definir cómo se podría implementar de manera realista. En lugar de planear, Trump les da rienda suelta a sus impulsos, como cuando, de la nada, anunció la retirada de las tropas militares estadounidenses de Siria. Para los aliados de Estados Unidos y para los propios estadounidenses, este comportamiento es fatal.

(erc/few)

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